martes, 10 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 9. (Platón, 20a - 20c)

Llegamos a un punto central, que desgajado del contexto, va a ser normalmente leído como el núcleo esencial de la filosofía socrática, como su pregunta básica. Esto, dicho así, supone un problema de lectura. Porque no sé con qué derecho, a pesar de que recorre ampliamente un diálogo tras otro, puede leerse al margen de la defensa que Sócrates hace de sí ante el tribunal, si es que puede considerarse a esto defensa, que personalmente me entran dudas serias cada vez que lo leo. El tema que sale a la luz y donde se pone el foco es una cuestión de mucha seriedad, de la que hoy seguimos siendo prisioneros. ¿Puede ser educado un hombre? ¿Alguien puede arrogarse para sí, con conocimiento y en verdad, el título de maestro y formador, casi creador, de un ser humano bueno? ¿Cómo sería esto posible, es decir, pensando las condiciones de posibilidad que se dirá después, se descubrirá qué reto tan grande se enfrenta habitualmente y con qué ingenuidad?

En el texto se plantea del siguiente modo. Sócrates dice haber encontrado a Calias al venir hacia el juicio. Calias es conocido por los diálogos. Alguien interesado en dar a sus hijos, no tanto a sí mismo, una educación de calidad. Un padre motivado y con visión de futuro, que invierte por tanto lo que tiene en su descendencia. Los maestros que parecen brillar con mayor vigor en el ágora son los sofistas, según se categorizan después. Hombres que se presentan como sabios, de ciudad en ciudad, y enseñan artes a los jóvenes desgajándolos de la comunidad, en lugar apartado y propio, en pequeños grupos. Por esta enseñanza, como es normal, cobran. Y cobran bien. 

La estructura del interrogatorio rememorado por Sócrates es conocida. Es importante este diálogo dentro del diálogo. Primero, una pregunta más sencilla, en la que está claro que hay cierto arte que se domina y que da resultados. Segundo, el paralelo con lo que hoy llamamos educación o formación. En términos generales, se podría decir del siguiente modo: ¿Es un arte paralelo el que trata a los caballos y el que trata a las personas? ¿Es una cuestión de método, de saber diferenciar uno y otro arte? ¿O más bien queda afectada esta intención por el objeto que tratan, tan diferente como incomparable, de modo que no hay método paralelo, ni en las formas ni en los resultados? Dicho más claramente, teniendo claro que hay cosas en el mundo, ¿no será que las personas ni son cosas como las demás, ni por tanto pueden, ni deben ser tratadas así? En caso de que haya tal diferencia, una brecha tan grande, eso que llaman educación se vuelve imposible, porque no hay un maestro con un arte semejante como para poder "formar personas". Hará otras cosas, pero no lo que el domador de caballos con el caballo, ni el zapatero con los zapatos, ni el alfarero con la vasija.

Los que tratan con cosas poseen una técnica. Término que se empleará específicamente, técnicamente. Capaz de señalar con certeza fundamental lo que describe, como algo objetivado, como algo muerto, como algo totalmente presente. Se tratará de diseñar métodos, cada vez mejores, para rodear, ampliar, adentrarse en esa realidad con inteligencia, con sentidos, con instrumentos, con lo que sea posible y esté a nuestra disposición y mano. Esta técnica implica conocimiento del objeto y conocimiento sobre cómo hacer, provoca una novedad, una transformación, una producción o hasta una creación en cierto modo. 

¿Hay tal técnica respecto del ser humano? Esta es la pregunta. Si la hay o no la hay, dónde se puede comprobar, dónde se puede conocer, dónde se puede adquirir mejor. Si la hay o no la hay, ¿se notará en el objeto, en la creación? Hará algo, efectivamente. Porque toda acción humana, del tipo que sea, aporta una realidad, una novedad que no había. Pero en qué dirección va la acción de los que dicen poseer esta técnica, en qué favor o favores. Dicho de otra manera, ¿los sofistas realmente hacen lo que dicen, como el domador de caballos, o es otra técnica la que ellos poseen? Sócrates dice no tenerla, por lo que no puede investigarla en sí mismo, sino ir a la caza de esos otros que sí se jactan de tal hallazgo y posesión, por la que obtienen partido y son reconocidos en numerosas ocasiones y con abundantes privilegios y dones. 

