sábado, 28 de agosto de 2021

PROTÁGORAS. Día 108. (Platón, 360a - 360e)

Era la guerra. No lo sabíamos. El diálogo se resuelve en la guerra. No todas son iguales. Es la guerra de los valientes, claro. De los que se atreven, de los lanzados y de los lanzamientos. Es la guerra a la que no van los cobardes porque ignoran, según Protágoras, tanta felicidad, tanta belleza, tanto bien. Es la guerra de los hedonistas que encuentran en ella placer tras placer. 

¿Estamos locos o qué? Si alguien no se ha separado ya de Protágoras, que lo haga. Esto es inaceptable. ¿Acaso no piensa lo que dice? O es de esos que hablan por hablar, mantienen con cerrazón su error cueste lo que cueste. La guerra es eso, efectivamente. La afirmación de la ignorancia llevada al extremo del terror. La guerra de ahora tanto como cualquier guerra pasada. En las que, además, se participa habitualmente porque hay masas de gente no dispuestas ni a pensar lo mínimo y que obedecen a diestro y siniestro. 

Sócrates insiste. 

¿Y qué pasa con el valiente? ¿No va hacia lo más hermoso y mejor y más placentero?

τί δ᾽  ἀνδρεῖος ; οὐκ ἐπὶ τὸ κάλλιόν τε καὶ ἄμεινον καὶ ἥδιον ἔρχεται ;

Es mejor tomar esta frase por separado, fuera de todo lo demás. Lo siento, Protágoras. Bienvenido, Sócrates. Una pregunta cargada de contenido, en la que el valiente, el auténticamente valiente, ¿no es el que vive un compromiso fecundo y serio con la belleza, el bien y "el placer" (me gustaría borrar esta última palabra y cambiarla por "la verdad", está claro; pero está la verdad en la forma de la pregunta)? El valiente ¿es el que tiene fuerza, pero de tal grado que le gobierna internamente con virtud quedando atrapado por algo muy superior a él? El valiente aquí no es muy parecido a lo que decimos como "libre" en los tiempos modernos, al menos en papeles. El valiente ¿no será, precisamente por esto, más bien un mártir que un asesino? 

De manos del valiente descubrimos lo que ya sabemos. Que el mundo, la realidad, la vida se puede expresar en términos de belleza y de "lo mejor", resultando así que el término de su acción y su fin no es responder a lo que hay, porque por ese camino siempre se llegará a la guerra y la muerte, sino a lo que precisamente no hay y muchos ni esperan. Pero el valiente hace posible lo que en el diálogo habitual se toma por locura y por ingenuidad. Siendo, a poco que se piense, al revés. Pero esto, claro está, si no consideramos con Protágoras la existencia de una parte de la virtud llamada "valor" que está por encima de todo lo demás y, en absoluto, más allá de la sabiduría. Si se torna, como propone el sofista, mero empuje de la vida por la vida todo será posible. Que es precisamente lo que lamentablemente ocurre en el mundo. Los periodistas además nos animan día a día a descubrirlo sin pudor alguno, con imágenes de todo tipo que hacen vomitar. 

A Protágoras le parece que lo que dice Sócrates es, por supuesto, algo que es necesario reconocer. Es imprescindible reconocer esto. Que el valiente va en esa dirección. Pero a Protágoras no se le ocurre preguntarse nada a sí mismo. La palabrita de inicio se puede traducir como "no queda otra", "no hay otra salida", y también como una "necesidad" que excluye definitivamente la libertad, crea la persona lo que crea, piense lo que piense. Es "destino" en su sentido más fuerte. Es "el destino" del valiente. Pero Protágoras sigue sin poner delante lo que corresponde. Y, con todo, dice estar en "sintonía", "homología" con Sócrates. Lo cual es ridículo, irónico. ¡El que se dice sabio!

ἀνάγκη , ἔφη , ὁμολογεῖν .

Sigue Sócrates con nueva pregunta y nuevo matiz. 

¿En conjunto, por tanto, los valientes no sienten terrores bochornosos, cuando tienen temor, ni confían con vergonzosas confianzas?

Verdad es, dijo. 

οὐκοῦν ὅλως οἱ ἀνδρεῖοι οὐκ αἰσχροὺς φόβους φοβοῦνταιὅταν φοβῶνταιοὐδὲ αἰσχρὰ θάρρη θαρροῦσιν;

ἀληθῆ, ἔφη.

