martes, 23 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 38. (Platón, 50a - 50c)

La humildad de Critón en el punto anterior podría estirarse, en contraste con muchos otros diálogos y dialogantes, para mostrar que no hay saber sin ignorancia, que no hay saber que no pase por su propio no saber, que no hay saber sin subjetividad capaz de reconocer de qué está siendo capaz de recibir, absorber o recoger sobre sí. Algunas veces pienso que esto de la filosofía es entregar a un niño un "balón medicinal" para jugar con él, como si tal cosa; de modo que, cuando se entrega, lo que se hace es disparar sobre otros un proyectil que lo destruirá por completo. Algunos, de hecho, así piensan la filosofía, sin amor alguno por el otro, como un avance continuo en la destrucción del prójimo. Sócrates, sin embargo, me parece que opta por la prudencia de hacer preguntas, sin más. 

Sócrates le propone a Critón que lo considere de otro modo, menos sintético. Y más esclarecedor. Aunque, al igual que ha dado anteriormente a "la ciudad" la capacidad de escuchar y comprender, de someterse a "la razón", de rostro humano en cierto modo, ahora "las leyes", en plural, tendrán capacidad igualmente humana, como en analogía doble, de hablar, de decir, de mostrar, de revelar, de conducir, de examinar, de "comunión". Ambos viajes, con ellos en medio contemplando todo lo que está sucediendo. Pero situados en el mismo lugar en el que están, en la cárcel. Ese es el dibujo y la imagen, la idea en definitiva, que Sócrates está proyectando ante la mirada y el entendimiento de quien lo escuche, incluido también Critón, por supuesto. Platón es así.  ¡Atención, porque leyes y ciudad van juntos!

Considéralo de este modo. Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aquí, o como haya de llamar a esto, vinieran las leyes y el común de la ciudad y, colocándose delante, nos dijeran: "Dime, Sócrates, ¿qué tienes intención de hacer? ¿No es cierto que, por medio de esta acción que intentas, tienes el propósito, en lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? ¿Te parece a ti que puede aún existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y quedan anulados?" ¿Qué vamos a responder, Critón, a estas preguntas y a otras semejantes? Cualquiera, especialmente un orador, podría dar muchas razones en defensa de la ley, que intentamos destruir, que ordena que los juicios que ha sido sentenciados sean firmes. ¿Acaso les diremos: "La ciudad ha obrado injustamente con nosotros y no ha llevado el juicio rectamente"? ¿Les vamos a decir esto?

ἀλλ᾽ ὧδε σκόπειεἰ μέλλουσιν ἡμῖν ἐνθένδε εἴτε ἀποδιδράσκεινεἴθ᾽ ὅπως δεῖ ὀνομάσαι τοῦτοἐλθόντες οἱ νόμοι καὶ τὸ κοινὸν τῆς πόλεως ἐπιστάντες ἔροιντο:‘εἰπέ μοι Σώκρατεςτί ἐν νῷ ἔχεις ποιεῖνἄλλο τι  τούτῳ ’ τῷ ἔργῳ  ἐπιχειρεῖς διανοῇ τούς τε νόμους ἡμᾶς ἀπολέσαι καὶ σύμπασαν τὴν πόλιν τὸ σὸν μέρος δοκεῖ σοι οἷόν τε ἔτι ἐκείνην τὴν πόλιν εἶναι καὶ μὴ ἀνατετράφθαιἐν  ἂν αἱ γενόμεναι δίκαι μηδὲν ἰσχύωσιν ἀλλὰ ὑπὸ ἰδιωτῶν ἄκυροί τε γίγνωνται καὶ διαφθείρωνται;’ τί ἐροῦμεν Κρίτωνπρὸς ταῦτα καὶ ἄλλα τοιαῦταπολλὰ γὰρ ἄν τις ἔχοιἄλλως τε καὶ ῥήτωρεἰπεῖν ὑπὲρ τούτου τοῦ νόμου ἀπολλυμένου ὃς τὰς δίκας τὰς δικασθείσας προστάττει κυρίας εἶναι ἐροῦμεν πρὸς αὐτοὺς ὅτι ‘ἠδίκει γὰρ ἡμᾶς  πόλις καὶ οὐκ ὀρθῶς τὴν δίκην ἔκρινεν;’ ταῦτα  τί ἐροῦμεν;

Las leyes y la ciudad cuestionan "la intención". Aquello que hace unas páginas era el principio de la acción que viene del principio, que se emparenta con él, que comulga con él. Entonces no decía Sócrates que "debía hacerlo" sin más, como un héroe, sino que "había que intentar vivirlo". Y se dice, tal cual, que hay cosas que depende de uno y otras que no. Que ya sabemos dónde llegará todo esto. Pero que aquí refieren a algo con lo que el filósofo debe cargar, precisamente por amor, precisamente por vivir con el principio que ha descubierto. Luego añade el hacer daño, que es destruir. Porque Sócrates con eso que tiene intención de hacer, en este dibujo, es capaz de destruir, de negar la ciudad y las leyes. Sobre todo, las leyes, o a la ciudad a través de la negación de sus leyes, que son su madre y su tradición. Da igual si es masculino o femenino, pero pensemos en el ascendente que están mostrando.

Si hemos leído bien, esto se parece mucho a un padre o un profesor que pilla a su hijo o a su alumno a las puertas de "liarla" y "cometer una injusticia" y "desobedecer" su orden. El lenguaje es muy parecido, y la estructura igualmente, a lo que ocurrió en el relato entre Adán y Eva y la serpiente y Dios, todo junto, cuando se van echando las culpas unos a otros, sin asumir culpa o responsabilidad alguna. Se puede, al menos, leer en ese tono. ¿Dónde vas Sócrates? ¿Qué estás haciendo? ¿No se romperá "el jarrón de la casa si juegas así"? ¿No se vendrá todo abajo en la vida cuando la vida te la tomas infantilmente como un juego? ¿No tienes tú que hacer lo que tienes que hacer independientemente de lo que hagan otros? ¿No estarás buscando una excusa, cuando te hemos pillado, cuando todos sabemos qué intención tienes? ¿No es la intención, así expuesta, algo sin manifestación, que puede vivirse en lo oculto contrariando todo lo demás, sin luz, sin claridad, entenebrecido? ¿No será la intención presa de este modo de una culpa que, independientemente de si se ve o no se ve, se expone y causa destrucción socavando todo, dejando todo sin sentido? ¿No es una forma de cobardía igualmente, al vivirse de espaldas a todo lo demás, incluido uno mismo con su conciencia, si pudiera vivirlo? ¿No es aquí donde mejor ha expuesto, por ahora al menos, Sócrates y no otro, la densidad de la conciencia y la conexión del deber con cada persona singular, con cada individuo en el conjunto de relaciones que tiene con otros, por lo cual "las leyes" traen ante su mirada a "la ciudad" como testigo, que sufrirá el mal? ¿No dice, eso sí que es duro verlo, Sócrates, que el mal se hace y puede ser causa de mal en otros, pese a ver negada esta misma afirmación en otros textos y lugares? ¿Qué hacemos con todo esto? 

La exposición es densa. La imagen es bella. La responsabilidad está puesta de manifiesto y es propia de la persona en su conciencia. Por esto, igualmente, esto solo puede decirse como en cierta metáfora. Pero las leyes hablan, la ciudad escucha, y toda persona que vive lo hace bajo un juicio y como juicio.  No es solo el cielo lo que pesa, con su infinitud, sobre Sócrates, sino que ante él aparece el rostro de la ciudad, lo más concreto de lo concreto, la singularidad del otro hombre. 



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