viernes, 13 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 12. (Platón, 20e - 21a)

La cuestión que está ahora trabajando es a qué se dedica y cuál es su sabiduría. Tiene, por ello mismo, una intención o finalidad, una dedicación, un quehacer. No es una acción anárquica, sino una misión en algún sentido y orientación. No lo niega, lo afirma. No estaba porque sí, de cualquier manera. Si salía al ágora, o se sentaba en un círculo invitado por otros tomando la palabra, es porque tenía algo que hacer. Y también, junto a eso, una sabiduría. Irónicamente presentada, en contraste con los sofistas más sabios que sabios de lo suyo. Una sabiduría "humana", constreñida en esa "humanidad" y firmemente asentada en ella. Tanto a lo que se refiere de objeto probablemente y, quizá, mejor sería todavía contemplarla como "método". Una finalidad y un camino. 

Sigue la exposición, en la que ha pedido que sea escuchada la verdad, porque sabe que hay otras dos palabras fundamentales que trabajan en otra dirección. La primera, la calumnia, la acusación, la opinión que se ha generalizado a propósito de algunos ciudadanos libres de Atenas contra él. La segunda, que según parece tiene una autoridad mucho mayor que cualquier otra en su tiempo, la del oráculo de Delfos. O sea, la de Apolo. Pero en lugar de nombrar a Apolo y regodearse en la atención que le dispensó la Pitia, hay que recordar al amigo que ya no está, a Querefonte. 

Narra Sócrates brevemente ese acontecimiento del siguiente modo. En un párrafo, diríamos hoy, más de la mitad de él es memoria del amigo. Primero, de su amistad y de la amistad con otros. Después de su exilio y regreso a Atenas. No para estar con Sócrates, sino "con vosotros", pensando en la asamblea. Tercero, el empeño que ponía en todo, la pasión. Y, por último, y como si tal cosa, por el viaje a Delfos, la pregunta y la respuesta. Como Querefonte no puede hablar ya, tomará por él como testigo su hermano en caso de que sea necesario, pues está presente allí. 

Sobre Querefonte, conviene resaltar la estupidez de la pregunta gastada. La Pitia no es que estuviera allí todos los días para dialogar con los visitantes. Había que hacer un esfuerzo grande hasta llegar a ella y, como suele pasar en estos casos, empeñar además parte de la propia riqueza. ¿Qué le hacía pensar a Querefonte que esa pregunta era la pregunta que debía formular? Lo desconozco. Pero hay que hacerse cargo de esa primera motivación. Y qué conseguiría de la respuesta, cuando lo normal es que, por muy sabio que sea alguien a nuestro alrededor, siempre pensemos que habrá otros de igual o mayor sabiduría, virtud, excelencia o inteligencia, puesto que todos estamos en camino y siempre nos queda qué recorrer y qué alcanzar. Pues nada, Querefonte quería saber la respuesta, que se contesta con un sí o con un no. Sin más. ¿Alguien hay más sabio que Sócrates? Sí o no. O sí, o no. Lo uno o lo otro. Punto. Y, una vez más, en qué. ¿En la sabiduría, así general y primera y última, en la radical sabiduría?

Pues la Pitia responde que no hay nadie más sabio que Sócrates e imagino a Querefonte descompuesto después de aquello, haciendo bártulos para regresar a Atenas y contárselo al propio amigo. Esa otra conversación tampoco debió ser fácil y el propio Sócrates quedaría traspasado. ¡Qué cosas tiene el enigma, el oráculo! ¡Qué crédito tan absurdo, de primeras! Lo paradójico es que Sócrates dirá de él mismo que, sabiendo que no sabe, tampoco entendió qué decía la Pitia. Pero, y esto es importante, se podía hacer el intento por comprobar si estaba o no en la verdad y dialogar con los que sí decían de ellos mismos ser sabios, independientemente de su campo y actividad. ¿Y por qué no montó una fiesta y lo hizo saber antes a todos sus conciudadanos para colocarse a sí mismo por encima de cualquiera que ose ir en contra? ¿Por qué no poner un letrero a la puerta de su casa, y recibir allí a gente venida de todo el mundo y cobrar y cobrar y cobrar por su sabiduría, con el aval de la Pitia? ¿Por qué hizo otra cosa y aceptándolo no terminaba de aceptarlo del todo? ¿Por qué?

Lo dicho: "La Pitia le contestó que no había nadie más sabio." ¡Menudo problema! ¿Y quién fue su maestro?

 Χαιρεφῶντα γὰρ ἴστε πουοὗτος ἐμός τε ἑταῖρος ἦν ἐκ νέου καὶ ὑμῶν τῷ πλήθει ἑταῖρός τε καὶ συνέφυγε τὴν φυγὴν ταύτην καὶ μεθ᾽ ὑμῶν κατῆλθεκαὶ ἴστε δὴ οἷος ἦν Χαιρεφῶνὡς σφοδρὸς ἐφ᾽ ὅτι ὁρμήσειενκαὶ δή ποτε καὶ εἰς Δελφοὺς ἐλθὼν ἐτόλμησε τοῦτο μαντεύσασθαικαίὅπερ λέγωμὴ θορυβεῖτε ἄνδρεςἤρετο γὰρ δὴ εἴ τις ἐμοῦ εἴη σοφώτεροςἀνεῖλεν οὖν  Πυθία μηδένα σοφώτερον εἶναικαὶ τούτων πέρι  ἀδελφὸς ὑμῖν αὐτοῦ οὑτοσὶ μαρτυρήσειἐπειδὴ ἐκεῖνος τετελεύτηκεν.

Al lector de griego, al que pueda como yo sin más pronunciar y juntar letras, les sonará familiar y cercana la sintonía entre "Delfos" y "adelfos". 




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