sábado, 7 de diciembre de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 36. (Platón, 29b - 30a)

En el texto sigue hablando Sócrates. Es una pequeña defensa propia en medio del juicio, y va dirigido muy directamente a la asamblea democrática de Atenas, que ostenta ciertamente el poder de decisión. En este caso, está sobre la mesa su futuro próximo e inmediato. No es cuestión de dilatar mucho la decisión. Por eso contrapone la posición a la decisión. Por posición entiende el lugar recibido, bien desde dentro de la propia conciencia, o bien desde fuera por una orden. No es existencialmente individual, sino personalmente comunitario. 

Es habitual hablar de la ignorancia de Sócrates y su sabiduría, uniendo ambas. Pero eso genera una confusión lamentable, que en este texto queda maltrecha. La sabiduría de Sócrates es saber qué ignora y en qué saber puede realmente afianzarse, posarse con fuerza y no ceder ni un ápice. Lo que ignora es aquello que muchos temen, que es la muerte. Lo que sabe es aquello que muchos no quieren reconocer, que es el mal que alguien puede hacer. Si, como él viene diciendo, se trata de estar anclado en el bien, de suyo está que hay que evitar en todo momento posible el mal, que sí se puede hacer. No sabe si el bien se puede hacer, pero sí se conoce el mal que no se quiere. De ahí que la posición en la que se está y se ha recibido signifique un bien y no mal. En primer lugar, porque nos ayuda a tener un punto de vista sobre la realidad en diálogo con el bien. Sea donde sea que hayamos caído, ahí estamos en diálogo con el bien. En segundo lugar, porque desde ese punto se reciben muchas acciones, que modificarán el punto de vista original, si dejamos que sea así. Permanecer es importante para continuar. La fidelidad, la lealtad, la constancia en el punto recibido. 

Por lo tanto, ignora y sabe. ¡Y también se fía! 

Sócrates manifiesta aquí que, en una escala, hay mejores y peores. Los humanos no son iguales entre sí respecto al bien. Los hay mejores y conviene aprender de ellos al máximo. Se puede escuchar el bien, y de hecho se escucha. No cabe duda de ello. Toda persona tiene esa capacidad despierta para el bien en su conciencia. 

Yo, atenienses, seguramente es en esto en lo que me diferencio de la gente, y si en algo dijera que soy más sabio que otros, diría que en esto: en que ya que no sé lo bastante sobre las cosas que hay en Hades, pienso que las ignoro; en cambio, que delinquir y desobedecer al que es mejor, tanto si es Dios como si es hombre, es malo y vergonzoso, esto sí lo sé. De modo que por males que sé que son males jamás temeré ni rehuiré lo que no sé si no resultará ser un bien. 

ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστικαίτοι πῶς οὐκ ἀμαθία ἐστὶν αὕτη  ἐπονείδιστος τοῦ οἴεσθαι εἰδέναι  οὐκ οἶδενἐγὼ δ᾽ ἄνδρεςτούτῳ καὶ ἐνταῦθα ἴσως διαφέρω τῶν πολλῶν ἀνθρώπωνκαὶ εἰ δή τῳ σοφώτερός του φαίην εἶναιτούτῳ ἄνὅτι οὐκ εἰδὼς ἱκανῶς περὶ τῶν ἐν Ἅιδου οὕτω καὶ οἴομαι οὐκ εἰδέναιτὸ δὲ ἀδικεῖν καὶ ἀπειθεῖν τῷ βελτίονι καὶ θεῷ καὶ ἀνθρώπῳὅτι κακὸν καὶ αἰσχρόν ἐστιν οἶδαπρὸ οὖν τῶν κακῶν ὧν οἶδα ὅτι κακά ἐστιν μὴ οἶδα εἰ καὶ ἀγαθὰ ὄντα τυγχάνει οὐδέποτε φοβήσομαι οὐδὲ φεύξομαι: 

Sócrates habla como expresando un principio fundamental, del que sacará después conclusiones prácticas. Pero tiene un principio. No es, por lo mismo, una acción cualquiera. Se sitúa aquí entre dos obediencias: a lo mejor y a lo peor, al Dios y a los envidiosos o perezosos o ignorantes interesados. ¿Le queda al ser humano alguna opción? ¿Por qué obedecer lo peor, pudiendo escuchar a lo mejor y obrar así lo mejor? ¡Por miedo! ¡Porque matan! ¡Porque dan muerte!

