domingo, 10 de abril de 2022

LISIS. Día 53. (Platón, 216a - 216b)

Lo inmediatamente anterior solo es Hesíodo, no Sócrates, no Platón. Sin más, pregunta a su auditorio qué les parece eso, que solo los distantes y desemejantes pueden amarse. ¿Qué tal suena, de primeras? ¿Qué tal suena, de segundas? ¿Qué pasa cuando lo pensamos? ¿Qué estamos obligados a aceptar y qué estamos obligados a rechazar? ¿Todo o nada? ¿Algo?

En los dos argumentos simples, sobre la relación entre semejantes o desemejantes, con su amor y odio, se produce un mismo y único error: la planifice, la falta de amplitud, el mero entendimiento de la cuestión, la competición por un espacio que se dice único sin ser ontológicamente considerado como el medio que es proximidad y distancia, porque no hay nada más que dos en el análisis, y el amor o el odio están en uno y otro identificándose con ellos. 

Sigo. Sin transcribir, porque cansa.

Sócrates toma la palabra para dirigirse a todos, no a Menéxeno. Usa el plural frente a su singular, trayendo al diálogo la distancia entre uno y todos, entre el yo y el vosotros. Pero Menéxeno toma la palabra y dice otra tontería más. Le suena bien. Porque parece que todo le suena bien a este joven que antes creía saber algo y ahora no se da cuenta, todavía, que no sabe nada. No sabe de su nada. Así que responde inmediatamente. 

Por cierto, Sócrates se ha separado de Hesíodo y lo ha dejado claro. Pese a que sea su recuerdo, es la palabra de otro, que lleva dentro, en una cierta distancia. 

Así que Sócrates, después del parecer de Menéxeno, insiste preguntando. ¿Esta sería la tesis: lo opuesto es lo más amigo de aquello que se le opone?

φῶμεν ἄρα τὸ ἐναντίον τῷ ἐναντίῳ μάλιστα φίλον εἶναι;

Sin palabra, solo haciendo sonidos: "enantíon". Un neutro, de los muchos, para referirse a esto que despersonaliza y aleja, que extraña y no corresponde. Lo que no encaja con uno, que es lo que permitiría, en verdad, la distancia en uno mismo de lo que no es uno mismo, de lo no identificable. Creo que, si se da la amistad, tiene que empezar por aquí realmente. Por esta mezcla extraña de una subjetividad que enfrenta una objetividad con atractivo, atraído por ella. No respecto del conocimiento, sin más. Aunque, evidentemente, participa e interviene. 

Menéxeno sigue diciendo que sí. No le queda otra a quien no entiende lo que se está diciendo. 

Esto de la "semejanza" es lo que en otros lugares se pretende rozar con el discurso, pero se trata de algo que describe al ser y no a la razón, a lo cual la razón se enfrenta. Lo mismo que en la amistad hay componentes epistemológicos y éticos unidos, así en todo lo demás se debería considerar la relación sin que una y otra viajen por mundos paralelos. Que muchos problemas hoy provienen de esa división en lo humano. 

Sócrates le pregunta entonces si no lo ve muy extraño (allókotos), es decir, lo que no cuadra, lo que no encaja. Que es igualmente un juego de formas y modos. En esta pregunta, tan cercana a la tesis, se inicia la problematización de la cuestión de Hesíodo en sentido pleno, porque da la pista para situarse en un plano diverso: el que opone términos, el que define en oposición, el que señala la diferencia. 

Ahora sí, amistad se vuelve contrario a enemistad y tenemos una fórmula capaz de definir los polos del tema del diálogo. Quizá examinando las diferencias entre ellos se percibe mejor qué pueda significar la amistad, cercana pero no idéntica al eros atractivo. Otra cosa es cómo se llega hasta aquí, es decir, cómo es posible ir por la vida identificando amigos y enemigos. No resulta tan fácil. Ni lo primero, ni lo segundo. Lo cual, dicho sea de paso, obliga casi a posicionarse de partida en una de las dos. Por ejemplo, nuestro tiempo -quizá todo tiempo, incluido el de Sócrates y no digamos el de Jesús de Nazaret, o, sin ir tan lejos, la Ilustración tan querida por muchos- se pone claramente del lado de los enemigos. Solo algunas personas pobres pueden decir lo contrario. Pobres, en el mejor sentido posible. Pobres de condición casi natural. Pobres en la inteligencia de su tiempo. Pobres en la comprensión general. Casi niños. Los niños quizá son los únicos que pueden estar del otro lado, hasta que aprenden porque les hemos enseñado bien la lección de los amigos y los enemigos, de lo blanco y lo negro. Para que no sean ingenuos, claro. Para que, y aquí hay un problema, o bien abandonen la ingenuidad, o bien adquieran la ignorancia suficiente para olvidarse de los demás y de sí mismos. Qué sé yo. Pero el caso es que o aprenden o les enseñamos esto. 

Todo está claro cuando vivimos así, con dos planos. Todo está tan claro que asusta. Cómo no tener miedo si cualquiera puede convertirse (o incluso ser) un enemigo, un guerrero contra mi propia vida, un existente enfrentado a mí. ¿Y yo? ¿Cómo no volverme enemigo para así defenderme mejor y llevar ventaja a los demás? 



No hay comentarios:

Publicar un comentario