En el texto sigue hablando Sócrates. Es una pequeña defensa propia en medio del juicio, y va dirigido muy directamente a la asamblea democrática de Atenas, que ostenta ciertamente el poder de decisión. En este caso, está sobre la mesa su futuro próximo e inmediato. No es cuestión de dilatar mucho la decisión. Por eso contrapone la posición a la decisión. Por posición entiende el lugar recibido, bien desde dentro de la propia conciencia, o bien desde fuera por una orden. No es existencialmente individual, sino personalmente comunitario.
Es habitual hablar de la ignorancia de Sócrates y su sabiduría, uniendo ambas. Pero eso genera una confusión lamentable, que en este texto queda maltrecha. La sabiduría de Sócrates es saber qué ignora y en qué saber puede realmente afianzarse, posarse con fuerza y no ceder ni un ápice. Lo que ignora es aquello que muchos temen, que es la muerte. Lo que sabe es aquello que muchos no quieren reconocer, que es el mal que alguien puede hacer. Si, como él viene diciendo, se trata de estar anclado en el bien, de suyo está que hay que evitar en todo momento posible el mal, que sí se puede hacer. No sabe si el bien se puede hacer, pero sí se conoce el mal que no se quiere. De ahí que la posición en la que se está y se ha recibido signifique un bien y no mal. En primer lugar, porque nos ayuda a tener un punto de vista sobre la realidad en diálogo con el bien. Sea donde sea que hayamos caído, ahí estamos en diálogo con el bien. En segundo lugar, porque desde ese punto se reciben muchas acciones, que modificarán el punto de vista original, si dejamos que sea así. Permanecer es importante para continuar. La fidelidad, la lealtad, la constancia en el punto recibido.
Por lo tanto, ignora y sabe. ¡Y también se fía!
Sócrates manifiesta aquí que, en una escala, hay mejores y peores. Los humanos no son iguales entre sí respecto al bien. Los hay mejores y conviene aprender de ellos al máximo. Se puede escuchar el bien, y de hecho se escucha. No cabe duda de ello. Toda persona tiene esa capacidad despierta para el bien en su conciencia.
Yo, atenienses, seguramente es en esto en lo que me diferencio de la gente, y si en algo dijera que soy más sabio que otros, diría que en esto: en que ya que no sé lo bastante sobre las cosas que hay en Hades, pienso que las ignoro; en cambio, que delinquir y desobedecer al que es mejor, tanto si es Dios como si es hombre, es malo y vergonzoso, esto sí lo sé. De modo que por males que sé que son males jamás temeré ni rehuiré lo que no sé si no resultará ser un bien.
ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστι. καίτοι πῶς οὐκ ἀμαθία ἐστὶν αὕτη ἡ ἐπονείδιστος, ἡ τοῦ οἴεσθαι εἰδέναι ἃ οὐκ οἶδεν; ἐγὼ δ᾽, ὦ ἄνδρες, τούτῳ καὶ ἐνταῦθα ἴσως διαφέρω τῶν πολλῶν ἀνθρώπων, καὶ εἰ δή τῳ σοφώτερός του φαίην εἶναι, τούτῳ ἄν, ὅτι οὐκ εἰδὼς ἱκανῶς περὶ τῶν ἐν Ἅιδου οὕτω καὶ οἴομαι οὐκ εἰδέναι: τὸ δὲ ἀδικεῖν καὶ ἀπειθεῖν τῷ βελτίονι καὶ θεῷ καὶ ἀνθρώπῳ, ὅτι κακὸν καὶ αἰσχρόν ἐστιν οἶδα. πρὸ οὖν τῶν κακῶν ὧν οἶδα ὅτι κακά ἐστιν, ἃ μὴ οἶδα εἰ καὶ ἀγαθὰ ὄντα τυγχάνει οὐδέποτε φοβήσομαι οὐδὲ φεύξομαι:
Sócrates habla como expresando un principio fundamental, del que sacará después conclusiones prácticas. Pero tiene un principio. No es, por lo mismo, una acción cualquiera. Se sitúa aquí entre dos obediencias: a lo mejor y a lo peor, al Dios y a los envidiosos o perezosos o ignorantes interesados. ¿Le queda al ser humano alguna opción? ¿Por qué obedecer lo peor, pudiendo escuchar a lo mejor y obrar así lo mejor? ¡Por miedo! ¡Porque matan! ¡Porque dan muerte!
Así que, tanto si me absolvéis, sin prestar oídos a Ánito, que ha dicho que o bien habría habido que empezar por no conducirme hasta aquí, o, una vez que he venido, no queda otro remedio que hacerme morir, ya que os ha dicho que si escapo de ésta vuestros hijos se van a dedicar a lo que Sócrates enseña y se van todos a echar a perder por completo...; si me decís luego: "No vamos a hacer caso a Ánito, Sócrates, sino que te absolvemos, con la única condición de que jamás vuelvas a pasar tu tiempo en tu investigación y viviendo como un filósofo, de modo que si te sorprende volviendo a las andadas morirás"... Si, como digo, fuerais a absolverme con esta condición, os tendría que hablar así: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero bien, pero he de obedecer antes al Dios que a vosotros; así que mientras respire y sea capaz de ello, no dejaré de vivir como filósofo y de exhortaros y conminaros a cualquiera de vosotros a quien me encuentre, diciéndome lo que suelo: "Querido amigo, que eres ateniense, ciudadano del Estado más poderoso y más célebre por su sabiduría y su fuerza, ¿no te avergüenzas de cuidarte de tener todo el dinero posible, y de la reputación y de los honores, mientras no te ocupas, en lo que hace a la sabiduría, la verdad y el alma, de cómo llevarlas a la perfección, ni piensas tal cosa?".