lunes, 4 de abril de 2022

LISIS. Día 50 (Platón, 215a - 215b)

La verdad nunca va sola. La verdad misma incorpora alteridad. No habla de sí misma sino que está esparcida en todo. Se trata de algo más que un tema común o vulgar, sino de lo común en sí mismo, la capacidad de reunir la realidad luminosamente, no quebradamente, no separadamente. La alteridad de la verdad no es el peligro de la destrucción de lo uno, sino la reunión de lo múltiple. Coincidencia. Habitualmente, planos diversos. Por sí mismo, diversos. La verdad no es descripción, sino captación de la esencia por medio de la intuición. 

Seguimos con el diálogo. 

No lo sé. 

¿Y cómo querrá el que no sea querido?

De ninguna manera. 

Pero, entonces, el semejante no es amigo del semejante, aunque bien pudiera serlo el bueno del bueno, no por ser semejante, sino por ser bueno. 

Bien pudiera. 

Pero, ¿cómo? El bueno, en cuanto que bueno, ¿no se bastaría a sí mismo?

Pero el que se basta a sí mismo no necesita de nadie en su suficiencia. 

¿Por qué no?

El que no necesita a nadie tampoco se vincularía con nadie. 

En modo alguno. 

El que no se vincula a nadie tampoco ama. 

Verdaderamente no. 

El que no ama, no es amigo. 

No parece. 

¿Cómo, entonces, pueden los buenos, sin más, ser amigos de los buenos, si vemos que, estando ausentes, no se echan de menos -ya que son autosuficientes, estando separados- y, si están juntos, no sacan provecho de ello? ¿Qué remedio poner para tales personas lleguen a tenerse mucha estima?

Ninguno, dijo. 

Para seguirlo en griego. El diálogo es riguroso. No sale de sus términos, aunque sí los varía en ocasiones. Conviene fijarse bien. Porque parece que está de broma. Suena a tal tal repetición. En la bondad de la bondad y en el amor de la amistad. Ahí se reitera. Pero nada es por sí. Ni siquiera lo uno que se pueda reconocer personalmente en la propia singularidad. Individualidad y singularidad marcan la diferencia. De igual modo la génesis del amor que no se da a sí mismo. La amistad es imposible en el uno, como el amor. Si hay amor, no hay uno solo. 

οὐκ ἔστιν.

ὃ δὲ μὴ ἀγαπῷτο, πῶς φίλον;

οὐδαμῶς.

ἀλλὰ δὴ ὁ μὲν ὅμοιος τῷ ὁμοίῳ οὐ φίλος: ὁ δὲ ἀγαθὸς τῷ ἀγαθῷ καθ᾽ ὅσον ἀγαθός, οὐ καθ᾽ ὅσον ὅμοιος, φίλος ἂν εἴη;

ἴσως.

τί δέ; οὐχ ὁ ἀγαθός, καθ᾽ ὅσον ἀγαθός, κατὰ τοσοῦτον ἱκανὸς ἂν εἴη αὑτῷ;

ναί.

ὁ δέ γε ἱκανὸς οὐδενὸς δεόμενος κατὰ τὴν ἱκανότητα.

πῶς γὰρ οὔ;

ὁ δὲ μή του δεόμενος οὐδέ τι ἀγαπῴη ἄν.

οὐ γὰρ οὖν.

ὃ δὲ μὴ ἀγαπῴη, οὐδ᾽ ἂν φιλοῖ.

οὐ δῆτα.

ὁ δὲ μὴ φιλῶν γε οὐ φίλος.

οὐ φαίνεται.

πῶς οὖν οἱ ἀγαθοὶ τοῖς ἀγαθοῖς ἡμῖν φίλοι ἔσονται τὴν ἀρχήν, οἳ μήτε ἀπόντες ποθεινοὶ ἀλλήλοις—ἱκανοὶ γὰρ ἑαυτοῖς καὶ χωρὶς ὄντες—μήτε παρόντες χρείαν αὑτῶν ἔχουσιν; τοὺς δὴ τοιούτους τίς μηχανὴ περὶ πολλοῦ ποιεῖσθαι ἀλλήλους;

οὐδεμία, ἔφη.

Comienza aquí una parte preciosa cargada de densas afirmaciones dialogadas. Sorprende, y por eso lo he copiado, que se inicie en el "no saber" del interlocutor, del sabio Menéxeno. Sin que su no saber le detenga, se limita a escuchar, desde ese momento, la argumentación rigurosa de un Sócrates encendido y a la carrera que no encuentran freno en su interlocutor. La preocupación que dice martillearle está del lado de lo que aporta el amigo si, siendo semejantes, el uno tendría suficiente consigo mismo. No se da cuenta Menéxeno, porque no es capaz de responder nada, que dos se sigue de uno. Que el uno solo que dice bastarse a sí mismo, para recogerse en sí mismo, necesita alteridad y diferencia. Y que dos no es más que el encuentro precisamente del uno. Que el uno necesita del otro. Y que su incorporación y relación no destructiva, sino de reconocimiento mutuo, es lo que permite precisamente que se vea así. Y que esto es precisamente el amor. El amor es lo que hace que uno se pueda bastar a sí mismo. Es decir, que no se basta a sí mismo en origen, porque el uno no se da a sí mismo la unidad, sino que la recibe como singularidad. En un mundo como el nuestro es esencial descubrir esto para no perderse en una relación y pertenencia que simplemente derogue lo dado como uno. 

Dicho de otro modo, el uno recibido humanamente no es tal, sino singularidad que proviene de otro. A esto le podríamos denominar, sin más, "nacer". El amor no hace sino incrementar esta unidad y responsabilidad de uno sobre otro. El vínculo no se da por la necesidad en ningún caso. Ni siquiera lo que hoy se llama contingencia, casi como juego que no se toma en serio, como vuelta a un paraíso perdido en el que la persona pueda hablar de lo serio, pero en broma. La responsabilidad está del lado de la imposibilidad de hablar de algo así a la ligera. No hay ligereza, sino densidad. 

Las matemáticas -el aprendizaje básico y fundamental- incrementan en este caso la confusión. Porque alguno sacará los dedos de la mano para sumar sin percibir que la vida no se iguala al tiempo. La matemática necesita su tiempo. 

Cuando Sócrates dice que tiene una pregunta, lo que viene después es un problema de un orden mayor y en crecimiento. Al plantear el problema, pone delante la diversidad de posibles respuestas y la capacidad de argumentar sobre ellas. Desde dentro, porque se trata de vida vivida y de verdad vivida, se puede ver de otro modo. Ese otro modo de ver, incorpora posibilidades diversas. Escoger un camino para la argumentación requiere ir tomando decisiones. Si las palabras elegidas carecen de fundamento, lo que viene después está desprovisto de sustancia. El uno no es cerrado. Sino abierto. En tanto que el uno es abierto permite el diálogo con lo que después será la verdad y el bien. Es decir, que el uno es, como mínimo, trino. Aunque aquí se empieza, como en la matemática básica, por dos planos. Se trata de aprender, sin más, en lo humano. De ahí se verá qué dimensión adquiere lo mayor. Se dan por tanto tres posibilidades en la relación. Con lo inferior, con lo equivalente y con lo superior. Dos desiguales, uno en relación que tienden a lo semejante, que es lo que revela la igualdad. En la igualdad con el otro se nos dice lo que somos aunque no lo sepamos. Es decir, lo que es posible en nosotros no realizado. Supongo que el amor entonces se ve en amplitud del lado de lo que hace que una persona sea su unidad. 



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