Sea como sea, tanto bajo el miedo como bajo la seguridad, los valientes no atienden a esas "impresiones" o esa "sensibilidad". Atienden más a su compromiso con "lo mejor" que a lo que inmediatamente viene sobre ellos. No digamos a la opinión de los demás, la cual aquí ni se nombra, y que muy probablemente esté debajo de todo miedo, interpretando las posibilidades que la persona no ha pensado por sí misma, que no ha reflexionado por sí misma, que no ha juzgado por sí misma. El valiente, tal es su orientación, atiende siempre a la posibilidad del bien. No sin dificultades, no sin obstáculos, pero claramente en atención a esa confianza citada aquí al lado de lo vergonzoso. ¿Será que el valiente ha salido de la vergüenza? ¡Imposible! ¿Será que el valiente está más atento, al menos? ¡Probable!

Es ofensivo que Protágoras diga "verdad", como liberación, como "¡lo veo!", como "me solté" cuando permanece tan agarrado a no reconocer que no sabe ni lo que está diciendo. 

El punto del "terror bochornoso" me suena a una página de un célebre escrito del siglo XX que hizo una exposición del miedo sublime, jugando con las palabras para procurar ver sus amplitudes. Es posible tener miedo a todo. Hasta al éxito. Y no digamos a quedar presa del mismo miedo. Eso es este "terror bochornoso", el miedo al mismo miedo. Algo que los valientes, según parece, ni contemplan porque están ya, por su misma virtud, por encima de esta situación asentados en otra confianza, no ridícula, aunque quizá no del todo confesable. Siguen ahí, pero por ser algo más que valientes. Ellos lo saben. Valentía es simplemente la exigencia de la fortaleza propia, dada a cada persona por el hecho de ser persona, es decir, su capacidad e impulso original, pero templada. Valentía es fortaleza templada, dirigida, orientada. ¿A qué? A lo mismo que la justifica internamente. ¿Tendrá razones para ser así? ¡Que las explique! ¡Habla valiente! Y el valiente calla porque no saben qué están preguntando, porque es probable que ni lo sepa. 

Son miedos hermosos. ¿Me lo explicas, Sócrates? Retos, simplemente eso. Conflictos, simplemente eso. Muros, simplemente muros a través de los cuales se puede pasar, aunque no por uno mismo ni probablemente de mano de las artes que habitualmente se usan para pasar muros. ¿Se puede atravesar una puerta o una pared, así por las buenas? Y mis alumnos dicen, siendo jóvenes, que sí, usando la inteligencia. Sea lo que sea lo que hay más allá del límite, de la determinación, del concepto colindante con algo que lo define, más allá racionalmente es algo más. Más allá de lo finito es lo infinito. Más allá de lo temporal es la vida, es decir, la eternidad. Y la razón lo sabe. Como no lo sabe ni los sentidos, ni los sentidos cuando dejan de sentir y se creen ellos mismos la razón especulativa y crean imágenes a partir de sus apariencias. 

Por lo tanto, Protágoras, no seas cobarde. Mira qué pasa.

Por tanto, ¿los cobardes y los alocados tienen, por el contrario, temores bochornosos y confían con vergonzosas confianzas?

Estaba de acuerdo.  

οὐκοῦν kai οἱ δειλοὶ kai οἱ θρασεῖς kai οἱ μαινόμενοι τοὐναντίον αἰσχρούς τε φόβους φοβοῦνται kai αἰσχρὰ θάρρη θαρροῦσιν ;

ὡμολόγει .

Nótese que Protágoras no habla, que es Sócrates quien esta vez responde por él. Ni necesidad, ni verdad. Solo "homología". En esto sí. Aquí sí. 

De los cobardes se puede decir cualquier cosa, porque aunque estén presentes no dirán nada en su defensa. A ellos, a los que temen algo, se les da siempre con dureza. Pero el valiente sabe que es su condición más propia. El valiente sabe de su cobardía más que ningún otro. Y de sus límites. El valiente tiene miedos, cómo si no se puede vivir. Y los miedos no dominan. Tiene algo diferente a una vida no ubicada en el miedo. Y el valiente no es valiente por ser valiente. Es valiente porque otros, que viven bajo el miedo, el miran y dicen: ¡Ey, que ahí está el que no es como nosotros y se ríe de nosotros!

Sigue Sócrates. 

¿Tienen confianza en lo vergonzoso y lo malo por alguna otra razón que por inconsistencia e ignorancia?

Es así, contestó. 

