jueves, 13 de octubre de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 2. (17a-18a)

Siendo un discurso tan importante, en algo muy diferente a todos los demás, resulta extraño que se presente a sí mismo Sócrates diciendo que es alguien, por así decir, de una sola palabra. La consideración de que lo que dice es verdad va de la mano de la justicia, que emparenta con la libertad espontánea, y sus enemigos son dos fundamentalmente: el adorno y la mala intención, que calculan y compiten, que son premeditados.

Por cierto, lo de "toda la verdad" impresiona. Quizá por lo peliculera que suele ser la escena en las películas modernas y considerar que está haciendo aquí Sócrates una especie de jura, con todas las consecuencias. De hecho, es así como se podría decir que concluye su primera intervención, con un ruego al auditorio después de dejar claro que pondrá toda la carne en el asador. 

De alguna manera Sócrates está diciendo, y creo que se puede leer así, que está viviendo el presente. No de un supuesto pasado, ni preparando un futuro concreto. En el juicio está a lo que está, es decir, al análisis, al examen de sí mismo. Ya tiene una edad, como para andar jugando con bromas, como los críos, como los jovenzuelos. 

En el contexto de un juicio, ¿quién está interesado en la verdad? Pienso que solo el inocente o el loco, pero también el culpable en algunos casos, si vive la culpa. Por regla general, sin embargo, diríamos casi que ninguno. Un juicio es una ocasión más para sacar provecho. Sea como sea, el juicio es la ocasión propicia para decir, más que en ningún otro sitio, que la verdad se vive o no hay verdad, que la verdad es según se vive o lo que queda es el engaño de una vida "como si". Esta expresión "como si" es tratada por un buen filósofo como el remedio que la sociedad plantea para la salida del impacto que provoca descubrir la propia subjetividad, más que la propia historia. 

Nadie esperaba que Sócrates acudiera al tribunal. Según parece, fue una sorpresa que se quedara en Atenas y no huyera a tiempo, como en otros casos más o menos parecidos, en los que el pueblo ejerce cohesionadamente su poder frente a quien se sale de la norma. Lo extraño es, insisto, que se quedará por allí rondando. Dada su edad se puede uno imaginar lo que significaría el traslado. Dada la libertad de movimiento y su fama ganada en el ágora y entre unos y otros, quizá no hubiera sido para tanto. La "democracia" amedrenta y es habitual plegarse a la opinión de los muchos. ¿Por qué no temerla, cuando parece connatural al ser humano mantener ciertas distancias con el prójimo, aunque legalmente y de boquilla se llame hermano? ¿Por qué no dar la razón al miedo al otro? 

Sócrates se queda y lo hace para hablar. Pide que se le permita expresarse en su lengua habitual, no en la forma como los juicios se preparan. Es decir, pide que sea solo un diálogo. Quizá con la esperanza de que por fin, en el tribunal, aparecerá la verdad dado que es el lugar en el que la palabra va ligada a la acción, es el lugar de la significación, es el lugar en el que la realidad se determina y define en forma de sentencia, de afirmación. ¿No ha sido eso toda su vida? ¿Será este un diálogo más entre todos esos que no llegan a acuerdo firme y cada cual se va por donde ha venido con un mareo impresionante y cargado de preguntas que chocan entre sí?

Sócrates se muestra como aquel que quiere decir la verdad. Probablemente, leído con calma, esto es terrorífico. Más cuando se hace en un espacio público, que hoy se nos haría, dicho sea de paso, más bien pequeño. Pero este espacio público va a traspasar todas las fronteras y todas las épocas, impactando sobre el resto de los espacios públicos. Sin duda alguna. Bien para ser escuchado, bien para ser criticado. Pero en cada uno de ellos está presente y consolidado. 

Veremos qué sucede y cómo termina. Poco a poco. 



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