jueves, 7 de abril de 2022

LISIS. Día 51 (Platón, 215b - 215c)

En todo intercambio cotidiano, especialmente en el amor y el odio, quien se mueve por uno y otro, en el fondo, busca un eco similar en el otro. Quien ama espera amor y el odio llama al odio. De ahí que quien es amado quede desconcertado, tanto más provocado cuanto más gratuito e inesperado, como desequilibrado hacia el lugar de la vida en el que se mueve el amor de uno mismo hacia otro. Pero también que quien padezca el odio esté herido y tentado a responder con la misma moneda. Y pese a que esto esté más o menos claro en la teoría, la respuesta humana dispone de algo que impide el automatismo poroso de las células y quede encerrado bajo el signo de un tiempo que haga suya, y no de otro, la respuesta -responsabilidad- y la culpa. No soy capaz de comprenderlo de otro modo en estos momentos. Aunque queda siempre abierta la pregunta por el origen de uno y otro movimiento. 

Sigo. 

Pero no serán amigos, si no llegan a valorarse mucho mutuamente. 

Es verdad. 

¡Mira entonces, Lisis, adónde hemos ido a parar! ¿Es que nos hemos extraviado totalmente?

φίλοι δέ γε οὐκ ἂν εἶεν μὴ περὶ πολλοῦ ποιούμενοι ἑαυτούς.

ἀληθῆ.

ἄθρει δή, ὦ Λύσι, πῇ παρακρουόμεθα. ἆρά γε ὅλῳ τινὶ ἐξαπατώμεθα;

Esta es la conclusión sobre la utilidad de la amistad, más o menos dicho así rápidamente, que viene tratando Sócrates como inquietud personal a propósito del requerimiento de la alteridad y la diversidad. Es, por decirlo bruscamente, una cuestión matemática planteada a propósito de la vida en torno a la igualdad y la diferencia. Donde el error fundamental de base pueda ser, entre otros y con sus derivadas, la posible consideración de que hay dos personas iguales por algún lugar del mundo cuya semejanza pueda ser tan grande que se confundan, mientras que, a mi entender, más bien habría que considerarlo en virtud de su dinamismo personal y apertura hacia el bien, que es donde el amor se la juega definitivamente. El que ama lo hace porque hay un bien, no dentro de la persona quizá, sino en la persona misma como realidad. Y cuando dos que están de camino al bien se cruzan, y todos de alguna manera lo estamos, y siendo capaz de reconocer esta orientación, entonces se aprecian, se valoran y se encuentran. 

Por supuesto, el amigo es útil, pero no tanto en la dirección que se piensa y expone aquí, sino en la otra. El amigo es realmente útil porque despierta en la persona la capacidad de amar perteneciéndose a otro y no solo a sí mismo. Es decir, por la liberación que supone, por lo que desata. Y me gusta aquí recordar que esto es verdad en sí misma al modo griego. Es decir, que provoca el otro todavía no amigo la exigencia de responder con amor de amistad, amor de pertenencia, amor de entrega a la espera confiada de lo que pueda pasar. 

La valoración mutua, que se está dando de hecho en el diálogo mismo a pesar de que no estén de acuerdo y anden pasando de puntillas por los temas o extraviándose, es el dinamismo propio del amor, que aquí se sitúa en el plano de la verdad y de su búsqueda. Tanto para Sócrates como para Menéxeno vérselas en esta situación es crucial. Quizá se podrían reconocer a sí mismos y parar de hablar de lo de fuera para comprobar lo que está sucediendo en el diálogo mismo. Pero esto no lo harán. 

Sócrates plantea la necesidad en el amor de la "valoración", no como intelectualismo barato, sino como acción mutua. Ambos están en común dinámica. Y de aquí la necesidad de pensar realmente que hay dos planos de la realidad y traer a este punto el análisis de "todos y partes" que en ocasiones he planteado para no superficializar destructivamente su consideración. Mis jóvenes alumnos sí que plantean la amistad sin carne en dos o tres puntos dentro de un plano, que suele ser el de la confianza, pero no lo traducen en la compleja realidad de su persona y la del otro entablando un diálogo infinito por sí mismo, y muy ignorante de lo que hay y lo que puede haber en el futuro. 

Del punto de partida sobre la igualdad, y la argumentación hecha poco a poco, se deduce una contradicción que hace revisar el inicio. El término "extraviarse" o confundirse, quedar a un lado o salir del camino trazado, es lo que se utiliza en los diálogos frecuentemente para señalar el desatino. No insisto más, porque el texto es elocuente. Iban derechos y rápidamente ha la "conclusión" y, de repente, el camino emprendido se abre otra vez más. No parece un sendero, sino campo abierto. Lo trágico y exagerado del "totalmente" muestra la confianza en la razón por la que se dejan guiar. ¡Todo lo dicho debe estar mal, si es que hemos terminado aquí! Lo que no dice que esté mal es el palo trabajado y lo que se va dibujando de este lado de la idea bella de amistad, que ahora ya sabemos que incorpora la cuestión de la alteridad y la semejanza de modo ambiguo, ambivalente y abierto. Y quizá sea esa la verdad descubierta con intensidad. 



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