Así que, tanto si me absolvéis, sin prestar oídos a Ánito, que ha dicho que o bien habría habido que empezar por no conducirme hasta aquí, o, una vez que he venido, no queda otro remedio que hacerme morir, ya que os ha dicho que si escapo de ésta vuestros hijos se van a dedicar a lo que Sócrates enseña y se van todos a echar a perder por completo...; si me decís luego: "No vamos a hacer caso a Ánito, Sócrates, sino que te absolvemos, con la única condición de que jamás vuelvas a pasar tu tiempo en tu investigación y viviendo como un filósofo, de modo que si te sorprende volviendo a las andadas morirás"... Si, como digo, fuerais a absolverme con esta condición, os tendría que hablar así: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero bien, pero he de obedecer antes al Dios que a vosotros; así que mientras respire y sea capaz de ello, no dejaré de vivir como filósofo y de exhortaros y conminaros a cualquiera de vosotros a quien me encuentre, diciéndome lo que suelo: "Querido amigo, que eres ateniense, ciudadano del Estado más poderoso y más célebre por su sabiduría y su fuerza, ¿no te avergüenzas de cuidarte de tener todo el dinero posible, y de la reputación y de los honores, mientras no te ocupas, en lo que hace a la sabiduría, la verdad y el alma, de cómo llevarlas a la perfección, ni piensas tal cosa?". 



 

viernes, 6 de diciembre de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 35. (Platón, 28d - 29b)

Estamos en un momento crucial del diálogo. Probablemente el corazón de la Defensa de Sócrates. Una intervención extensa que se puede dividir en puntos fundamentales: estar situado donde se elige o donde hemos sido colocados, especialmente por la divinidad, pero también por los que mandan; el quedarse en el lugar implica una misión, un servicio, una razón, que en el caso de Sócrates es la filosofía; la filosofía no es algo separado de lo demás, ni del Dios, ni de la comunidad, sino que sirve a ambos en obediencia; la pregunta de la filosofía transforma la cuestión de la vergüenza, porque lo vergonzoso es realmente no ocuparse primero de lo esencial, que es la vida, el alma; el cuidado del alma es la excelencia humana que no puede pasarse por alto, salvo que se viva sin "vergüenza", que es, en definitiva, una forma de piedad radical. 

En primer lugar, habla Sócrates de una posición, de un lugar que es variable. Puede cambiar. Pero ha sido recibido, en cualquier caso, o por el bien mismo, porque hemos considerado que era "lo mejor", o por haber sido colocados en él por obediencia, por alguien que nos manda. En esta posición escribe Sócrates una situación paradójica: habiendo elegido, hemos elegido obedecer en cualquiera de los dos casos, incluso cuando decimos que nos obedecemos a nosotros mismos, en realidad queremos decir que hemos creído escuchar el bien interiormente; si no, queda escuchar la opinión de otro, del que manda. 

Sobre esta situación apunta que lo suyo, lo que debería movernos es permanecer en ese bien, pase lo que pase. Aguantar, resistir, soportar. Se diga como se diga. No desplazarnos, no cambiar. Seguir estando, quedarse fijos, sin retroceder ni avanzar. Simplemente estar y continuar estando. No huir, sino quedarse en la situación a la espera de ver algo más, a la espera del bien que nos ha conducido ahí, por si acaso se revelara del todo, o de una providencia singular que seríamos capaces de acoger como ya hemos acogido el primer mandato. Sin embargo, de lo que habla el texto es de un peligro que se adelanta. Pues esa situación comportará siempre un combate, tanto más auténtico cuanto bien esté en juego. 

