jueves, 26 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 106. (Platón, 358e - 359d)

Seguimos. Se trata de ignorancia no por negatividad, porque nos sumiría en la desesperación. Es ignorancia en sentido más positivo, en el más acertado en cuanto a la vivencia de quien se conoce a sí mismo. Una ignorancia que topa con una realidad de tanta importancia y cualidad, desviándonos de la cantidad, que no es exagerado preguntarse por nuestra capacidad para recibirla. ¿Qué realidad en nosotros es capaz de hacerse cargo de ella? La ignorancia, permanecer en la sabiduría de la ignorancia. 

A todos les sigue pareciendo bien lo que Sócrates está argumentando, como último intento casi por provocar algún cambio en ellos. Tan es así, que se está mostrando como Sócrates es cualquier cosa menos un buen maestro. Es un pésimo maestro. No se hace entender ni cuando le dan la razón. Algo así, dicho sea de paso, como al Maestro. Pero no me meto ahí. Queda en evidencia, en cualquier caso, que la comprensión no se realiza desde fuera nunca, y que el escenario general a vencer no ayuda, sino que refuerza la posición de sabiduría ingenua en la que estamos habitualmente sumidos. 

En cualquier caso, si la sabiduría la igualamos normalmente con una cierta peculiaridad de la memoria (que no es recordar por recordar, que esto daría situaciones de lo más estridentes y surrealistas) que vincula el tiempo entre sí actualizando lo que no está en el olvido, a Sócrates nadie puede discutirle que es un sabio. Porque ahora vuelve hacia atrás y pregunta a Protágoras por aquello que dijo en aquel otro momento del diálogo sobre la virtud y las partes de la virtud, entre las que, según él, el valor era más relevante que la sabiduría. Que es precisamente todo lo contrario de lo que ha sucedido después. Veremos qué puede decir Protágoras, después de decir sí a tantas cosas, sin conocimiento. 

Sócrates lo que hace es repasar para sintetizar en argumentos un largo recorrido. Algo que Protágoras, allí presente, también recuerda. Coincidir en el recuerdo no es tampoco algo despreciable. Podría alguno dar marcha atrás, desdecirse, intentar convencer a otro de que no fue tal y como se dice. Eso, evidentemente, en el diálogo oral, en la auténtica conversación. Aquí, por escrito, se puede medir incluso cada palabra exacta. Lo único que ha cambiado en este recuerdo es su posición en el tiempo, la consideración nueva después de lo hablando entre medias. Es evidente que, por tanto, no se trata de repetir sin más. Se trata de ofrecer una nueva oportunidad a lo abandonado, para que no quede tal cual se dijo y se pueda reparar lo que sea posible reparar. ¿Cambiará algo?

Dividiendo paso a paso sería esto lo que se argumentó entonces: 

Eran cinco partes de la virtud y ninguna era como la otra, teniendo cada parte su propia capacidad. 

Esta es la percha general sobre la que se descuelga el resto del discurso. Sócrates no atiende a esta afirmación, sino a la siguiente. Continúa: 

Dijo que cuatro de ellas eran, hasta cierto punto, cercanas entre sí, pero que la otra era la única que se diferenciaba muchísimo de las demás; el valor. 

Las cuatro próximas entre sí eran sabiduría, sensatez-prudencia, justicia y piedad, siempre como partes de la virtud. La que se diferencia era el valor, la valentía, el coraje, la fuerza en definitiva. Pero sigue. El argumento que dio Protágoras en su momento para defender esta posición fue: 

Encontrarás hombres que son muy impíos e injustos y desenfrenados e ignorantes, pero muy valientes. En ello reconocerás lo mucho que difiere el valor de las otras partes de la virtud. 

El problema de esto que dice Protágoras, si es que se encuentra gente realmente así, es lo que entiende por valentía. Está claro que se parece más a una fuerza en la persona que, sin más miramientos, hace cualquier casi cualquier cosa. A eso le llama valor, que recibirá muchos nombres a partir de aquí a lo largo de la historia, algunos muy "curiosos", excesivamente descolgados de todo lo demás en la persona, de todas sus dimensiones, partes, capacidades. Esta es, por supuesto, la pregunta indirecta que provoca la afirmación de Protágoras. Porque, de alguna manera, lo que se plantea es su prioridad, tan próxima a la virtud, que es la perfección sin más de la persona, que parece haber dibujado ya la perfección como accesible, simplemente en el obrar, en la acción, y especialmente en la acción por la acción. 

