sábado, 7 de diciembre de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 36. (Platón, 29b - 30a)

En el texto sigue hablando Sócrates. Es una pequeña defensa propia en medio del juicio, y va dirigido muy directamente a la asamblea democrática de Atenas, que ostenta ciertamente el poder de decisión. En este caso, está sobre la mesa su futuro próximo e inmediato. No es cuestión de dilatar mucho la decisión. Por eso contrapone la posición a la decisión. Por posición entiende el lugar recibido, bien desde dentro de la propia conciencia, o bien desde fuera por una orden. No es existencialmente individual, sino personalmente comunitario. 

Es habitual hablar de la ignorancia de Sócrates y su sabiduría, uniendo ambas. Pero eso genera una confusión lamentable, que en este texto queda maltrecha. La sabiduría de Sócrates es saber qué ignora y en qué saber puede realmente afianzarse, posarse con fuerza y no ceder ni un ápice. Lo que ignora es aquello que muchos temen, que es la muerte. Lo que sabe es aquello que muchos no quieren reconocer, que es el mal que alguien puede hacer. Si, como él viene diciendo, se trata de estar anclado en el bien, de suyo está que hay que evitar en todo momento posible el mal, que sí se puede hacer. No sabe si el bien se puede hacer, pero sí se conoce el mal que no se quiere. De ahí que la posición en la que se está y se ha recibido signifique un bien y no mal. En primer lugar, porque nos ayuda a tener un punto de vista sobre la realidad en diálogo con el bien. Sea donde sea que hayamos caído, ahí estamos en diálogo con el bien. En segundo lugar, porque desde ese punto se reciben muchas acciones, que modificarán el punto de vista original, si dejamos que sea así. Permanecer es importante para continuar. La fidelidad, la lealtad, la constancia en el punto recibido. 

Por lo tanto, ignora y sabe. ¡Y también se fía! 

Sócrates manifiesta aquí que, en una escala, hay mejores y peores. Los humanos no son iguales entre sí respecto al bien. Los hay mejores y conviene aprender de ellos al máximo. Se puede escuchar el bien, y de hecho se escucha. No cabe duda de ello. Toda persona tiene esa capacidad despierta para el bien en su conciencia. 

Yo, atenienses, seguramente es en esto en lo que me diferencio de la gente, y si en algo dijera que soy más sabio que otros, diría que en esto: en que ya que no sé lo bastante sobre las cosas que hay en Hades, pienso que las ignoro; en cambio, que delinquir y desobedecer al que es mejor, tanto si es Dios como si es hombre, es malo y vergonzoso, esto sí lo sé. De modo que por males que sé que son males jamás temeré ni rehuiré lo que no sé si no resultará ser un bien. 

ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστικαίτοι πῶς οὐκ ἀμαθία ἐστὶν αὕτη  ἐπονείδιστος τοῦ οἴεσθαι εἰδέναι  οὐκ οἶδενἐγὼ δ᾽ ἄνδρεςτούτῳ καὶ ἐνταῦθα ἴσως διαφέρω τῶν πολλῶν ἀνθρώπωνκαὶ εἰ δή τῳ σοφώτερός του φαίην εἶναιτούτῳ ἄνὅτι οὐκ εἰδὼς ἱκανῶς περὶ τῶν ἐν Ἅιδου οὕτω καὶ οἴομαι οὐκ εἰδέναιτὸ δὲ ἀδικεῖν καὶ ἀπειθεῖν τῷ βελτίονι καὶ θεῷ καὶ ἀνθρώπῳὅτι κακὸν καὶ αἰσχρόν ἐστιν οἶδαπρὸ οὖν τῶν κακῶν ὧν οἶδα ὅτι κακά ἐστιν μὴ οἶδα εἰ καὶ ἀγαθὰ ὄντα τυγχάνει οὐδέποτε φοβήσομαι οὐδὲ φεύξομαι: 

Sócrates habla como expresando un principio fundamental, del que sacará después conclusiones prácticas. Pero tiene un principio. No es, por lo mismo, una acción cualquiera. Se sitúa aquí entre dos obediencias: a lo mejor y a lo peor, al Dios y a los envidiosos o perezosos o ignorantes interesados. ¿Le queda al ser humano alguna opción? ¿Por qué obedecer lo peor, pudiendo escuchar a lo mejor y obrar así lo mejor? ¡Por miedo! ¡Porque matan! ¡Porque dan muerte!