Una vez más, Sócrates no habla de oídas. Se refiere a la guerra vivida por él mismo. No una, sino varias veces. Así se muestra obediente a la "comunidad" y sus leyes desde joven. No es una cuestión de la edad, ni le ha venido un aire enrarecido que le ha despertado de ningún sueño de juventud. Su obediencia no es fruto de la ignorancia, sino de un cierto saber y confianza, pues ambos van de l mano en las relaciones sociales hasta el extremo. De este modo, se refiere a "mi puesto" como "el lugar, la situación" que le fue donada, que le fue impuesta por una voluntad con la que es capaz de dialogar en aceptación o rechazo. Y que comportaba incomodidad, riesgo y enfrentamiento. 

Una posición que, nuevamente, no es individual, sino singular y personal. Dirigida a Sócrates, efectivamente, pero en el conjunto de un ejército, como parte de un destino común que le une al resto de sus conciudadanos. Su posición defendía a otros y otros defendían su posición. Es un entramado de relaciones, un tejido o armazón no subjetivo. No habla Sócrates de que su posición es su conciencia, sino su cuerpo. Se escucha de un modo y se obedece de otro. 

Así es en verdad, atenienses. Cuando uno se ha situado en un lugar porque ha pensado que era el mejor, o porque le ha colocado en él quien le manda, me parece que es preciso afrontar ahí el peligro, sin calcular ni la muerte ni ninguna otra cosa que no sea el mal. Yo  habría hecho cosas terribles, atenienses, si cuando quienes me mandaban me asignaron mi puesto, los jefes que vosotros habíais escogido para que mandaran sobre mí, tanto en Potidea como en Anfípolis y en Delión, me quedé donde me ordenaron, como los demás, y arrostré el riesgo de morir. 

οὕτω γὰρ ἔχει ἄνδρες Ἀθηναῖοιτῇ ἀληθείᾳοὗ ἄν τις ἑαυτὸν τάξῃ ἡγησάμενος βέλτιστον εἶναι  ὑπ᾽ ἄρχοντος ταχθῇἐνταῦθα δεῖὡς ἐμοὶ δοκεῖμένοντα κινδυνεύεινμηδὲν ὑπολογιζόμενον μήτε θάνατον μήτε ἄλλο μηδὲν πρὸ τοῦ αἰσχροῦἐγὼ οὖν δεινὰ ἂν εἴην εἰργασμένος ἄνδρες Ἀθηναῖοιεἰ ὅτε μέν με οἱ ἄρχοντες ἔταττονοὓς ὑμεῖς εἵλεσθε ἄρχειν μουκαὶ ἐν Ποτειδαίᾳ καὶ ἐν Ἀμφιπόλει καὶ ἐπὶ Δηλίῳτότε μὲν οὗ ἐκεῖνοι ἔταττον ἔμενον ὥσπερ καὶ ἄλλος τις καὶ ἐκινδύνευον ἀποθανεῖν,

Un apunte final. Adelanta Sócrates que aquí la muerte es preferible a vivir de otros modos. Por responsabilidad, que siempre es algo colectivo, y por su propia libertad, que va a ejercer en diálogo con otros. La situación no es, con todo, lo peligroso, sino los enemigos que hay en esa batalla. El lugar físico casi es indiferente. Hay algo que no es físico, que es lo que en verdad agita todo lo demás. 

Continúa haciendo su propia interpretación sobre lo que está ocurriendo en el mismo momento de hablar. Es entonces cuando revela a otros que él considera que es Dios quien le ha traído al juicio. Mejor dicho, le ha conducido a la filosofía. Y por ello, porque es el Dios mismo quien dirige su vida, no debe abandonar la situación en la que se encuentra.

Pero cuando es el Dios el que me ordena, como pensé y acepté, que yo debo vivir como filósofo y debo examinarme a mí y examinar a los demás, entonces, por miedo a la muerte o a cualquier otra cosa, abandonara mi puesto. Esto sí que sería terrible, y con mucha verdad y justicia me hubiera debido en tal caso traer cualquiera ante el tribunal, porque sería que no creo que existen los dioses, ya que no hago caso de su oráculo, y temo la muerte y pienso que soy sabio sin serlo. Porque temer la muerte, atenienses, no es sino creer ser sabio no siéndolo, ya que es creer que se sabe lo que no se sabe. Nadie conoce la muerte ni sabe si no resultará ser el mejor de todos los bienes para el hombre, pero todos la temen como si supieran muy bien que es el mayor de los males. ¿Cómo no va a ser ésta la ignorancia más vituperable: creer saber lo que no se sabe?

