miércoles, 29 de junio de 2022

LISIS. Día 65. (Platón, 219a - 220a)

Estas entradas deberían terminar siempre dejando la puerta abierta a algo más. Nunca dando la sensación de que se dice algo cerrado. ¡Qué manía con intentar siempre exponer algo clarificándolo! Si acaso, como he dicho en otras ocasiones, se trata cada día de plantearse lo que jamás debería dejarse de lado y siempre debería estar presente, ser presente. O sea, que la razón rescate lo que no se puede dar por abandonado y cobre un primer plano para el ser humano. Porque eso sí que puede suceder, y sucede de hecho: que incluso lo más evidente y lo más inmediato y concreto es para las personas en ocasiones algo que se deja de lado, que no se ve, que no se atiende. La filosofía es una buena tarea de comunión y vivencia de la pertenencia del alma con todas esas realidades extraordinarias que no son creadas por la razón sino que la razón se comporta entre ellas con hermandad. 

Después de aclararse un poco, parece que llegan los amigos del diálogo a la conclusión de que deben tomar como amigos a los que lo son por ellos mismos y no por otra cosa. Lo que está poniendo delante Sócrates, en forma de pregunta, pero de pregunta para hacer pensar, es que hay amigos que parece que lo son por otros motivos y que, por tanto, ese otro motivo hace que no sea pura amistad, amistad auténtica, real, verdadera. Solo sería una sombra de ella o un mal uso de la palabra, por cierta proximidad aparente. 

Se dice así lo que otros habían dicho antes. Que hay algo así como unos seres que se deben el uno al otro, que se relacionan directamente, que se copertenecen, que se coexplican, que conviven indisolublemente. El caso es que poner orden en ese mundo no es tan sencillo. Porque algunas están relacionadas históricamente y otras ontológicamente, es decir, hay unas que son amigas por devenir del tiempo, por ser cantos rodados que chocan pero otras, sin embargo, no pueden decirse por separado. Sócrates escoge ahora considerar la amistad como esta segunda, no tanto como la primera. Es decir, la amistad pertenece, como parece que así se siente, vinculada a los principios, al origen, a lo que nos dice radicalmente. 

τοῦτο δή ἐστιν ὃ λέγω, μὴ ἡμᾶς τἆλλα πάντα ἃ εἴπομεν ἐκείνου ἕνεκα φίλα εἶναι, ὥσπερ εἴδωλα ἄττα ὄντα αὐτοῦ, ἐξαπατᾷ, ᾖ δ᾽ ἐκεῖνο τὸ πρῶτον, ὃ ὡς ἀληθῶς ἐστι φίλον. ἐννοήσωμεν γὰρ οὑτωσί: ὅταν τίς τι περὶ πολλοῦ ποιῆται, οἷόνπερ ἐνίοτε πατὴρ ὑὸν ἀντὶ πάντων τῶν ἄλλων χρημάτων προτιμᾷ, ὁ δὴ τοιοῦτος ἕνεκα τοῦ τὸν ὑὸν περὶ παντὸς ἡγεῖσθαι ἆρα καὶ ἄλλο τι ἂν περὶ πολλοῦ ποιοῖτο; οἷον εἰ αἰσθάνοιτο αὐτὸν κώνειον πεπωκότα, ἆρα περὶ πολλοῦ ποιοῖτ᾽ ἂν οἶνον, εἴπερ τοῦτο ἡγοῖτο τὸν ὑὸν σώσειν;

Esto es, pues, lo que me hace afirmar que, todas las cosas de las que decimos que somos amigos por causa de otras, nos engañan, como si fueran simulacros de ellas; pero donde está ese primer principio, allí está lo verdaderamente querido. Veámoslo en un ejemplo. Cuando alguien valora mucho algo, como un padre que se preocupa de su hijo más que de todas las otras cosas, por el hecho mismo de quererlo por encima de todo, ¿no podría tal padre, por eso de que pone a su hijo por encima de todo, valorar mucho, también, otras cosas? Supongamos que se diese cuenta de que su hijo ha bebido cicuta, ¿valoraría mucho el vino, si creyese que con esto le salvaría?

No solo se trata de valorar las cosas por sí mismas, sino que ayuda a dilucidar otras, a situar otras. Bien porque estén en un plano distinto de la realidad perteneciendo a la misma región o porque sean de regiones diferentes. Se puede alguien preguntar si se pueden mezclar tanto regiones y confundir entre sí, y la respuesta es afirmativa. Es cierto que el desorden es enorme, sobre todo al principio, y de gran detalle a medida que se avanza. Respecto de la amistad, cuántas preguntas rápidamente surgen cuando nos preguntamos siquiera un rato sobre el amor que se da en la amistad y qué difícil es contestar tajantemente, si nos atenemos a nuestra realidad. Si la olvidamos, y nos montamos una película personal al margen de toda verdad vivida diariamente, entonces es fácil. Pero esto no es. Si atendemos a dos requerimientos al mismo tiempo: lo vivido y la verdad que descubrimos, entonces empezamos a tensionar mucho la vida, no tanto la verdad. La verdad parece que, a la razón, se presenta fácilmente, aunque no pueda darse tan inmediata y concretamente como para no requerir de nosotros una implicación. No es evidente, sino racional. 

El asunto que trata aquí, en este último párrafo, va en la dirección de las cosas que se investigan y que la misma investigación las diferencia de otras con enorme nitidez. El ejemplo que se pone, además de dramático y exagerado, puede cuestionarse. Sin embargo, su conclusión es incuestionable. Sabiendo, eso sí, lo que es eso que se llama vino y lo que se llama cicuta, e igualmente lo que es ser padre y lo que es y quién es hijo, o en general cualquier persona amada. Esto es relevante, no solo para este ejemplo. Es un consideración de toda la vida en su conjunto y válido para toda la vida en su conjunto.  

Es importante hacer ver que en el ejemplo de Sócrates sobre la medicina, el ejemplo no se vuelve solo con uno mismo, sino con otros. Quizá para mostrar en el tercero que participa de la pregunta, por amor y con su exigencia propia, la respuesta es determinante. Aunque no se sepa lo que se quiere, se sabe bien lo que se quiere evitar. Si es vino, lo cual es ridículo, o algún tipo de antídoto, desconocido, es incluso irrelevante. Da igual cuál sea la alternativa porque, ante el amor, lo que se quiere mucho es lo que provoca la reacción contraria contra lo que no se desea. Y no se trata de algo personal, algo que se pueda explicar en un conjunto de acontecimientos o historia particular, en la que la cicuta sea un mal aceptado por un devenir perverso ante el que no se puede responder de otro modo sin convertirse en injusto. No se trata de eso. Sino de ver, con el ejemplo, que sin saber sabemos bien lo que no queremos, sea lo que sea la alternativa posible. 

He dicho que terminaría las entradas provocando, para que nadie piense que esto de la amistad es esclarece en el diálogo. La pregunta sería: ¿Puedes vivir algo que no sabes cómo llamar, pero que te atrapa, te sostiene, te alienta, te protege, te hace mejor? ¿Se puede vivir la amistad sin saber a ciencia cierta lo que es la amistad? ¿La amistad es algo tan cerrado que alguien pueda decir, como si estuviera fuera del tiempo, qué es y qué no es, y contrastarlo coherentemente con su propia vida? ¿La amistad es un misterio más, uno de tantos otros que probablemente se dan y se viven?



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