sábado, 27 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 42 (Platón, 52a - 52d)

En efecto, Sócrates no es uno más entre los atenienses. Sabe que es singular, como pocos. Por un lado, no se trata de una ironía, aunque sí por otro. Por supuesto que tiene su lado irónico, como todo en él. 

Son las leyes las que se lo dicen incluso: "como muy pocos atenienses." Lo cual invita a pensar cuál es esa saga o estirpe de la que él procede y quiénes le han precedido. Entra la duda al pensarlo. Píndaro era de Beocia y tenía una definición de ser humano preciosa. No sé a quiénes se refiere. 

Las leyes aportan sus pruebas. Dicen que las tienen. Son grandes pruebas las que pueden aportar en el juicio. Del que han desaparecido, por cierto, todos los demás acusadores y ya no hay ciudad que valga ni se nombre. Tanto agrado ha encontrado Sócrates en ser ateniense y vivir en Atenas que jamás salió de ella para ninguna fiesta, salvo al Istmo, y a ningún otro territorio, si no fue para hacer la guerra. Esto puede bien ser la propia memoria de Sócrates haciendo examen de sí mismo. Pero las leyes hacen de observadoras y registradoras. Lo que sorprende es la mención, más allá del hecho, del agrado, del parecerle bien la ciudad. 

Esto es muy sencillo de entender, porque es una especie de discernimiento en la práctica. Dada la libertad de movimiento consciente, que luego otros usarán para otras cosas, si se está es porque agrada. El movimiento queda conectado de este modo con lo agradable y lo desagradable, con lo recibido o no, con la ausencia de ese placer o con el displacer. Y, quien es queda, se queda porque quiere, enlazando así la voluntad con su situación en el mundo, en la realidad. Las leyes hacen notar, de este modo, que ese Sócrates especial, que ha vivido de forma especial la recepción de la palabra de las leyes, se queda en Atenas porque quiere y porque le fue agradable. De modo que, si las leyes entonces le dieron todo lo que tenía y era, por qué ahora piensa en lo contrario. 

Ya sabemos lo que ocurrirá inmediatamente después de la muerte de Sócrates. Platón se va. Aunque después de darse un paseo por el ancho mundo, por aquí y por allá buscando y queriendo realizar su ciudad, siendo él el padre por lo tanto, vuelve a Atenas. Como hijo pródigo, que será igualmente bien recibido. Pero seguimos con el diálogo. 

Las leyes que formaron a Sócrates fueron elegidas por Sócrates. A la satisfacción añaden que "se encontraba bien" y fue fecundo en la ciudad. Se comportó como ciudadano en cada ocasión. Quizá, diría el amigo, como el mejor de los ciudadanos. Que paradójicamente, y esto es dolorosísimo, tiene que morir. Fue el mejor, pero morirá. Lo matará Atenas misma, la ciudad, su juicio, su ley. Y, en este trance tan doloroso, queda solo un camino, que es de muerte: o la muerte de Sócrates, o la muerte de las leyes. Y ellas, en su precariedad y en su debilidad, le piden a Sócrates que sea él el ofrecido como sacrificio. 

Este acto termina con una hiriente pregunta: "Respóndenos si decimos verdad al insistir en que tú has convenido vivir como ciudadano según nuestras normas con actos y no con palabras, o bien si no es verdad." Atención al punto crucial, porque unas leyes que hablan se convierten en quien las escucha en acción, en acto, en concreción, en definición de sí acorde con ellas. El compromiso de palabra implicaba un modo de vivir determinado. La alianza, que son las leyes en plural, hablan para ser encarnadas. 

El extraordinario amigo de Sócrates asiente con el tema fundamental del diálogo: "Necesariamente, Sócrates." Es un deber, hay que cumplir con él. Es una alianza, que hay que llevar hasta el final. No se puede cargar con la vida buena queriendo evitar estos momentos, así que... ¡adelante! Y el buen Critón, que al principio fue la tentación, ahora es un aliado de las leyes, aun con el dolor que comporta saber que condenan a muerte al amigo y que el amigo responderá con la vida misma recibida por las leyes, sin trueque alguno, sin engaño y de frente. Si a esto no se llama honestidad, no sé qué pueda ser entonces tal cosa. 

