martes, 31 de agosto de 2021

La paradoja del final

Lo paradójico del final es que termina porque empieza algo nuevo. Y, por conocido que sea, tiene una cierta novedad, no es simple repetición, ni vuelta a lo de antes. Desde que dejamos la escuela (en mi caso, en otros será otra cosa) no ha se ha producido un desdoble en mí en el que otro josefer haya vivido no sé qué cosas, sino que soy yo, con mi verano ahora a cuestas, el que retomo lo que llevaba antes y no precisamente donde lo dejé. La escuela (en mi caso, sí) tiene siempre el componente de renovación en los alumnos, que se mantienen ahí con sus años correspondientes, mientras en mi caso sumo y sumo. Año tras año la diferencia es mayor. Este curso soy un año más viejo, sin embargo ellos son constantes en su juventud. Eso. Que algo termina porque lo supera algo más. Algo parecido dice Fichte. Por cierto, que una profesora de universidad se ha quejado de que no entren en el catálogo de temas importantes para ganar puntos en el currículo ni él, ni Schelling, ni Hegel. Y, con todos mis respetos, sin tener una profunda devoción por ninguno de los tres especialmente, reconozco que es una salvajada querer darles portazo tan pronto. Sobre todo si no los hemos criticado suficiente. Pero quién los leerá. Los han quitado por difíciles. ¡Evidentemente! Además, sus nombres siempre se pronuncian mal. 

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Hace unos días preguntaba sobre la duda en Twitter. ¿Se duda de lo que se sabe o de lo que no se sabe? Hay respuestas para todos los gustos. La duda no es un "fenómeno", no llega de fuera. Creo, sinceramente, que es la precaución del alma para no asentarse demasiado pronto en verdades que requieren confianza. Se duda, además, de lo que realmente importa. Lo que no, se puede dejar pasar tranquilamente. No hay reflexión sobre el olvido, salvo para detenerse en el olvido mismo, como si fuera una especie de puerta cerrada que dice: "Nada se perdió, pero no lograrás entrar. Todo está aquí." Se pueden seguir las pistas que han dejado las cosas olvidadas. Es otra tarea. Respecto a la duda, lo más importante es tomársela en serio, no despreciarla. La duda no puede vencer lo dudado, en cuanto duda. Sin embargo, lo que es dudado está como vivo. 

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Lo siguiente lo digo sin tecnicismos. Es más fácil. La verdad siempre es de la persona. No hay verdad en el mundo, entre los números, los libros, los cuadernos, la naturaleza. Allí no hay verdad. La verdad es, por tanto, siempre algo personal, vivido por la persona. Por ello, en cierto modo, es subjetivo siempre. Ahora bien, nuestra búsqueda de la verdad intenta reconocer en lo que vivimos la realidad que es vivida. Es decir, nos planteamos la objetividad de nuestra subjetividad, sin salir por ello del marco de nuestra subjetividad. Cabe replantearse la cuestión, casi ir hacia el inicio de todo. Y entonces es cuando aparece la petición de salir a las cosas mismas. En la reflexión, no fuera de ella. Insisto en que no se puede salir de sí. Es imposible. Ahora bien, recordemos que nadie empieza esto por sí mismo, que no es un capricho de mi subjetividad, sino que en ella se descubre algo más que la subjetividad misma. Algo así. 

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Metáforas varias. Hoy he publicado un artículo en Vida Nueva sobre una vida "en reserva" (coche) o "con reservas" (acumular). En síntesis, muchas personas viven lo primero, notan permanentemente que se agotan sus capacidades, sus fuerzas, sus esperanzas. Kierkegaard lo ha descrito perfectamente, a mi entender, como final de una etapa en la vida que pide un salto más, pero que no termina nada. Lo interesante está por llegar. Las personas, sin embargo, se pueden acomodar a esa vida sin vida por mera supervivencia. Es una paradoja. Pero la biología se revela. Si todo fuera biología pareceríamos setas sin alma, sobre todo en Occidente. 

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No termino de creerme que los que deciden la guerra en Afganistán, o la no guerra, no piensen con veinte años de proyección, mínimo. Sería interesantísimo conocer los "escenarios" que manejan. Una auténtica locura. Cómo decidirse entre tanto papel sin realizar, pura imaginación. Pero insisto en que no me creo que no haya planes a más largo plazo en el que todo tiemble fácilmente. Algún autor, de los que seguimos leyendo, ha diseñado seguramente para Europa un proyecto que se mostrará como inmediatamente irresistible, sin que podamos hacer nada para evitarlo. Nadie puede hacer nada contra el movimiento de placas tectónicas (sociales). Y de esto se trata a un cierto nivel de la política. 

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Tres libros a los que me falta dar un empujón final y terminar de re-leer. No diré cuáles son. Dos no quiero que terminen. Estoy comprendiendo mucho más que en la primera y segunda pasada. Además, me permito el lujo de conectar interiormente referencias de un sitio con otro, de este momento con aquel otro. Me imagino a ciertos grandes pensadores de la historia involucrados en un libro, descubriéndolo como hago yo tantas veces, pero a ellos les supongo la inteligencia que yo sé que no tengo. Es impresionante deambular por el despacho cargado de libros de Hermann Cohen mientras él pone caras y mira al techo con un ejemplar de Unamuno en las manos. Por supuesto, esta gente no necesita que nadie le traduzca nada. Entonces el viejo hombre sabio judío agacha la cabeza y hace una anotación al margen en alemán que dice: Wie groß bist du in mir! O algo por el estilo. Y sigue leyendo.

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Un amigo me vuelve a llamar para insistir en que quedemos para continuar estudiando. Algo que nunca he dejado de hacer, como si no hubiera salido de la universidad. Este año escogeremos un libro por definir para unas sesiones privadas entre cuatro o cinco. Están sobre la mesa pesos pesados. De momento los he leído todos. Luego estoy en la mejor disposición posible para escuchar.





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