τοῦ δὲ θεοῦ τάττοντοςὡς ἐγὼ ᾠήθην τε καὶ ὑπέλαβονφιλοσοφοῦντά με δεῖν ζῆν καὶ ἐξετάζοντα ἐμαυτὸν καὶ τοὺς ἄλλουςἐνταῦθα δὲ φοβηθεὶς  θάνατον  ἄλλ᾽ ὁτιοῦν πρᾶγμα λίποιμι τὴν τάξινδεινόν τἂν εἴηκαὶ ὡς ἀληθῶς τότ᾽ ἄν με δικαίως εἰσάγοι τις εἰς δικαστήριονὅτι οὐ νομίζω θεοὺς εἶναι ἀπειθῶν τῇ μαντείᾳ καὶ δεδιὼς θάνατον καὶ οἰόμενος σοφὸς εἶναι οὐκ ὤντὸ γάρ τοι θάνατον δεδιέναι ἄνδρεςοὐδὲν ἄλλο ἐστὶν  δοκεῖν σοφὸν εἶναι μὴ ὄνταδοκεῖν γὰρ εἰδέναι ἐστὶν  οὐκ οἶδενοἶδε μὲν γὰρ οὐδεὶς τὸν θάνατον οὐδ᾽ εἰ τυγχάνει τῷ ἀνθρώπῳ πάντων μέγιστον ὂν τῶν ἀγαθῶνδεδίασι δ᾽ ὡς εὖ εἰδότες ὅτι μέγιστον τῶν κακῶν ἐστικαίτοι πῶς οὐκ ἀμαθία ἐστὶν αὕτη  ἐπονείδιστος τοῦ οἴεσθαι εἰδέναι  οὐκ οἶδεν;

Si lo que nos sitúa es la escucha del Dios, la toma de conciencia y respuesta a un mandato, y no una sabiduría personal de lo excelso por encima de nadie, aquello que nos cambia de posición es la desobediencia. ¿Por qué alguien puede desobedecer el bien? Y responde Sócrates: por miedo a la muerte, que es, en verdad, por ignorancia, por confusión, por error, por extravío. 

Se pierde aquel que deja de oír bien el Bien. Y comienza prestar excesiva atención al mal, al sufrimiento, al dolor. 



lunes, 6 de mayo de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 34. (Platón, 28d - 30c)

Estamos en un momento crucial del diálogo. Probablemente el corazón de la Defensa de Sócrates. Una intervención extensa que se puede dividir en puntos fundamentales: estar situado donde se elige o donde hemos sido colocados, especialmente por la divinidad, pero también por los que mandan; el quedarse en el lugar implica una misión, un servicio, una razón, que en el caso de Sócrates es la filosofía; la filosofía no es algo separado de lo demás, ni del Dios, ni de la comunidad, sino que sirve a ambos en obediencia; la pregunta de la filosofía transforma la cuestión de la vergüenza, porque lo vergonzoso es realmente no ocuparse primero de lo esencial, que es la vida, el alma; el cuidado del alma es la excelencia humana que no puede pasarse por alto, salvo que se viva sin "vergüenza", que es, en definitiva, una forma de piedad radical. 

El texto de la Defensa -Apología- en versión de Miguel García-Baró. 

