miércoles, 18 de enero de 2023

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 17. (Platón, 22a - 22b)

Sacadas las primeras conclusiones, y vista la situación en su conjunto, Sócrates va hacia otro grupo, de los tres que identifica como grupo de sabios en la ciudad, y comienza su examen. Matizo. No es un grupo propiamente, porque los diálogos son siempre entre personas. Pero saca ideas como si fuera para un conjunto de personas. Pasados "los políticos" se dirige a "los poetas", a los hombres de palabra que hablan bien, dicen cosas interesantes y encandilan al pueblo. La idea básica es, tomando la palabra dada por el oráculo, examinar a los que consideraban que eran sabios o tenían alguna sabiduría para comprobar qué era exactamente. 

Resalta Sócrates que esto es un viaje. Sin salir de Atenas, pero un viaje. No es que fuera a ningún otro lugar, sino que estaban allí. Este viaje consiste en escuchar lo que tienen que decir sobre su sabiduría y examinarlo con preguntas. Es decir, no solo escuchar, sino escuchar y examinar. Hoy le podríamos fácilmente otro nombre común a esto, pero Sócrates lo llama viaje, con una palabra que recuerda a anteriores sabios, por cierto. Es un viaje que desata indignación, por cierto. 

Qué es lo que hacen los poetas. Componer versos, cuidar el lenguaje, hablar bellamente, narrar historias, entretener a los hombres libres, alabar heroicidades, destacar personalidades, resumir acontecimientos. Su sabiduría está orientada en la dirección, como es fácil reconocer, de la palabra. De un modo distinto a como hablan otros, en un arte difícil de alcanzar. Y fruto del mismo obtienen reconocimiento, gusta la gente de escuchar lo que escriben, lo que cuentan, cómo lo cuentan. En el caso de Atenas, en aquella época, podemos pensar que son dos grandes temas lo que se tratan básicamente. Los asuntos cercanos históricos en los que están implicados, con sus personajes relevantes, y los asuntos de los dioses, míticos y ancestrales, que al mismo tiempo se vierten y actualizan precisamente a propósito de los primeros. Ambos temas son realmente uno solo, si se sabe leer bien. Ambos, además, mediados por las palabras, orientados por ellas. Con un viaje que hoy nos parece mayor en el segundo caso, pero que probablemente fuera más denso y mejor recibido a través de ese conjunto de narraciones constitutivas de la identidad ateniense, precisamente por su simbólica. Y su técnica en el manejo de palabras es poética porque su obra era considerada bella en el ritmo, en la cadencia, en las imágenes que destilaba. La poética es la simbólica, como también la política en cierto modo, pero en una escala mayor. 

Supuesto esto, el poeta es examinado y la conclusión socrática es abrumadora: sus palabras no son suyas, lo que dice no nace de su ser humano, sino de este ser humano abierto a la acción de las musas, inspirado por tanto, inspirador como resultado. Pero no se puede atribuir a estos hombres el trabajo para alcanzar una sabiduría porque esta sabiduría es recibida de los dioses, y no tanto algo que ellos posean y de la que puedan disponer fácil y creativamente. En resumen, no es algo netamente suyo. Si nos limitamos a estudiar la parte que les corresponde, descubrimos además que, pese a toda la gratitud que ofrecen los dioses, no son conscientes de esta realidad y se apropian indebidamente lo que pertenece a los dioses. 

Dicho más suavemente, no son sabios, pero se creen sabios. La sabiduría es de las musas y, sin embargo, desconocen eso y la gratitud debida. Por si fuera poco, además también se indignan. 




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