miércoles, 1 de mayo de 2024

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 29. (Platón, 26a - 26e)

Meleto tiene poco claras las cosas, en general, salvo una muy importante: el deseo de condenar a Sócrates lo más duramente posible. Meleto significa "aquel al que le importa" y Sócrates lo trata como "aquel al que no le han importado ni poco ni mucho" estas cosas.

Atenienses, es ya evidente lo que afirmo: a Meleto estos asuntos jamás le han importado ni poco ni mucho. 

Es decir, Meleto es el que habla ahora de algo que jamás ha investigado, por lo que jamás se ha preocupado. Se ha mantenido a distancia del asunto todo lo posible. Sin embargo, ahora es capaz de hablar y aparentar un diálogo y conversación con Sócrates como si supiera. Es el arte, como ya sabemos, que se extiende por la Grecia en la que va naciendo la democracia. De tal suerte que este arte convierte las palabras en algo desprovisto de contenido. La acusación es grave, y más tratándose, como en el mundo antiguo se considera, del asunto de los dioses. 

Nos puede llamar la atención la conexión entre jóvenes y religión, tal como se presenta aquí, pero conviene recordar que está y pertenece al fundamento mismo de la ciudad y de la comunidad. Cada una de las democracias, de las antiguas ciudades griegas, se reconoce especialmente relacionada en sus orígenes con algún tipo de divinidad que tiene nombre e historia, dentro del conjunto de las narraciones, y que ofrece de este modo un carácter propio genético y existencial a los hombres que en ella nacen dotándoles de un destino común. No solo son raíces, sino destino, horizonte, futuro. Y el vínculo que de esta conexión surge es parte de la ideosincrasia y de la posibilidad de reconocimiento mutuo. Independientemente, está claro, de la vivencia subjetiva que pueda hacer cada uno. Esto no interesa en absoluto. Sólo está encima de la mesa el respeto a lo común, a lo que es dado a todos, a lo incuestionable por su misma esencia absoluta. 

Sócrates avanza en el examen a Meleto. Como si se hubieran cambiado las tornas, ahora se trata de ver qué quiere decir aquel que habla, si es que algo dice que pueda tener sentido. Y sigue: 

Dinos, sin embargo: ¿cómo afirmas que corrompo a los jóvenes, Meleto? Por la acusación que has plantado contra mí, ¿no es evidente que dices que lo hago enseñándoles a no venerar a los dioses que venera el Estado, sino a otros seres demónicos nuevos? ¿No afirmas que es enseñando tales cosas como los corrompo?

Desde luego que es esto lo que afirmo con todas mis fuerzas. 

De atrás hacia delante, Meleto intenta sostener una afirmación en sí mismo y "con todas las fuerzas". Le va la vida en ello, como en el combate. Se queda, con todo, en eso y nada más que en eso. Aunque parezca mucho sostener una afirmación con la propia vida, en realidad no es nada, porque no está diciendo nada más de la realidad. Es una especie de subjetividad exagerada que se cree con capacidad de más de lo que en verdad puede. Pero sostener nada es incluso fácil. No hacen falta todas las fuerzas, salvo para la pose y la foto que puedan componerse los demás. Es una afirmación para el momento, que denigra el pasado y quiere elegir el futuro en su propio supuesto beneficio. 

En las palabras de Sócrates encontramos necesidad de pensar más cosas. Primero, que la pregunta se dirige la modo, a la forma. Da por hecho que corrompe y pregunta cómo, si esto es posible. Y esa mala acción sobre ellos es a través de la enseñanza, que tiene un contenido que es lo que convierte en realmente mala la enseñanza que, si no, debería ser tratada como buena. Según Sócrates, acusándose a sí mismo a través de Meleto, enseña a no venerar los dioses del Estado, sino a otros seres demónicos nuevos. Por lo tanto, por un lado quiebra la sagrada relación de los jóvenes con sus mayores, hasta los dioses, rompiendo la ciudad misma e introduciendo en ella la discordia, la división.

La relación con los dioses es de veneración, de culto. No existe nada más que el cumplimiento con las tradiciones. Esta veneración incluye también una forma de pertenencia mutua, de destino. Y por lo tanto tiene una dimensión vertical y otra horizontal. Pero sobre todo influye en los jóvenes, en quienes dando sus primeros pasos, parece que se quieren de este modo salir de la ciudad, salir de lo establecido. Y lo hacen de forma simbólica no adorando a estos dioses, sino a otros "seres demónicos nuevos", que parecen como misteriosamente llegados de otro lugar, que no tienen relación con los dioses, pero sí son espirituales. Lo importante y grave está en la novedad, en que sean, por lo tanto, o forasteros o inventados. Sería seria la manipulación y la corrupción en caso de que esta veneración a lo nuevo, en lugar del miedo contra lo que amenaza lo viejo, incluyera además una cierta relación con Sócrates. Porque este espíritu nuevo parece que pueda tener relación, de alguna manera no muy oculta, con la relación que tiene Sócrates con su propio "daimon", ese que se estudia en relación a la conciencia y que le guía y prohíbe. 