Así es en verdad, atenienses. Cuando uno se ha situado en un lugar porque ha pensado que era el mejor, o porque le ha colocado en él quien le manda, me parece que es preciso afrontar ahí el peligro, sin calcular ni la muerte ni ninguna otra cosa que no sea el mal. Yo habría hecho cosas terribles, atenienses, si cuando quienes me mandaban me asignaron mi puesto, los jefes que vosotros habíais escogido par que mandaran sobre mí, tanto en Potidea como en Anfípolis y en Delión, me quedé donde me ordenaron, como los demás, y arrostré el riesgo de morir; pero cuando es el Dios el que me ordena, como pensé y lo acepté, que yo debo vivir como filósofo y debo examinarme a mí y examinar a los demás, entonces, por miedo a la muerte o a cualquier otra cosa, abandonara mi puesto. Esto sí que sería terrible, y con mucha verdad y justicia me hubiera debido en tal caso traer cualquiera ante el tribunal, porque sería que no creo que existen los dioses, ya que no hago caso de su oráculo, y temo la muerte y pienso que soy sabio sin serlo. Porque temer la muerte, atenienses, no es sino creer ser sabio no siéndolo, ya que es creer que se sabe lo que no se sabe. Nadie conoce la muerte ni sabe si no resultará ser el mejor de todos los bienes para el hombre, pero todos la temen como si supieran muy bien que es el mayor de los males. ¿Cómo no va a ser ésta la ignorancia más vituperable: creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, seguramente es en esto en lo que me diferencio de la gente, y si en algo dijera que soy más sabio que otros, diría que es en esto: en que ya que no sé lo bastante sobre las cosas que hay en Hades, pienso que las ignoro; en cambio, que delinquir y desobedecer al que es mejor, tanto si es Dios como si es hombre, es malo y vergonzoso, esto sí lo sé. De modo que por males que sé que son males jamás temeré ni rehuiré lo que no sé si no resultará ser un bien. Así que, tanto si me absolvéis, sin prestar oídos a Ánito, que ha dicho que o bien habría habido que empezar por no conducirme hasta aquí, o, una vez que he venido, no queda otro remedio que hacerme morir, ya que os ha dicho que si escapo de ésta vuestros hijos se van a dedicar a lo que Sócrates enseña y se van todos a echar a perder por completo...; si me decís luego: "No vamos a hacer caso a Ánito, Sócrates, sino que te absolveremos, con la única condición de que jamás vuelvas a pasar tu tiempo en tu investigación y viviendo como un filósofo, de modo que si se te sorprende volviendo a las andadas morirás"... Si, como digo, fuerais a absolverme con esta condición, os tendría que hablar así: Yo, atenienses, os aprecio y os quiero bien, pero he de obedecer antes al Dios que a vosotros; así que mientras respire y sea capa de ello, no dejaré de vivir como filósofo y de exhortaros y conminaros, a cualquiera de vosotros a quien me encuentre, diciéndole lo que suelo: "Querido amigo, que eres ateniense, ciudadano del Estado más poderoso y más célebre por su sabiduría y su fuerza, ¿no te avergüenzas de cuidarte de tener todo el dinero posible, y de la reputación y los honores, mientras que no te ocupas en lo que hace a la sabiduría, la verdad y el alma, de cómo llevarlas a perfección, ni piensas en tal cosa?". Y si alguno de vosotros no está de acuerdo con estas palabras mías y dice que sí se cuida de este asunto, no lo soltaré sin más ni me marcharé, sino que lo interrogaré, lo examinaré y lo pondré a prueba, y si me parece que no ha alcanzado la excelencia, aunque dice que sí, lo vituperaré porque pospone lo que más vale a lo que vale menos y prefiere las cosas fútiles. Haré esto con cualquiera que me encuentre, joven o viejo, extranjero o ateniense, pero sobre todo con los atenienses, ya que m sois más próximos por la estirpe. Y es que esto es lo que me ordena el Dios, sabedlo bien, y por mi parte creo que para vosotros no hay mayor bien en el Estado que mi servicio del Dios. Porque voy de un sitio a otro sin hacer otra cosa que tratar de persuadiros, ya seáis jóvenes o viejos de que no os cuidéis del cuerpo ni del dinero ni antes ni con más empeño que del alma: de cómo será excelente; y os digo que la excelencia no procede del dinero, sino que es por la excelencia como la riqueza y todo lo demás llega a ser bueno para el hombre, tanto en lo que hace al o privado como en lo público. Si por decir esto corrompo a los jóvenes, lo que digo sería nocivo; y si alguien afirma que digo algo que no sea esto, su afirmación no vale nada. Después de todo lo cual os diría: "Atenienses, tanto si hacéis caso a Ánito como si no, tanto si me absolvéis como si no, yo no podré hacer otra cosa, aunque deba morir por ello muchas veces."