εἰ οὖν ἐγὼ εἴποιμι:‘διὰ τί δή;’ ἴσως ἄν μου δικαίως καθάπτοιντο λέγοντες ὅτι ἐν τοῖς μάλιστα Ἀθηναίων ἐγὼ αὐτοῖς ὡμολογηκὼς τυγχάνω ταύτην τὴν ὁμολογίαν. φαῖεν γὰρ ἂν ὅτι ‘ὦ Σώκρατες, μεγάλα ἡμῖν τούτων τεκμήριά ἐστιν, ὅτι σοι καὶ ἡμεῖς ἠρέσκομεν καὶ ἡ πόλις: οὐ γὰρ ἄν ποτε τῶν ἄλλων Ἀθηναίων ἁπάντων διαφερόντως ἐν αὐτῇ ἐπεδήμεις εἰ μή σοι διαφερόντως ἤρεσκεν, καὶ οὔτ᾽ ἐπὶ θεωρίαν πώποτ᾽ ἐκ τῆς πόλεως ἐξῆλθες, ὅτι μὴ ἅπαξ εἰς Ἰσθμόν, οὔτε ἄλλοσε οὐδαμόσε, εἰ μή ποι στρατευσόμενος, οὔτε ἄλλην ἀποδημίαν ἐποιήσω πώποτε ὥσπερ οἱ ἄλλοι ἄνθρωποι, οὐδ᾽ ἐπιθυμία σε ἄλλης πόλεως οὐδὲ ἄλλων νόμων ἔλαβεν εἰδέναι, ἀλλὰ ἡμεῖς ’ σοι ἱκανοὶ ἦμεν καὶ ἡ ἡμετέρα πόλις: οὕτω σφόδρα ἡμᾶς ᾑροῦ καὶ ὡμολόγεις καθ᾽ ἡμᾶς πολιτεύσεσθαι, τά τε ἄλλα καὶ παῖδας ἐν αὐτῇ ἐποιήσω, ὡς ἀρεσκούσης σοι τῆς πόλεως. ἔτι τοίνυν ἐν αὐτῇ τῇ δίκῃ ἐξῆν σοι φυγῆς τιμήσασθαι εἰ ἐβούλου, καὶ ὅπερ νῦν ἀκούσης τῆς πόλεως ἐπιχειρεῖς, τότε ἑκούσης ποιῆσαι. σὺ δὲ τότε μὲν ἐκαλλωπίζου ὡς οὐκ ἀγανακτῶν εἰ δέοι τεθνάναι σε, ἀλλὰ ᾑροῦ, ὡς ἔφησθα, πρὸ τῆς φυγῆς θάνατον: νῦν δὲ οὔτ᾽ ἐκείνους τοὺς λόγους αἰσχύνῃ, οὔτε ἡμῶν τῶν νόμων ἐντρέπῃ, ἐπιχειρῶν διαφθεῖραι, πράττεις ’ τε ἅπερ ἂν δοῦλος ὁ φαυλότατος πράξειεν, ἀποδιδράσκειν ἐπιχειρῶν παρὰ τὰς συνθήκας τε καὶ τὰς ὁμολογίας καθ᾽ ἃς ἡμῖν συνέθου πολιτεύεσθαι. πρῶτον μὲν οὖν ἡμῖν τοῦτ᾽ αὐτὸ ἀπόκριναι, εἰ ἀληθῆ λέγομεν φάσκοντές σε ὡμολογηκέναι πολιτεύσεσθαι καθ᾽ ἡμᾶς ἔργῳ ἀλλ᾽ οὐ λόγῳ, ἢ οὐκ ἀληθῆ.’ τί φῶμεν πρὸς ταῦτα, ὦ Κρίτων; ἄλλο τι ἢ ὁμολογῶμεν;





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