Pero ahora, puesto de manifiesto que entonces Sócrates es alguien que cree en los dioses, sigue el interrogatorio a Meleto sobre lo que cree la ciudad en general, aunque Meleto no se haya preocupado de eso jamás en su vida. 

Por los mismos dioses a los que ahora nos estamos refiriendo, Meleto, habla aún más claramente tanto a mí como a estos hombres. No consigo entender si dices que enseño a creer que existen dioses y a venerarlos, de modo que creo yo también que hay dioses y los venero, y no soy en modo alguno un ateo (y, al menos en esto, no violo la ley), pero que estos dioses no son los que venera el Estado sino otros. ¿Es de esto de lo que me acusas, de que son otros, o dices que yo no venero a Dios ninguno y esto es lo que enseño a los demás?

Lo que afirmo es que no veneras en absoluto a ningún Dios. 

Afinando la acusación, no se trata de ser "ateo" (literalmente) sino de "no venerar" (nomizein). Esta veneración tiene que ver con el respeto y acatamiento íntegro de la ley de la ciudad. Es decir, que no parte de una no relación con los dioses, sino con estos directamente, con los establecidos, y al modo como normalmente están ordenados en la sociedad. E insisto en que es una cultura eminentemente ritual, cuyos rituales configuran su existencia entera y en sentido de la misma, si es que se pudiera hablar de ese modo. No hay salida razonable para un griego que no sea a través de la religión, porque está presente en todo de forma evidente. 

Meleto afirma que Sócrates no tiene relación con ningún Dios, que no venera ningún Dios. No es que los niegue y sea un "ateo", sino que no venera a ninguno en absoluto. O lo hace de forma falsa. Sin embargo, para que caigamos en la cuenta de la contradicción, la intervención inmediata de Sócrates es confesante: "Por los mismos dioses a los que ahora nos estamos refiriendo..." E introduce los dos elementos que antes hacía notar: son estos dioses, no otros; y es una cuestión no individual, sino plural, de la comunidad y del nosotros. 

Sigue Sócrates con algo que hoy nos resultará más que palmaria: 

Querido Meleto, ¿por qué dices esto? ¿Así que yo no creo que el Sol y la Luna son dioses, como lo creen los demás hombres?

Claro que no, por Zeus, jueces, como que dice que el Sol es una piedra y que la Luna es tierra. 

¿Crees que estás acusando a Anaxágoras, querido Meleto? ¿Tanto desprecias a estos hombres que crees que no saben leer y por eso tampoco saben que los libros de Anaxágoras de Clazómnas están repletos de estas tesis? ¿Van los jóvenes a aprender conmigo lo que pueden en cualquier momento, por una dracma todo lo más, comprarse en la orquesta para burlarse de Sócrates si finge que estas afirmaciones son suyas, cuando son tan ajenas y tan sorprendentes? Por Zeus, ¿es ésa realmente tu opinión sobre mí? ¿Que no creo en Dios alguno ni lo venero?

No crees en ninguno en absoluto, por Zeus. 

El paso por Anaxágoras es muy interesante. Se desvela la fuente de Meleto, que Sócrates además ridiculiza, por estar al alcance de cualquiera y no ser especial, por venderse en las calles de la ciudad a un precio bajo. Un extranjero que habitó Atenas y cuyas enseñanzas hicieron grande la ciudad, porque con sus investigaciones y razonamientos, que hoy nos parecerían asombrosos, cultivó ese espíritu de la ciudad capaz de cuestionarlo todo y de buscar explicaciones dentro de un orden racional. De hecho, si por algo es reconocido todavía, es por la importancia que otorga al "nous", a la inteligencia inmediata y directa, no tan esforzada como la razón humana, que da vueltas y no siempre alcanza su objetivo. 

Dos seres, por cierto, que para nada son específicos de la cultura ateniense: el Sol y la Luna. Algo que conviene tener presente. Y que hoy, al leerlo, identificamos más bien como piedra y tierra, o algo por el estilo. Muy distantes, en cualquier caso, de ser una divinidad, aunque su aportación sea esencial para la vida humana y la vida en general. Interesa ver cómo Sócrates dirige la conversación y la acusación hacia ahí y no en otra dirección, y cómo Meleto tiene que seguir sus pasos y poco más. 




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