 

domingo, 5 de mayo de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 33. (Platón, 28b - 28d)

En ausencia de interlocutor directo, Sócrates trae consigo la pregunta en torno a su actividad cotidiana, que ahora le acarrea tantos problemas y que es tan poco clara para sus conciudadanos. Al menos en mi caso, soy partidario de comprender la posición de sus rivales desde la ignorancia de lo que Sócrates es y hace y no tanto desde la maldad directa hacia él y hacia la filosofía. 

Dice así Sócrates: 

Quizá alguien diga: "¿No te avergüenzas, Sócrates, de dedicarte a tal ocupación que por ella bien puede ser ahora que te vayas a morir?" A quien dijera esto, le contestaría yo estas justas palabras: "No hablas como se debe, amigo, si piensas que tiene que calcular las posibilidades de vida o muerte el hombre que vale algo. Este hombre, cuando actúa, sólo debe mirar si lo que hace es justo o injusto; si es la obra propia de un hombre bueno o la de uno malo. De acuerdo con lo que dices, serían hombres carentes de valor todos los semidioses que murieron en Troya incluido el hijo de Tetis, que despreció tal riesgo al compararlo con la maldad, cuando su madre, que era una diosa, estando él deseando matar a Héctor, le habló así, según creo: "Hijo mío, si vengas la muerte de tu amigo Patroclo y matas a Héctor, tú mismo morirás, pues en seguida después de la de Héctor está dispuesta tu muerte." Al escucharla, él tuvo en poco la muerte y el riesgo, porque temía mucho más vivir siendo cobarde y sin vengar a los amigos; y respondió: "Muera yo en seguida, tras haber hecho justicia con el injusto, y no me quede aquí, cubierto de ridículo, junto a las naves cóncavas, como peso muerto de la tierra." ¿Crees que pensó en la muerte y en el riesgo? 

ἴσως ἂν οὖν εἴποι τις: ‘εἶτ᾽ οὐκ αἰσχύνῃ Σώκρατεςτοιοῦτον ἐπιτήδευμα ἐπιτηδεύσας ἐξ οὗ κινδυνεύεις νυνὶ ἀποθανεῖν;’ ἐγὼ δὲ τούτῳ ἂν δίκαιον λόγον ἀντείποιμιὅτι ‘οὐ καλῶς λέγεις ἄνθρωπεεἰ οἴει δεῖν κίνδυνον ὑπολογίζεσθαι τοῦ ζῆν  τεθνάναι ἄνδρα ὅτου τι καὶ σμικρὸν ὄφελός ἐστινἀλλ᾽ οὐκ ἐκεῖνο μόνον σκοπεῖν ὅταν πράττῃπότερον δίκαια  ἄδικα πράττεικαὶ ἀνδρὸς ἀγαθοῦ ἔργα  κακοῦφαῦλοι ’ γὰρ ἂν τῷ γε σῷ λόγῳ εἶεν τῶν ἡμιθέων ὅσοι ἐν Τροίᾳ τετελευτήκασιν οἵ τε ἄλλοι καὶ  τῆς Θέτιδος υἱόςὃς τοσοῦτον τοῦ κινδύνου κατεφρόνησεν παρὰ τὸ αἰσχρόν τι ὑπομεῖναι ὥστεἐπειδὴ εἶπεν  μήτηρ αὐτῷ προθυμουμένῳ Ἕκτορα ἀποκτεῖναιθεὸς οὖσαοὑτωσί πωςὡς ἐγὼ οἶμαι: ‘ παῖεἰ τιμωρήσεις Πατρόκλῳ τῷ ἑταίρῳ τὸν φόνον καὶ Ἕκτορα ἀποκτενεῖςαὐτὸς ἀποθανῇαὐτίκα γάρ τοι,’ φησί, ‘μεθ᾽ Ἕκτορα πότμος ἑτοῖμος’ — δὲ τοῦτο ἀκούσας τοῦ μὲν θανάτου καὶ τοῦ κινδύνου ὠλιγώρησεπολὺ δὲ μᾶλλον ’ δείσας τὸ ζῆν κακὸς ὢν καὶ τοῖς φίλοις μὴ τιμωρεῖν, ‘αὐτίκα,’ φησί, ‘τεθναίηνδίκην ἐπιθεὶς τῷ ἀδικοῦντιἵνα μὴ ἐνθάδε μένω καταγέλαστος παρὰ νηυσὶ κορωνίσιν ἄχθος ἀρούρης.’ μὴ αὐτὸν οἴει φροντίσαι θανάτου καὶ κινδύνου;’

