domingo, 7 de septiembre de 2025

Fedro. Día 6. Platón 228d

Hasta ahora se ha compuesto sólo el escenario inicial, el punto de partida. Llevo días dándole vueltas, poco a poco, al modo como este discurso empieza. Sócrates es el primero en tomar la palabra y asalta a un joven Fedro que sale de Atenas después de un día entero con Fidias. ¡Poca broma! 

El joven no huye, sino que busca un lugar más apacible y tranquilo para seguir repasando. Quiere que las palabras que ha escuchado se graben en él con más fuerza, que se queden en su memoria mejor fijadas aún. Y Sócrates, que lo conoce bien y parece leer sus intenciones como quien está ante un libro abierto, busca su compañía para algo muy diferente: no va a repetir lo que ha aprendido, sino que va a pensar aquello que ya tiene mínimamente aprendido y a cuestionar, a partir de ahí, cuánto merece realmente la pena todo aquello. Es una cuestión "judicial". 

Ahora, tras un primer juego "retórico" entre ellos, donde uno se hacía el humilde y el otro apostaba fuerte a la ironía, las cosas van cobrando sentido y se encauzan. Fedro no se sabe todo el discurso, ¡ni falta que hace! 

Apunta Fedro una diferencia importantísima. Y con esto, nuevamente, se nos indica un primer método filosófico de crucial relevancia: ser capaces de distinguir unas cosas y otras, o sea, que no nos parezcan las mismas, ni por asomo; que no haya confusión en nuestra sensibilidad y entendimiento, que se hayan hecho por tanto nítidos. Esta segunda diferencia alude a contenido y continente, a significado y significante. Por eso Fedro, aunque no se ha aprendido todas las palabras, una por una y como un papagayo, dice saber de qué han hablado, es decir, reconoce el contenido y la materia y sustancia y esencia (palabras que llegarán después) del discurso. 

Φαῖδρος

οὑτωσὶ τοίνυν ποιήσωτῷ ὄντι γάρ Σώκρατεςπαντὸς μᾶλλον τά γε ῥήματα οὐκ ἐξέμαθοντὴν μέντοι διάνοιαν σχεδὸν ἁπάντωνοἷς ἔφη διαφέρειν τὰ τοῦ ἐρῶντος  τὰ τοῦ μήἐν κεφαλαίοις ἕκαστον ἐφεξῆς δίειμιἀρξάμενος ἀπὸ τοῦ πρώτου.

El discurso de Fidias incluye una diferencia más, que es propia del contenido, y que dicha rápidamente puede parecer sencilla y simple, pero en la práctica no lo es tanto: la diferencia entre el que ama y el que no. 

Fedro le dice a Sócrates que es capaz de dar cuenta de todo lo que Fidias ha expuesto en sus cuestiones "principales" (kephas) y empezar por "lo primordial", "lo primero" (proto). No voy a entrar en esto demasiado, pero sólo quiero deja apuntado que es como decir que se remonta al origen esencial, sin contar, como joven que es, con los presupuestos que hay de fondo en todo punto de partida. La  filosofía muchas veces arranca precisamente ahí, al cuestionar en el inicio de un discurso, los presupuestos que hay y hacerlos evidentes, visibles, racionalmente comprensibles. Es cuestión de método. 

¿Qué hará Sócrates ante esta intervención?

Pues le da igual todo lo que ha dicho Fedro. Y va a Fedro mismo y le pregunta a él mismo qué tiene en la mano izquierda, bajo el manto. Y, una vez más, Sócrates ve en lo oculto e implícito, en lo no dicho, presente, en lo que está y es más real que toda palabra que se pronuncia. ¡A lo mejor eran evidente que es a Fedro a quien habría que calificar de ingenuo! Fedro lleva en su poder un discurso escrito, que será el que lea, en lugar de recordar. Se trata de "el discurso mismo". Y, después de dar vueltas y vueltas, está ahí delante y puede ser examinado. 

Σωκράτης

δείξας γε πρῶτον φιλότηςτί ἄρα ἐν τῇ ἀριστερᾷ ἔχεις ὑπὸ τῷ ἱματίῳτοπάζω γάρ σε ἔχειν τὸν λόγον αὐτόνεἰ δὲ τοῦτό ἐστινοὑτωσὶ διανοοῦ περὶ ἐμοῦὡς ἐγώ σε πάνυ μὲν φιλῶπαρόντος δὲ καὶ Λυσίουἐμαυτόν σοι ἐμμελετᾶν παρέχειν οὐ πάνυ δέδοκταιἀλλ᾽ ἴθιδείκνυε.

Con gran ironía, Sócrates le recuerda a Fedro que no va a ser su "sparring". Y que deje de jugar. Y, con esto, hay un descenso a la realidad rápido y directo, con una claridad enorme y radical. Fedro se estaba creyendo algo y ahora queda como un mero poseedor de un discurso escrito, que es alguien que todavía necesita ese soporte y, por lo mismo, realmente no ha aprendido nada. 

Con insistencia, Sócrates le pide ir al grano: "Enséñamelo ya."

Y Fedro responde, con cierta insolencia, que le ha robado la oportunidad de entrenarse con él. Quizá no sabe lo que dice. Así que van a buscar un lugar para leer. 

Sócrates indica el lugar: a la orilla del Iliso. Y allí se sentarán tranquilamente. 

Φαῖδρος

παῦεἐκκέκρουκάς με ἐλπίδος Σώκρατεςἣν εἶχον ἐν σοὶ ὡς ἐγγυμνασόμενοςἀλλὰ ποῦ δὴ βούλει καθιζόμενοι ἀναγνῶμεν;

Σωκράτης

δεῦρ᾽ ἐκτραπόμενοι κατὰ τὸν Ἰλισὸν ἴωμενεἶτα ὅπου ἂν δόξῃ ἐν ἡσυχίᾳ καθιζησόμεθα.

Mal empieza Fedro, como un sofista engañador, que se aprovecha de los demás para entrenar y ejercitar sus artes. Mal empieza. Y a Sócrates, que queda como alguien clarividente y centrado en las cosas mismas, más interesado en Fedro que en el discurso, destaca por su actitud filosófica. Al principio ha dado margen, incluso se ha mostrado humorísticamente dialogante y juguetón, pero ahora ya ha centrado todo lo que está ocurriendo en una única dirección. 

Insisto en que Fedro, pese a ser un mero joven sin categoría de sofista, ya presume de su desprecio por la verdad y ejercita el ocultamiento en sí mismo de palabras y técnicas ajenas para el control de los demás. Esto es, en realidad, el origen mismo del desprecio de todo diálogo posible. El ser humano deja de ser palabra para ser repetición de la palabra ajena. Una repetición que es, en cuanto aparece la verdad, incapaz de sostenerse a sí misma. 




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