Así que, tanto si me absolvéis, sin prestar oídos a Ánito, que ha dicho que o bien habría habido que empezar por no conducirme hasta aquí, o, una vez que he venido, no queda otro remedio que hacerme morir, ya que os ha dicho que si escapo de ésta vuestros hijos se van a dedicar a lo que Sócrates enseña y se van todos a echar a perder por completo...; si me decís luego: "No vamos a hacer caso a Ánito, Sócrates, sino que te absolvemos, con la única condición de que jamás vuelvas a pasar tu tiempo en tu investigación y viviendo como un filósofo, de modo que si te sorprende volviendo a las andadas morirás"... Si, como digo, fuerais a absolverme con esta condición, os tendría que hablar así: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero bien, pero he de obedecer antes al Dios que a vosotros; así que mientras respire y sea capaz de ello, no dejaré de vivir como filósofo y de exhortaros y conminaros a cualquiera de vosotros a quien me encuentre, diciéndome lo que suelo: "Querido amigo, que eres ateniense, ciudadano del Estado más poderoso y más célebre por su sabiduría y su fuerza, ¿no te avergüenzas de cuidarte de tener todo el dinero posible, y de la reputación y de los honores, mientras no te ocupas, en lo que hace a la sabiduría, la verdad y el alma, de cómo llevarlas a la perfección, ni piensas tal cosa?". 



 

viernes, 6 de diciembre de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 35. (Platón, 28d - 29b)

Estamos en un momento crucial del diálogo. Probablemente el corazón de la Defensa de Sócrates. Una intervención extensa que se puede dividir en puntos fundamentales: estar situado donde se elige o donde hemos sido colocados, especialmente por la divinidad, pero también por los que mandan; el quedarse en el lugar implica una misión, un servicio, una razón, que en el caso de Sócrates es la filosofía; la filosofía no es algo separado de lo demás, ni del Dios, ni de la comunidad, sino que sirve a ambos en obediencia; la pregunta de la filosofía transforma la cuestión de la vergüenza, porque lo vergonzoso es realmente no ocuparse primero de lo esencial, que es la vida, el alma; el cuidado del alma es la excelencia humana que no puede pasarse por alto, salvo que se viva sin "vergüenza", que es, en definitiva, una forma de piedad radical. 

En primer lugar, habla Sócrates de una posición, de un lugar que es variable. Puede cambiar. Pero ha sido recibido, en cualquier caso, o por el bien mismo, porque hemos considerado que era "lo mejor", o por haber sido colocados en él por obediencia, por alguien que nos manda. En esta posición escribe Sócrates una situación paradójica: habiendo elegido, hemos elegido obedecer en cualquiera de los dos casos, incluso cuando decimos que nos obedecemos a nosotros mismos, en realidad queremos decir que hemos creído escuchar el bien interiormente; si no, queda escuchar la opinión de otro, del que manda. 

Sobre esta situación apunta que lo suyo, lo que debería movernos es permanecer en ese bien, pase lo que pase. Aguantar, resistir, soportar. Se diga como se diga. No desplazarnos, no cambiar. Seguir estando, quedarse fijos, sin retroceder ni avanzar. Simplemente estar y continuar estando. No huir, sino quedarse en la situación a la espera de ver algo más, a la espera del bien que nos ha conducido ahí, por si acaso se revelara del todo, o de una providencia singular que seríamos capaces de acoger como ya hemos acogido el primer mandato. Sin embargo, de lo que habla el texto es de un peligro que se adelanta. Pues esa situación comportará siempre un combate, tanto más auténtico cuanto bien esté en juego. 

Una vez más, Sócrates no habla de oídas. Se refiere a la guerra vivida por él mismo. No una, sino varias veces. Así se muestra obediente a la "comunidad" y sus leyes desde joven. No es una cuestión de la edad, ni le ha venido un aire enrarecido que le ha despertado de ningún sueño de juventud. Su obediencia no es fruto de la ignorancia, sino de un cierto saber y confianza, pues ambos van de l mano en las relaciones sociales hasta el extremo. De este modo, se refiere a "mi puesto" como "el lugar, la situación" que le fue donada, que le fue impuesta por una voluntad con la que es capaz de dialogar en aceptación o rechazo. Y que comportaba incomodidad, riesgo y enfrentamiento. 

Una posición que, nuevamente, no es individual, sino singular y personal. Dirigida a Sócrates, efectivamente, pero en el conjunto de un ejército, como parte de un destino común que le une al resto de sus conciudadanos. Su posición defendía a otros y otros defendían su posición. Es un entramado de relaciones, un tejido o armazón no subjetivo. No habla Sócrates de que su posición es su conciencia, sino su cuerpo. Se escucha de un modo y se obedece de otro. 

Así es en verdad, atenienses. Cuando uno se ha situado en un lugar porque ha pensado que era el mejor, o porque le ha colocado en él quien le manda, me parece que es preciso afrontar ahí el peligro, sin calcular ni la muerte ni ninguna otra cosa que no sea el mal. Yo  habría hecho cosas terribles, atenienses, si cuando quienes me mandaban me asignaron mi puesto, los jefes que vosotros habíais escogido para que mandaran sobre mí, tanto en Potidea como en Anfípolis y en Delión, me quedé donde me ordenaron, como los demás, y arrostré el riesgo de morir. 

