sábado, 14 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 13. (Platón, 21a - 21b)

Si nos entendiéramos con palabras y hablando, todo sería mucho más fácil. Comunicamos cosas que no siempre se oyen, se entienden. Las palabras no son tan transparentes. Hay polisemias, sinonimias, relaciones internas y externas entre palabras y cosas, entre lenguaje y mundo. 

Como en otras ocasiones, si al ser humano se le pidiera vivir en un único "mundo", en una única "realidad", todo sería más fácil y estaría integrado. Pero la complejidad deriva en tensión y requiere tensión para su expansión. Así, por ejemplo, la palabra propia tiene que vérselas con la palabra ajena, la palabra propia que es palabra del corazón tiene que exponerse y salir de su hogar cómodo y placentero donde encaja para ir al encuentro posible con el otro, llamando a la puerta y quedando a la espera de ser recibida. En ese tiempo que va de una a otra, en ese "entre" tan profundo, la palabra se ha vuelto donación y se hace también llamada. No es ni de uno, ni de otro propiamente hablando. O de los dos. Ambos quedan al margen de ella, en cierto sentido. Y los dos quedan implicados por ella, en cierto sentido. Alguien dirá que esa palabra es de quien la dice siempre, pero en tanto que el oyente puede hacer con ella lo que quiera es evidente que hay una separación. No diría absoluta y radical, pero hay una separación que comprender y entender para que pueda llegar a ser palabra oída por otro. 

El caso es que Sócrates está ante el tribunal. Ha expuesto su sabiduría, que es lo importante, como sabiduría meramente humana. Sin el meramente: sabiduría humana, propia del ser humano. Hay otras sabidurías ya citadas. La primera, la del domador. Segunda, la de los sofistas. Pero en la ciudad hay más sabidurías. Así que ahora lo que toca es ponerse a ello y comprobar si la Pitia, después de que Querofonte "se atreviera a preguntar", tiene razón en lo que enigmáticamente dice o no. Sócrates dice o piensa que él no es sabio, pero eso haría que todo entrara en colapso y absurdo. Luego la Pitia debe haber querido decir algo que Sócrates quizá no comprenda del todo. A lo mejor Querefonte sabe más de esto que Sócrates, quién sabe. 

El caso es que Sócrates ahora se va a pasear por la ciudad investigando su saber y el saber de otros. Esto es lo que narra al principio de 21b, con más sencillez incluso. 

Considerad por qué os refiero esto, ya que voy a instruiros sobre el origen de la calumnia contra mí. Cuando oí aquello, me quedé pensando: "¿Qué dice el Dios? ¿Qué enigma me ofrece? Yo tengo plena conciencia de no ser sabio en absoluto. ¿Qué quiere decir, entonces, al afirmar que soy el más sabio? No puede decir algo falso, porque no le es lícito." Permanecí perplejo por mucho tiempo sobre lo que quería decir. Luego, a duras penas, me puse a investigar su significado de la siguiente manera. Me dirigí a uno con fama de sabio... 

σκέψασθε δὴ ὧν ἕνεκα ταῦτα λέγω: μέλλω γὰρ ὑμᾶς διδάξειν ὅθεν μοι ἡ διαβολὴ γέγονεν. ταῦτα γὰρ ἐγὼ ἀκούσας ἐνεθυμούμην οὑτωσί: ‘τί ποτε λέγει ὁ θεός, καὶ τί ποτε αἰνίττεται; ἐγὼ γὰρ δὴ οὔτε μέγα οὔτε σμικρὸν σύνοιδα ἐμαυτῷ σοφὸς ὤν: τί οὖν ποτε λέγει φάσκων ἐμὲ σοφώτατον εἶναι; οὐ γὰρ δήπου ψεύδεταί γε: οὐ γὰρ θέμις αὐτῷ.’ καὶ πολὺν μὲν χρόνον ἠπόρουν τί ποτε λέγει: ἔπειτα μόγις πάνυ ἐπὶ ζήτησιν αὐτοῦ τοιαύτην τινὰ ἐτραπόμην. ἦλθον ἐπί τινα τῶν δοκούντων σοφῶν εἶναι 

Tres cuestiones sobre este tema, a considerar brevemente. Primero, que quien ahora habla se ha situado antes a la escucha. Una escucha no comprensiva, sino interrogativa. Cuando oye lo que el oráculo ha dicho, lo que hace es preguntar. No darse por enterado y conforme, sino preguntar qué quiere decir. Porque en su sencillez hay enigma. Olvidar que las palabras son enigma, que no siempre se entienden a la primera, como las cosas a su modo y las personas en su misterio, es ya iniciar un camino. Ese camino se puede quedar en uno mismo o volverse pregunta sobre ello, que, además, en esta circunstancia es volverse pregunta uno mismo por el contenido mismo, tan directo, del oráculo. Quién soy. Dicho brevemente esta es la pregunta del oyente de la vida y del enigma. Quién soy. Y se da una confrontación entre lo previo y lo recibido. Un choque, un golpe, una oposición. Yo sé que no sé mientras el oráculo dice que sé. ¿Qué es lo que pasa aquí?

En segundo lugar, llama la atención el mundo afectivo, el mundo pasivo. "Permanecí perplejo mucho tiempo." No es tampoco cualquier experiencia. Se puede decir que la claridad aquí convoca la oscuridad, que la palabra llama al silencio, que la luz ennegrece la apacible existencia previa. Qué ha pasado. Y de ahí no se sale sin un trabajo duro, sin "a duras penas" ponerse a examinar, a investigar, a reflexionar, a pensar, a razonar, a darle vueltas, a considerar con atención qué quiere decir aquello y qué pasa aquí. Quién tiene más razón: o yo, o el oráculo. Con la salvedad de la confianza puesta, no demostrada, de que el oráculo no tiene legalmente la ocasión de mentir, decir algo falso. Así que, el cambio está servido en otra dirección más. Que es reconsiderar el propio pensamiento. 

Y, tercero, la alteridad más próxima. El oráculo está lejos, pero el prójimo está cerca. Así que solo queda recuperar la alteridad del "más que" en diálogo, precisamente en diálogo, con el otro más cercano que dice ser sabio. O sea, intentar refutar al oráculo. Y la sabiduría trata del diálogo. Es sabio quien dialoga, se ve la sabiduría en el diálogo. No en la soledad, sino en el diálogo, en el encuentro con el otro. Allí es donde emerge posiblemente esto que llamamos sabiduría. 

Quedan siempre muchas cosas por decir, pero quien escribe sabe poco. Ojalá pudiésemos dialogar más sobre estos temas, que nos harían, pienso yo, mejores en muchos sentidos. 


 


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