viernes, 24 de junio de 2022

LISIS. Día 64. (Platón, 219a)

Se trata de una situación de pasividad original que permite que nos afecte la realidad. Y añadimos luego, valorando esta afección, tanto para bien o para mal. Lo primero es más o menos innegable, como primera noticia de la realidad o de que la realidad no somos nosotros solos o no está bajo nuestro control. Sin más, no controlamos lo que nos sucede, no tenemos dominio ni poder sobre ello. Salvo en el imaginario e ideología del éxito que tiene el siglo XXI. La vida, tan distante del mercado y mercadeo humano, es incuestionablemente libre por sí misma, está expuesta, es apertura incapaz de cerrarse y volverse tan egoístamente sobre sí misma que la indiferencia haga presa del sujeto entero. El tiempo renueva permanentemente el esfuerzo de la vida por mostrarse, como llamando la atención constantemente, como reclamando que se es -no solo se está y se podría no estar o estar en otro lugar- y  que debe ser de algún modo. Este "algún", esta "parcialidad" es importante subrayarla. 

Dicho esto, ¿cómo es posible que interpretemos la realidad que nos afecta como buena o como mala? ¿Cuál es el criterio con el que conocemos lo que nos ocurre? ¿Es por cómo nos afecta o por dónde nos lleva? Si es según hacia dónde nos conduce, ¿con qué ojo vemos ese lugar que todavía no nos ha tocado y por qué lo valoramos de ese modo? ¿Es una cuestión afectiva, valorativa, intelectual, racional? ¿Se puede entender hacia dónde vamos? Mejor todavía, ¿por qué nos complicamos la vida -todos, y sin remedio- con estas preguntas, sin quedarnos inmediatamente clavados en lo que está ocurriendo, dejándonos llevar sin más? ¿Por qué las personas -estructuralmente, naturalmente, íntimamente- estamos obligadas a pensar la vida de este modo? ¿Es un modo, sin más? ¿Es algo más objetivo? ¿Es solo subjetividad que se vive?

En el diálogo platónico se toma el cuerpo, por ejemplo, como esta pasividad. Es cierto que el movimiento del cuerpo es un movimiento que se puede entender incluso de forma pasiva, no activa. No es la parte, digámoslo así, activa, con posibilidad de acción, transformativa del ser humano. No por ello es instrumental o parte, sin más, despreciable. Pero considerando la persona en su dimensión corporal, el cuerpo por sí mismo tiene poco que decir del conjunto de la persona.  De él se dice que "ni bueno, ni malo", pero receptivo de tal manera que puede enfermar o conservar la salud. ¿Esto lo inmediatamente bueno o lo inmediatamente malo? ¿O es el movimiento el que conduce al bien o al mal?

Vuelvo un poco atrás y pienso que aquello que se está buscando es una personal conexión con algo, una incipiente forma de unidad. 

En el ejemplo del cuerpo y la medicina, parece que cualquiera se pega al médico porque el médico puede conservar en el bien el cuerpo. Pero no es por el cuerpo, es por la vida. Y en caso de que algo vaya mal, se atribuye el médico la capacidad de orientar (o valorar si es posible al menos) hacia el bien, de reconducir lo que está ocurriendo. Y al cuerpo, dicho sea de paso, la capacidad de confiar y obedecer al médico. Ambas cosas son esenciales. Pero el médico sabe del cuerpo del otro, del cuerpo no vivido, del cuerpo desde fuera, del cuerpo como objeto. Dice ahora el ejemplo que el cuerpo, que no está orientado al bien no siendo tal, como tampoco es malo, quiere y busca el bien. Por lo que es normal que se haya percibido un movimiento esencial en la vida que se busca a sí misma como deseo y que tal deseo se haya valorado como bueno. 

En la reflexión general debería aparecer siempre la pregunta por esta condición que naturalmente se describe. Dando por supuesto que hay un bien y un mal, dicho con las palabras que se quiera, y que no es, sin embargo, aquello que nos sucede sino la cercanía de algo capaz de irradiarse a sí mismo como bondad. Las personas, siempre lo indico, es posible que acepten con paz sufrimientos por cercanía al bien. Es más, es imprescindible de algún modo esta paciencia, esta resistencia, esta posición fundamental. 

Consideraría que hay, además del cuerpo, algo más en la persona que no es mera pasividad. Y que, sin desatender la pasividad, nos lleva mucho más allá de la consideración de lo que ocurre a la pregunta por lo que hacemos. 


 

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