Es interesante, además, poner el acento en otro punto en esta parte. En el contexto del juicio, ¿a quién se ha pasado a juzgar ahora? ¿A los sofistas que se presentan victoriosos en las plazas, de los cuales hay numerosos discípulos en el tribunal, y conviene no perderlo de vista? ¿A Calias y el resto de ciudadanos, más o menos ingenuos, o más o menos interesados en sí mismos, más que en la ciudad, que han aprovechado el arte sofista para rasgar en la democracia cotas de poder y condiciones de vida cómodas para sí y los suyos, en lugar de interesarse por la ciudad? Lo que está aquí ahora encima de la mesa, como tema principal de investigación, es, ni más ni menos, quién hace daño a la ciudad: ¿Sócrates o los sofistas? ¿Los que dicen que no saben y dialogan, o los que dicen que saben y enseñan? No es un tema menor, por el que se pueda pasar de puntillas. 

Por otro lado, abundando en la materia, ¿qué diferencia hay entre el caballo o ternero y el ser humano? ¿Es una cuestión de método meramente, de método de acercamiento, o más bien de realidades tan diferentes como separadas entre sí? Más claro, ¿el ser humano es único, en su especie, con una especificidad tan propia como distintiva y diferenciada?

Este párrafo daría para mucho más. Soy consciente. 

 ἐπεὶ καὶ ἄλλος ἀνήρ ἐστι Πάριος ἐνθάδε σοφὸς ὃν ἐγὼ ᾐσθόμην ἐπιδημοῦντα: ἔτυχον γὰρ προσελθὼν ἀνδρὶ ὃς τετέλεκε χρήματα σοφισταῖς πλείω ἢ σύμπαντες οἱ ἄλλοι, Καλλίᾳ τῷ Ἱππονίκου: τοῦτον οὖν ἀνηρόμην—ἐστὸν γὰρ αὐτῷ δύο ὑεῖ— ‘ὦ Καλλία,’ ἦν δ᾽ ἐγώ, ‘εἰ μέν σου τὼ ὑεῖ πώλω ἢ μόσχω ἐγενέσθην, εἴχομεν ἂν αὐτοῖν ἐπιστάτην λαβεῖν καὶ μισθώσασθαι ὃς ’ ἔμελλεν αὐτὼ καλώ τε κἀγαθὼ ποιήσειν τὴν προσήκουσαν ἀρετήν, ἦν δ᾽ ἂν οὗτος ἢ τῶν ἱππικῶν τις ἢ τῶν γεωργικῶν: νῦν δ᾽ ἐπειδὴ ἀνθρώπω ἐστόν, τίνα αὐτοῖν ἐν νῷ ἔχεις ἐπιστάτην λαβεῖν; τίς τῆς τοιαύτης ἀρετῆς, τῆς ἀνθρωπίνης τε καὶ πολιτικῆς, ἐπιστήμων ἐστίν; οἶμαι γάρ σε ἐσκέφθαι διὰ τὴν τῶν ὑέων κτῆσιν. ἔστιν τις,’ ἔφην ἐγώ, ‘ἢ οὔ;’ ‘πάνυ γε,’ ἦ δ᾽ ὅς. ‘τίς,’ ἦν δ᾽ ἐγώ, ‘καὶ ποδαπός, καὶ πόσου διδάσκει;’ ‘Εὔηνος,’ ἔφη, ‘ὦ Σώκρατες, Πάριος, πέντε μνῶν.’ καὶ ἐγὼ τὸν Εὔηνον ἐμακάρισα εἰ ὡς ἀληθῶς ἔχοι ταύτην τὴν τέχνην καὶ οὕτως ἐμμελῶς διδάσκει. ἐγὼ γοῦν καὶ αὐτὸς ἐκαλλυνόμην τε καὶ ἡβρυνόμην ἂν εἰ ἠπιστάμην ταῦτα: ἀλλ᾽ οὐ γὰρ ἐπίσταμαι, ὦ ἄνδρες Ἀθηναῖοι.



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