viernes, 15 de abril de 2022

LISIS. Día 54. (Platón, 216b)

Para dialogar con una persona es imprescindible estar asentado sobre unas condiciones que no siempre percibimos. Debe ser interesante la otra persona. Se debe haber descubierto algo de belleza, verdad y bondad en ella. Igualmente se hace imprescindible la comunicación entre ambos, la capacidad de intercambio sobre un asunto que sea común. Y más. Si no, se abandona. Esta confianza fundamental es la base de la humanidad que no lucha, que no se enfrenta. No es la paz, sino su antesala ya pacífica. El medio y método de una paz siempre por alcanzar y proteger en la cercanía al otro. 

Sigo con el diálogo. 

Menéxeno se extraña de los derroteros por los que ha caído la conversación con Sócrates y que no ha sido capaz de frenar. Simplemente, dejándose llevar, ha terminado en lo absurdo de lo absurdo. Algo así como que el bien quiere el mal y el mal quiere el bien y ambos, por tanto, se necesitan mutuamente como para explicarse a sí mismos, en paralelo, en simetría, en su adecuada posición. Y que esta forma, tan absurda, es un modo habitual en el que muchas personas viven y según el cual proceden con su pensamiento porque no han llegado donde él ahora mismo se ve situado en el trato con Sócrates, en la cercanía con ese nuevo maestro de esta nueva palestra infantil en fiesta. Está aquí. No en otro lugar. 

Sigue Sócrates, por tanto, ampliando el espectro de la conclusión para que se vea todo lo posible. 

ἆρ᾽ οὖν, φήσουσιν, τὸ ἐχθρὸν τῷ φίλῳ φίλον ἢ τὸ φίλον τῷ ἐχθρῷ;

οὐδέτερα, ἔφη.

ἀλλὰ τὸ δίκαιον τῷ ἀδίκῳ, ἢ τὸ σῶφρον τῷ ἀκολάστῳ, ἢ τὸ ἀγαθὸν τῷ κακῷ;

οὐκ ἄν μοι δοκεῖ οὕτως ἔχειν.

Llegado este punto caben dos opciones fundamentalmente. La primera sería tirar a Sócrates fuera de los muros del lugar, que coinciden con los muros de la ciudad. Y que siga vagando por las afueras, por donde iba y a donde fuera. La segunda sería rechazarse a uno mismo. O bien extrañarse de Sócrates, o bien extrañarse a uno mismo. Y así descubrir que, de alguna manera, se ha abrazado a la razón misma y que ha tomado a la razón misma por buena compañera, de la que fiarse. Pero una razón que irá o vendrá según se le de algún sentido para avanzar, cargándola de contenidos y materias con los que funcionar, con los que mostrarse. En la argumentación estúpida que han hecho hasta ahora ha aparecido, como poco, una ignorancia enorme y una razón fiable en su sencillez y simpleza. Más que contestar Menéxeno o preguntar Sócrates, la conversación la lleva la razón misma esclareciéndose ante ellos, apareciendo entre ellos. Por eso aquello, quizá, de una presencia que es compartida cuando dos o más se reúnen en su nombre. Pero no seguiré por aquí. 

Decía que Sócrates avanzaba ligando la amistad con lo justo, con lo moderado y con lo bueno, así como dejando enfrente lo enemigo, lo injusto, lo intemperante y lo malo. Ninguna palabra está de más en esta tríada de semejanzas que se han colado aceptándolas como tal por su cercanía, y que ya quisiéramos ver con mayor claridad de lo que habitualmente podemos percibir, notar, sentir, notar, ver venir. Quizá por ello reaccionamos con cierta enemistad a la amistad que se presta a nuestra humana condición y vida, o con amistad a lo que no es más que enemigo tapado de nuestra existencia. Quizá. 

En esto cabe añadir y subrayar, una vez más, que aunque se hagan descripciones más o menos vitales y existenciales de las llamadas "ideas socráticas", en verdad no hay un reduccionismo a lo propio en el diálogo general, puesto que son tomadas siempre como realidades accesibles fuera de la persona como tal y de su psicología o historia en particular. En todo el diálogo se verá que, a poco que se repase y sepa leer normalmente, que se afirma, y no se contesta o duda, de la amistad, la justicia, la prudencia o la bondad. Y que, al no cuestionarlos siquiera, se afirma esperanzadamente que la persona sabe de ellos hasta el punto de vivir por ellos y, casi, para ellos, aún sin saberlo del todo, sin ser conscientes del todo de ello, pero habiéndose ya dado. Hasta estos niños lo saben. Y nadie se lo ha explicado, ni son capaces de definirlo o repetirlo con palabras que vengan de otros. Simplemente lo viven. De ahí que el examen sea de la vida y las respuestas se deban dar desde la vida, esto es, desde la razón misma. Que va brillando poco a poco. No mecánicamente, sin nombrarla. 

Ahora Sócrates no deja ni responder a Menéxeno. Él se responde. No parece tal cosa. No hay que seguir avanzando por esta barbaridad de la cercanía de todo con todo, de la negación de toda distancia o claridad. Así que solo queda un paso, que ahora rompe el plano simple en el que han jugado hasta el momento dando lugar a un "entre", otro escalón o peldaño, que no permite ir rápidamente y saltando de uno en otro. 

ἀλλὰ μέντοι, ἦν δ᾽ ἐγώ, εἴπερ γε κατὰ τὴν ἐναντιότητά τί τῳ φίλῳ φίλον ἐστίν, ἀνάγκη καὶ ταῦτα φίλα εἶναι.

ἀνάγκη.

οὔτε ἄρα τὸ ὅμοιον τῷ ὁμοίῳ οὔτε τὸ ἐναντίον τῷ ἐναντίῳ φίλον.

οὐκ ἔοικεν. 

Una vez más, Menéxeno está de acuerdo, muy de acuerdo. ¿En qué está de acuerdo? En dos asuntos, por los que irá ahora avanzando la conversación. Por un lado, que hay un "vínculo" que une y que este vínculo es ahora la definición que van a explorar como amistad. Y por otro lado, que la amistad no es sobre lo semejante, ni sobre lo opuesto; es decir, que tales conceptos no clarifican la amistad y que su aplicación aquí se ha vuelto desagradable, horrenda e inhumana, porque ha dejado de ser racional. Dos asuntos que, mezclados, ya van indicando con qué tendrán que bregar próximamente. Aunque Menéxeno ni lo vea. Todo le parece bien, como a tantos, como a muchos. Yo le imagino una y otra vez con la cara iluminada como viendo cosas que jamás se había planteado. Como yo, dicho sea de paso, cuando creo que he comprendido por fin algo importante, aunque todos sabemos a cierta edad que no se trata de ningún paso definitivo como final, sino como medio en el camino. 



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