θαρροῦσιν δὲ τὰ αἰσχρὰ καὶ κακὰ δι᾽ ἄλλο τι ἢ δι᾽ ἄγνοιαν καὶ ἀμαθίαν ;

οὕτως ἔχει, ἔφη.

Los cobardes, claro. ¿Y los valientes? Algo no se está diciendo. ¿No serán los valientes los que responden a su vergüenza de sí mismos, los que saben mejor que nadie de su inconsistencia y algo más, de su ignorancia y algo más? ¿No será que no son sabios, como dicen los muchos, sino que sabio se es de otro modo que no se ve con claridad del lado de la prisión de lo inmediato? ¿No será más bien esto en lugar de estas preguntas sencillas de respuestas fáciles de las que Sócrates no consigue sacar a Protágoras y Protágoras no hace nada para salir de allí? 

El diálogo, que está a las puertas de terminar ya en sus páginas, da la sensación de que acabará con un: "¡Chicos, vamos a comer! ¡Dejar de jugar y lo que estéis haciendo, que luego recogemos juntos!" Bueno, esto es una burla. Pero vale para más de uno. 

Seguimos. Algo hace que el cobarde sea cobarde. Está claro. ¿Será la cobardía?  ¿Y no se dieron cuenta de que eran cobardes por ignorancia de lo temible? ¿Los cobardes entonces lo son por ignorantes? ¿Y la valentía es lo contrario? Entonces...

Y después de un rato... 

Por consiguiente, el conocimiento de lo temible y de lo no temible es contrario a la ignorancia de estas cosas. 

También asintió. 

οὐκοῦν ἡ τῶν δεινῶν καὶ μὴ δεινῶν σοφία ἐναντία τῇ τούτων ἀμαθίᾳ ἐστίν;

καὶ ἐνταῦθα ἔτι ἐπένευσεν.

Lo que venimos diciendo. Que el valiente parece un impostor, porque no es valiente sino que sabe que no debe temer lo que parece que muchos temen. O al menos quiere vivir así. Pero si es así, y realmente no sabe de temor, lo normal será que sea un alocado. Si no teme, no será humano. Será el temor, pero no el sometimiento al temor, un camino imprescindible para la verdad sin quedar sometido al temor más que a la verdad. Hay cosas, sin embargo, que aquí se mantienen como realmente temibles. ¿Qué puede ser? Esas que el valiente reconoce como tales. Pero no todo es temor y temor. Qué angustia la de la permanente precaución. 

¿El pensar destruye el miedo o lo incrementa? Conozco muchos que dicen que lo aumenta. Que sin pensar se vive mejor y sin miedo. 

Protágoras ni responde. Se queda callado hasta con el cuerpo. Deja de estar allí presente del todo. Se niega a participar. 

Aquí ya no quiso ni siquiera asentir con un gesto y se callaba. Y yo dije: 

¿Qué pasa, Protágoras, que ni asientes a lo que pregunto ni lo rebates? 

Concluye tú mismo, dijo. 

οὐκέτι ἐνταῦθα οὔτ᾽ ἐπινεῦσαι ἠθέλησεν ἐσίγα τε.

καὶ ἐγὼ εἶπον: τί δή, ὦ Πρωταγόρα, οὔτε σὺ φῂς ἃ ἐρωτῶ οὔτε ἀπόφῃς;

αὐτός, ἔφη, πέρανον. 

Pues una cosa más. Solo una cosa más. ¿Te parece, como al principio, que hay hombres muy ignorantes y, sin embargo, muy valientes?

Y atención, porque contra toda esperanza, Protágoras responde: 

ἕν γ᾽ἔφην ἐγώμόνον ἐρόμενος ἔτι σέεἴ σοι ὥσπερ τὸ πρῶτον ἔτι δοκοῦσιν εἶναί τινες ἄνθρωποι ἀμαθέστατοι μένἀνδρειότατοι δέ.

Que conste, por todo lo dicho, que es una lástima que Protágoras se haya tomado todo así y continuamente así, como una guerra. Es una lástima porque ahora es capaz de hablar por sí mismo. A fogonazos lo ha hecho de vez en cuando durante todo el diálogo. Que han sido unos cuántos días. No se trata de esto Protágoras. No es contra ti, en ese sentido. Esto no es la guerra. Ni hay victoria semejante. 

Que este sea el final... ¡No puede ser!

Al menos Protágoras se ha reconducido. Algo en él se ha reorientado. Y él lo sabe. Es un paso adelante que no tiene marcha atrás. Está claro. 





 



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