martes, 23 de agosto de 2022

LISIS. Día 71. (Platón, 221b - 221c)

La siguiente pregunta del diálogo es mejor que la piense cada uno en particular antes de aventurarse a cualquier respuesta. Haciendo una pequeña reflexión pausada y sincera podemos distinguir algo verdaderamente importante: o bien se vive en la verdad con uno mismo, o bien se vive en un olvido de sí mismo. La pregunta es así: 

¿Es posible, sin embargo, que el que desea y está enamorado no ame aquello que desea y de lo que se enamora?

No me lo parece.

οἷόν τε οὖν ἐστιν ἐπιθυμοῦντα καὶ ἐρῶντα τούτου οὗ ἐπιθυμεῖ καὶ ἐρᾷ μὴ φιλεῖν;

οὐκ ἔμοιγε δοκεῖ. 

Lo han dicho, a mi modo de ver, muy rápidamente. Sin pensarlo. Empujados por ese mismo deseo del que dicen estar presa y que siempre, según ellos, les conduce a su propio bien y satisfacción. Pero a mí, sinceramente hablando, me resulta atrevido de más decir que el deseo conduce siempre al amor. O, al menos, que nuestra comprensión del deseo del que están hablando aquí es tan directa e inmediata como para que no medie nada más entre él y la acción. Dicho más sencillamente, deseamos amar y, por el contrario, no sabemos cómo se hace eso. Y, más brutamente aún, nuestro deseo o bien no es escuchado por nosotros con claridad, o bien andamos todo el día confundiéndolo con otras cosas que no son tal, pero se le parecen por el ímpetu bastante, hasta el punto de dejarnos mover más por ellas que por este deseo tan bondadoso y amoroso.  

Una vez más se coloca de un lado "epithimía y éros", conectados con sus respectivos, y se deja a parte "filía" como la conexión, más bien automática y por naturaleza mecánica, con sus respectivos. Lo cual, si no fuera una cuestión humana tendría un pase, aunque probablemente en parte por nuestra baja comprensión de la naturaleza -y no es ni animismo, ni panteísmo, sino ignorancia de lo que hay-. Si la epithimía y el eros deben pasar obligatoriamente por lo humano entra en concurso, junto a la filía, eso que llamamos voluntad y decisión, que interrumpe el tiempo. Pero el interlocutor, o los interlocutores, lo dan de suyo. Y siguen existiendo quienes prefieren que las piezas encajen, hasta el punto de que, molestando el ser humano como molesta, harán encajar a este en el sistema del mundo recortando lo que haya que recortar o inventando lo que haya que inventar para que el sistema del mundo siga funcionando como funciona. Todos, es verdad, menos los privilegiados a los que se les permite sustraerse del mecanicismo del sistema amparados en su situación de poder dada por la riqueza o por la clase. Pero no sigo por aquí. 

El diálogo continúa extrañamente. Dando un salto, por así decir. Si lo de antes era mecánico, ¿qué pinta ahora aquí mal? ¿No estaba yo todo arreglado y podíamos seguir fácilmente con el discurso? Supongo que esta es, como veremos, la prueba del algodón. ¿Y si hay mal? Es decir, hagamos desaparecer el mal. A ver qué pasa. 

Cuando desaparezcan los males, habrá, según parece, cosas queridas. 

Sí. 

ἔσται ἄρα καὶ τῶν κακῶν ἀπολομένων, ὡς ἔοικεν, φίλ᾽ ἄττα.

ναί.

Qué bella es la vida teórica, en la que se puede pensar al margen del mal. Irónicamente hablando, como ocurre tantas veces, podríamos decir aquí a Sócrates que esto es una hipótesis demasiado limpia, un entorno excesivamente desinfectado, una antropología angélica. Desaparece el mal, pero dejamos a lo bello mismo, lo bueno mismo, y todo lo demás. 

Básicamente, entonces el bien se reconoce por sí mismo. Pero haciendo desaparecer teóricamente el mal, y dejando solo bienes, tampoco la voluntad tendría que intervenir en nada. Así sigue enfatizando una voluntad ligada al mal en lugar de una voluntad dirigida al bien, sin más. 

Pero, si el mal es la causa de querer algo, después de que desapareciese el mal nadie podría querer a nadie; porque, desaparecida la causa, es imposible que siga existiendo aquello de lo que es causa. 

Tienes razón. 

Esto ya no lo tengo tan claro. Como otros tantos. Porque esta trabazón del querer con el mal en forma de escape es precisamente la forma en la que se ha entendido el progreso. A mi modo de ver, esto tendríamos que repasarlo. Si el mal es la causa del querer, evidentemente querrá el mal y no el bien. Si el bien es la causa del querer, entonces querrá el bien. Y mirar tanto al mal, aunque en la pregunta anterior se ha hecho desaparecer, contamina excesivamente a las personas. ¡Claro que en el mundo hay mal, por doquier! ¡Claro que no estamos exentos de ser partícipes de ese mal! ¡Claro! ¿Pero no hay alternativa? ¿No puede haber ruptura? Si la hay, entonces es lo más interesante que puede meditar cualquier persona. Y a esta ligazón la hemos llamado amor de muchas maneras. 

Los dialogantes van a terminar mal. Se nota ya en el ritmo del diálogo que casi responden que sí por responder algo. No se dan un respiro. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario