jueves, 23 de junio de 2022

LISIS. Día 63. (Platón, 218e)

Algo que toda persona comprende a la primera es que todo ocurre por algo. Es muy fácil ponerse en la piel del Heráclito que se traduce como el defensor del movimiento mismo, del cambio permanente. Es muy fácil situarse ahí y no dar el paso decisivo realmente en Heráclito hacia la razón. Es muy fácil, dicho de otro modo, permanecer dormido soñando que se está despierto. Es incluso deseable cuando uno se da cuenta de que la vida es ese movimiento que hiere y transforma, no tan lentamente. Que su amor quema la vida y la desgasta. Que el tiempo en el que decimos vivir, porque es nuestra primera impresión seria de todo lo demás, el toque definitivo por el cual jamás dejaremos de ver todo abocado a morir. Y, sin embargo, la vida es más, se presenta siempre como más. 

La amistad tiene un motivo. Decía que eso es lo evidente, pensar que es por algo. En parte por la casualidad del encuentro sorpresivo con alguien. En parte por la experiencia común, por el mero hecho de nacer sin saber por qué. Cómo no buscarle sentido a algo tan singular y hacer repaso hasta lo más original. Como pretende, de hecho, la filosofía con todo. Querer encontrar ese origen. 

Pregunta: ¿Y si fuera al revés, que lo común fuera la amistad y lo extraño fuera la enemistad, el odio? ¿Y si sorprendiera más lo que decimos que es malo que aquello que reconocemos que es bueno? ¿Y si fuera, de verdad, al revés? ¿No sería pensable que son amigos porque se pertenecen desde siempre y que la amistad surge al no poner trabas a lo irremediablemente bueno que, conforme a su naturaleza, viene a ayudar a lo que no es ni bueno ni malo en su existencia para que vuelva a retomar la senda del bien en el que, de hecho, ha empezado su vida? ¿Y si...?

Sigamos. Sócrates es así. Sócrates viene a confirmar que pararse demasiado es enfermar y dar por sentado es matar la sabiduría hasta hacerla ignorancia. La razón es, en este sentido, vida en continua expresión de sí, en permanente salida, en eterno encuentro. Por eso vuelve a plantear la cuestión desde otro punto de vista, a mi entender, rebajado. 

El caso es que, como suele hacer con ejemplos, ahora el enfermo es amigo del médico. Discutible. Pero se trata de quererlo. El enfermo quiere un médico, al igual que toda persona consciente de lo que es busca salvación, o como el ignorante ama la sabiduría que no posee. En qué sentido, se pregunta Sócrates, el enfermo puede querer al médico, cuál es su causa. Y la causa es la enfermedad con vistas a la salud. Es decir, un mal, según parece, conduce a un bien. Por lo que, siendo esto imposible, o bien la enfermedad no es un mal, o bien la salud no es un bien. El cuerpo, del que dice, sin miramientos, que no es ni bueno, ni malo, "por la enfermedad, que es un mal, es amigo de la medicina, y que la medicina es un bien". La salud es un bien, que se posa sobre lo que no es ni bueno ni malo, pero recordemos que tiende al bien. Lo cual no se puede decir tan fácilmente, si no es diciendo que es en verdad un bien antes de todo lo demás, pero dejado en la existencia a merced de que le ocurran cosas. 

En resumen, que se requiere una tensión. Y por doble frente. Por un presente en el que se sufre y por un futuro en el que se espera no sufrir. Dicho rápidamente. 



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