La carga "ontológica" es amplísima. Se trata de poder por poder, por así decir. De un poder que expresaría el ser en la acción, casi sin preguntas, casi sin orientación, limitado al presente, abocado a ser como si nada pudiera pararlo, como si nada de lo que hay frente a él supusiera más obstáculo que alguien para sí mismo. Subjetividad airada, eso sería valentía.

Aunque a Pródico, a quien se ha citado en lo inmediatamente anterior para que no haga muchos juegos de palabras, adelantando matices sin atender a lo esencial del tema, ahora Sócrates pregunta, con su ironía habitual, algo que, sin entender lo que está diciendo, evidentemente se rechazará sin más reflexión: 

¿En qué fundas que los valientes son audaces? ¿En lo mismo que los cobardes?

Dijo que no. 

¿Por consiguiente, en otra cosa?

Sí, dijo él. 

¿Es que los cobardes avanzan a lo seguro, y los valientes a lo temible?

Así se dice, Sócrates, por parte de la gente. 

Seguirá después con más. Pero vayamos por parte. Una realidad queda definida, en primera instancia al menos, por lo que queda fuera de su límite, que sería su contrario. En este juego binario, de polos enfrentados y excluyentes, a una imagen de la virtud le correspondería también una cierta claridad sobre su antivirtud, sobre su frontera, sobre su límite. Pero como ir así por la vida exige mucha finura y detalle, porque donde se separan es al mismo tiempo donde se juntan y rozan, entonces vayamos allí donde las palabras pueden hacer un trabajo nítido. Por eso, allí donde hay valentía no hay cobardía. En primera instancia se oponen, al tiempo que se resuelven en una continuidad de lo mismo, que sin embargo Protágoras no acepta o no acierta a ver. Sí está clara la distinción, hasta ahí llega toda persona mínimamente sensata. Pero cuando llega la segunda pregunta parece que también hay que decir que no. 

Si son cosas diferentes, si hay por tanto tal fractura entre la valentía y la cobardía, se establece para Protágoras un dualismo fuerte. No se miden por lo mismo, no comparten espacio. Algo que a Sócrates parece que le da igual, tan igual que sigue sin discontinuidad con una pregunta "hacia delante", de la que ya no cabe salir airoso se diga casi lo que se diga. Como si de dos mundos diferentes fueran los que la persona tiene delante dependiendo, sujetos a lo que decidirá, entonces el cobarde elige "un mundo seguro" mientras que el valiente se inclina por "un mundo terrible". Algo tan ridículo y absurdo que solo bajo la ceguera protagórica se puede afirmar sin vergüenza. 

El valiente es tan temerario que se va hacia "un mundo terrible" continuamente, ¿es esto? No vale, si es virtud y no se trata de un solo acto aislado, que unas veces sea cobarde y otras valiente, ni en unos asuntos parezca que responde de un modo y luego en otro. Si es virtud se supone que empuja a la persona desde sí misma a realizar la acción apoyada en ella. Ya quedará para más tarde, dicho sea de paso, cómo se alcanza. Pero por ahora no se refleja. Solo la permanente oportunidad que la persona tiene de ir en una u otra dirección "hacia delante". ¡Siempre hacia delante!

Protágoras responde conscientemente como aquellos a los que hasta hace un momento criticaba, pero igualmente sin pensar. Ahora los trae aquí a colación, sin más, para encontrar refugio seguro. No es una estrategia visible, salvo cuando se dice tan claramente. En cuántas ocasiones, al decirse simplemente sin amparo de la fuente de donde llega y del mundo donde se acepta, está presente pero sin dar la cara por completo. 

De otro modo, ¿qué mide al valiente y por qué se llama así? ¿Por lo que hay, por lo que puede haber? ¿El conocimiento de lo que hay o de lo que puede y debe haber, a diferencia del presente? ¿El conocimiento de la fuerza de la persona para realizar otro mundo, que es posible, pese a lo que piensa "la gente"? ¿Es esto? ¿Es lo que sabe y dice acaso con la acción?

Por eso Sócrates continúa examinando la opinión de Protágoras y a Protágoras mismo, como siempre.

Dices verdad, dije yo, pero no te pregunto eso, sino ¿en qué dices tú que son audaces los valientes? ¿Acaso en lo temible, opinando que es temible, o no?

Y Protágoras quiere retomar el liderazgo de la conversación citando a Sócrates. 

Tal cosa, dijo, en argumentos que tú has expuesto se ha demostrado que es imposible. 



 

 


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