οὕτω γὰρ ἔχει ἄνδρες Ἀθηναῖοιτῇ ἀληθείᾳοὗ ἄν τις ἑαυτὸν τάξῃ ἡγησάμενος βέλτιστον εἶναι  ὑπ᾽ ἄρχοντος ταχθῇἐνταῦθα δεῖὡς ἐμοὶ δοκεῖμένοντα κινδυνεύεινμηδὲν ὑπολογιζόμενον μήτε θάνατον μήτε ἄλλο μηδὲν πρὸ τοῦ αἰσχροῦἐγὼ οὖν δεινὰ ἂν εἴην εἰργασμένος ἄνδρες Ἀθηναῖοιεἰ ὅτε μέν με οἱ ἄρχοντες ἔταττονοὓς ὑμεῖς εἵλεσθε ἄρχειν μουκαὶ ἐν Ποτειδαίᾳ καὶ ἐν Ἀμφιπόλει καὶ ἐπὶ Δηλίῳτότε μὲν οὗ ἐκεῖνοι ἔταττον ἔμενον ὥσπερ καὶ ἄλλος τις καὶ ἐκινδύνευον ἀποθανεῖν,

Un apunte final. Adelanta Sócrates que aquí la muerte es preferible a vivir de otros modos. Por responsabilidad, que siempre es algo colectivo, y por su propia libertad, que va a ejercer en diálogo con otros. La situación no es, con todo, lo peligroso, sino los enemigos que hay en esa batalla. El lugar físico casi es indiferente. Hay algo que no es físico, que es lo que en verdad agita todo lo demás. 

Continúa haciendo su propia interpretación sobre lo que está ocurriendo en el mismo momento de hablar. Es entonces cuando revela a otros que él considera que es Dios quien le ha traído al juicio. Mejor dicho, le ha conducido a la filosofía. Y por ello, porque es el Dios mismo quien dirige su vida, no debe abandonar la situación en la que se encuentra.

Pero cuando es el Dios el que me ordena, como pensé y acepté, que yo debo vivir como filósofo y debo examinarme a mí y examinar a los demás, entonces, por miedo a la muerte o a cualquier otra cosa, abandonara mi puesto. Esto sí que sería terrible, y con mucha verdad y justicia me hubiera debido en tal caso traer cualquiera ante el tribunal, porque sería que no creo que existen los dioses, ya que no hago caso de su oráculo, y temo la muerte y pienso que soy sabio sin serlo. Porque temer la muerte, atenienses, no es sino creer ser sabio no siéndolo, ya que es creer que se sabe lo que no se sabe. Nadie conoce la muerte ni sabe si no resultará ser el mejor de todos los bienes para el hombre, pero todos la temen como si supieran muy bien que es el mayor de los males. ¿Cómo no va a ser ésta la ignorancia más vituperable: creer saber lo que no se sabe?

τοῦ δὲ θεοῦ τάττοντοςὡς ἐγὼ ᾠήθην τε καὶ ὑπέλαβονφιλοσοφοῦντά με δεῖν ζῆν καὶ ἐξετάζοντα ἐμαυτὸν καὶ τοὺς ἄλλουςἐνταῦθα δὲ φοβηθεὶς  θάνατον  ἄλλ᾽ ὁτιοῦν πρᾶγμα λίποιμι τὴν τάξινδεινόν τἂν εἴηκαὶ ὡς ἀληθῶς τότ᾽ ἄν με δικαίως εἰσάγοι τις εἰς δικαστήριονὅτι οὐ νομίζω θεοὺς εἶναι ἀπειθῶν τῇ μαντείᾳ καὶ δεδιὼς θάνατον καὶ οἰόμενος σοφὸς εἶναι οὐκ ὤντὸ γάρ τοι θάνατον δεδιέναι ἄνδρεςοὐδὲν ἄλλο ἐστὶν  δοκεῖν σοφὸν εἶναι μὴ ὄνταδοκεῖν γὰρ εἰδέναι ἐστὶν  οὐκ οἶδενοἶδε μὲν γὰρ οὐδεὶς τὸν θάνατον οὐδ᾽ εἰ τυγχάνει τῷ ἀνθρώπῳ πάντων μέγιστον ὂν τῶν ἀγαθῶνδεδίασι δ᾽ ὡς εὖ εἰδότες ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστικαίτοι πῶς οὐκ ἀμαθία ἐστὶν αὕτη  ἐπονείδιστος τοῦ οἴεσθαι εἰδέναι  οὐκ οἶδεν;

Si lo que nos sitúa es la escucha del Dios, la toma de conciencia y respuesta a un mandato, y no una sabiduría personal de lo excelso por encima de nadie, aquello que nos cambia de posición es la desobediencia. ¿Por qué alguien puede desobedecer el bien? Y responde Sócrates: por miedo a la muerte, que es, en verdad, por ignorancia, por confusión, por error, por extravío. 

Se pierde aquel que deja de oír bien el Bien. Y comienza prestar excesiva atención al mal, al sufrimiento, al dolor.