lunes, 16 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 15. (Platón, 21d - 21e)

El encuentro con el político no ha sido favorable, sino más bien todo lo contrario. Ni ha conseguido refutar el oráculo de Delfos, ni ha conducido a nada bueno para Sócrates mismo, ni para el político, ni para el pueblo. Es más, se podría incluso pensar que del examen, si surge la indignación, se ha vuelto una situación mucho peor de lo esperado. Ahora convendría empezar a temer. Porque el político, y el pueblo en su conjunto, deciden lo que ocurre en la ciudad. En Atenas se podía expulsar a cualquier ciudadano que no se considerara alineado con la vida común. Y no han sido pocos casos. Por supuesto, también se puede condenar a muerte o hacerle sufrir mucho. Mejor no pensarlo. 

El caso es que si Sócrates ha comprobado que es sabio en algo, al mismo tiempo ha comprobado que ese saber no es "poder", en sentido estricto. No se impone sobre otros. Esto no estaba en lo que el oráculo había dicho. Pero de forma palmaria aparece. Queda en el resumen de lo sucedido. El político, que accedió a dialogar con él, ahora se ha vuelto en su contra. Y con él, porque él sí tiene poder, el pueblo, la opinión general, la opinión pública. En Atenas no había redes sociales, ni medios de comunicación como televisión y periódicos, pero sí había opinión general, opinión pública. La democracia se asienta en la salud o enfermedad de esa opinión, que es, en definitiva, un elemento constituyente de un "sentido común". 

No solo el político, sino otros que también decían saber mucho y ser sabios, también estaban en la misma situación y respondían con el mismo esquema. Tras el diálogo convertido en examen, que en el fondo es examen de la sabiduría de Sócrates por un lado y no solo examen del interlocutor que dice ser sabio, se prueba que, si no se parte de la ignorancia del saber humano, todo se desmorona fácilmente. La evidencia está en que hablan y hablan contradiciéndose a sí mismos y sin querer solventar la contradicción, sin darse cuenta de ella o haciendo "como si" diera igual tal contradicción. Esto es lo trágico, fuera de la teatralidad en la que se pueden leer hoy los diálogos. No es una muestra escrita para ser contemplada, sino el modo habitual y común en el que las personas viven: la contradicción, la paradoja, la tensión. ¿Quién la resuelve? ¿Quién se apoya y cómo en semejante tensión? ¿Qué descanso posible queda?

En este punto se expone muy claramente el asunto. Sócrates no ignora que ignora, no pasa por alto la limitación, la crudeza de su falta de conocimiento, no da un paso más allá haciendo de su débil opinión una opinión fuerte para todos, sino que queda instalado en la pregunta, el misterio y, en cierto modo también, la duda, el paréntesis, la distancia. Si da un paso más adelante, y no queda otra al viviente, será por algo distinto a la seguridad que se atribuye a ciertos conocimientos y sabidurías. Mejor dicho, si da un paso adelante será por cierta sabiduría, que no es la que comúnmente se considera como tal en tanto que certeza total y cerrada. Será, y esto es lo más propio del ser humano, para abrir posibilidades y no solo para realizarlas, será para adelantar algo en la historia y no solo para cumplir un destino impuesto externamente. 

Al irme, pensaba para mí: "Yo soy más sabio que este hombre. Seguramente, ninguno de nosotros sabe nada más que valga la pena, pero él cree que sabe, aunque ignora, y yo, ya que no sé, tampoco creo que sé. Así que, por este matiz, yo soy más sabio que él: porque no creo saber lo que no sé." Me dirigí entonces a otro de los que tenían fama de saber más que aquel hombre, y me pareció lo mismo, y de nuevo él y muchos otros se indignaron conmigo.

Este párrafo es fundamental en la historia de la filosofía. Muestra cómo la vida entera se asienta y sostiene en aquello que sabemos. La persona es racional no porque las ideas, tal y como lo entendemos hoy, en tanto que pensamientos, sean lo decisivo. Sino porque vivimos simbólicamente y actuamos en un mundo repleto de referencias, relaciones, visiones. O vemos, o no vemos. O hay salida, o no hay salida. O hay oportunidad de algo más, o quedaremos con el menos. En este sentido y dirección comprendo yo lo que aquí se dice. No como "intelectualismo", sino como un racionalismo realista, como sujeto inserto en la realidad, no constituido al margen de ella, y, sin embargo, diferente de todo lo demás incapaz de confundirse con un objeto en cualquiera de sus movimientos. 



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