En lo evidente, aquí se tratan dos asuntos. Frente a la mirada que pueden tener otros sobre Sócrates, y lo que Sócrates debería vivir al sentirla, está la mirada que el propio Sócrates tiene de su vida, que puede reflejarse en distintos horizontes y caminos. Dicho sencillamente, o bien estar pendiente de los demás o bien moverse por uno mismo. Aunque ese por uno mismo sea más bien por aquello en lo que se fija que por una suerte de egoísmo brutalizado. 

Cuesta entenderlo, pero imagino que la pregunta inicial tiene también una contraparte, o de lo contrario es muy simple. De esta manera, además de sentir vergüenza se podría sentir orgullo por lo que otros piensan de uno mismo. La hipoteca es grande, porque en realidad lo que ocurre es que el principio de toda sabiduría, el origen mismo de la filosofía como interrogante del ser humano sobre sí mismo convertido en pregunta se deja en mano de otros, para que ellos opinen d algo que, en verdad, está muy lejos de sus posibilidades determinar. Vergüenza u orgullo son las dos alternativas que quedan planteadas. Y a Sócrates le ha caído encima la vergüenza según otros, o eso debería sentir. Pero parece que no es de esto de lo que se trata. 

Sócrates (auto)responde sin dejar tiempo siquiera para pensar y pone, como ejemplo y modelo, al mismo Aquiles, la literatura fundamental y vertebradora del pensamiento griego, el semidios por excelencia que dio su vida por amor en la guerra de Troya. Lo que Sócrates refleja es demoledor. Alguien que mire a la muerte es indigno de la vida. Solo en el horizonte del bien se puede comprender el ser humano y su grandeza, solo con ese norte es vivible la existencia con ímpetu, con libertad, con razón. Lo demás son menudencias ridículas propias de algo más bajo que el ser humano, aunque el ser humano comúnmente se mantenga en esa posición cómoda, agazapado entre defensas e inmóvil dentro de un grupo de seguridad fuerte. El tema que refleja es qué hay que sea decisivo en el horizonte de la propia vida que nos va haciendo ser de esa manera. Si hay justicia, seremos buenos. Si hay injusticia, malos. Ni más, ni menos. Así de claro queda todo expuesto para quien guste comprender lo que está pasando. A Sócrates no le preocupa lo más mínimo, y no es solo por la situación o la edad, otra cosa que no sea la justicia. Es lo que intentará defender en el tribunal como lo propio de todo hombre libre ateniense, o todo hombre que se precie de su condición. 

Enclavado, por eso mismo, en esa situación va a postular algo incluso más serio. Quien mira la muerte debería considerar su vida precisamente en ese horizonte. Y así tomarla en serio, sin quedarse pendiente de la muerte y su petrificante mirada. Al contrario, volver más sobre sí si cabe para encontrar fuerza en el ser viviente, en lo que se mueve, en lo que tiene horizonte, en lo que rechaza que todo sea ese final. Si hay horizonte es porque hay vida. Si se puede echar la mirada lejos es porque hay vida. Y entonces la muerte no tiene tanta razón como se supone que debería tenerla. Solo pensando en serio la vida es cuando la muerte muestra su realidad. 

Junto a la muerte, otro invitado: el riesgo. El riesgo sí es para la vida. Los riesgos, si acaso, porque son muchos los precipicios, curvas, cuestas, baches del camino. Los riesgos son amenazas, como Meleto y Ánito, que han quedado orillados y superados. Pero ahora queda el tribunal entero, la asamblea de Atenas a la que hay que convencer con un argumento que no pueda rechazar y que hable de la justicia, del bien y de la vida. Y que lo haga con suficiente elocuencia para quedar claro y brillante a los ojos de todos, con atractivo insuperable, como muestra clara para todos del aviso dado. 

Es importante resaltar que vida y muerte no aparecen en mano de Sócrates, no entra dentro de sus posibilidades y cálculos. Pero sí que está, sin embargo, la oportunidad de referirse al bien y a la justicia.