miércoles, 31 de agosto de 2022

APOLOGÍA DE SÓCRATES. Día 1. (Platón, 17a)

La apología (defensa) resulta ser, probablemente, el texto escrito con el que la filosofía da un salto tal que se puede decir que se inicia hasta llegar a nuestros días. Se han escrito páginas de todo tipo en torno a Sócrates y el juicio que la democracia ateniense emprende contra él. Y en el que, según parece, la esperanza era que ni siquiera acudiera ante el tribunal y huyera escapando de su ciudad. Algo que no hizo y que convierte estas palabras en el intento de recoger un acción en un discurso. 

Esta vez no copiaré los textos, como he hecho otras veces, sino que seguiré indicando en el título de la entrada por qué parte voy. Siempre poco a poco, dilatando la meditación y avisando continuamente de que ni soy experto en la materia, ni probablemente llegaré a serlo jamás. Es ocio, en el sentido pleno de la palabra. Y cualquier error es posible, con lo cual no hay que fiarse demasiado de lo que digo y acudir personalmente al estudio y al diálogo con otras personas. 

Platón, que sabe cómo comenzar un diálogo, da la palabra directamente a Sócrates, que habla ante el tribunal de la ciudad. Unos cientos. En un lugar reservado para estos eventos, que seguramente creó una gran expectación en la zona. Acudirían allí unos y otros, comentando las intervenciones, sacando conclusiones y tomando una decisión final acordada por votación. La humanidad, pienso yo, no ha cambiado tanto en los siglos que nos separan. Se ha perfeccionado la cultural, el ambiente, los procedimientos, pero será fácil ser cercano a lo que se va diciendo. 

La primera palabra (en la traducción que manejo, que no en el griego) es "atenienses", por tanto, ciudadanos libres y demócratas. En crisis, como de costumbre, pero ajustados a leyes, con una justicia que buscar en común y en la que cooperar. La maravilla de este sistema de relación fue el modo en el que encumbró la palabra, la razón a través del diálogo abierto. La intuición precisa fue que la palabra se hacía carne y, de algún modo, se podía permanecer abierto a su aportación e, incluso, entrar en conversación con ella a través de la escucha, la comprensión y la expresión del prójimo. Tal y como yo lo veo este es el núcleo esencial y su dinamismo. El que permite que hoy genere tanto esperanzas como posibilidades: el hecho de situar a todos a la escucha de la justicia. Y que, al mismo tiempo, denuncie la injusticia interna de la sociedad por la perversión de esta escucha y la manipulación de esa palabra más elevada bajo la cual conservamos el anhelo de relaciones de auténtica fraternidad, igualdad y libertad.  

Esa misma palabra va asociada a otras en esta primera intervención que a cualquiera que haya leído algo sobre Platón, bien o mal explicado, le sonarán de entrada. El "yo no sé", por ejemplo. Estas sí son las primeras palabras auténticas. Las del desquicie y la situación original, las que llevan al diálogo y motivan todo lo demás. Lo que no sabe aquí Sócrates es qué les habrá ocurrido a otros al escuchar algunas palabras. Porque la palabra en el tribunal es una palabra que es acción, quizá la palabra en una expresión seria en grado elevado. Pero a la que ha llegado por las muchas palabras de sus diálogos en el entorno de la ciudad. 

Hay palabras y palabras. Pero atención al giro. Sócrates está preocupado por sus conciudadanos, por sus vecinos, por el tribunal. Sócrates se adelanta a mostrarles cómo las palabras que se escuchan cambian a las personas. Por tanto, que la escucha no puede ser pasiva, sino que se debe estar activos respecto de ellas. Porque si bien la palabra es activa por sí misma, no todas son de igual consideración. Unas, como es el caso, son acusaciones, acusadoras. Se dirigen contra algo o alguien, para proteger, para cuidar, para velar. Como muros en la ciudad, defienden. Aquí las palabras de la acusación buscan defender a la ciudad de Sócrates. Y han hablado persuasivamente, con elegancia. En la ironía que le caracteriza, con ese humor que obliga a pensar de nuevo, dice que se ha olvidado de sí. Juega, por lo tanto, entre el olvido y la verdad. Que en griego, ya sabemos, van de la mano, muy próximas y juntas. 

Refutada la acusación que han hecho contra él, en la que no encuentra verdad, pasa a referirse a una de las falsedades que, entre todas las demás, le ha "roto", le ha "asombrado". 

Así comienza esta Defensa. No son las palabras las que portan la verdad, sino la vida. Y el diálogo debe ir en busca de la vida, no quedarse entre palabras, que no llevan razones. La palabra es, por así decir, el medio por el que aparece la complejidad de la vida en sentido humano. Permite a unos salir y a otros ser acogedores. En cualquier caso, ir más allá de sí. Como poco, descubrir algo a lo que atender, que investigar, que rodear o a lo que aproximarse. 



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