domingo, 3 de abril de 2022

LISIS. Día 49 (Platón, 214d - 215a)

Es asombroso considerar que esto es un diálogo, que lo es, a diferencia de muchos otros que se llaman tales. Es asombroso y lo vemos cuando se representa la escena. A los diez minutos nos damos cuenta de que diálogo se llama aquí realmente a la exposición de un argumento que se va verificando continuamente y poco más. Sócrates tiene un papel que corresponde a los dos y el interlocutor adquiere un rol que corresponde igualmente a los dos. Se trata del argumento, más que del intercambio de opiniones. Se trata de cómo se vive según ese argumento, más que del hipotético caso en que las realidades fueran flexibles y manipulables, carentes de realidad propia. Lo que no puede ser un diálogo es lo contrario, la suma de opiniones y que dé igual si convergen o divergen. Hoy, cuando te pones un poco serio en una conversación, y te das cuenta de que necesitas estar de acuerdo, como mínimo, en lo que significan algunas palabras, entonces empieza una conversación socrática. Algo así como, ¿qué has querido decir? A lo mejor estoy de acuerdo, o no, pero qué has querido decir cuando hablas de... ¡No digamos si se habla de amor o del otro o de la verdad o de la belleza o de la excelencia! 

En otro orden de cosas, antes del diálogo. La verdad nunca va sola. Si fuera sola, no la temeríamos. Porque es la verdad, sin más. Va acompañada siempre de otro tipo de intenciones. No se presenta jamás puramente si es que viene dada por otro. Es decir, la amistad es allí donde la verdad se presenta de un modo singular y único. En la enemistad, la verdad deja de serlo. Por eso el diálogo es importante, si se da entre amigos. De otro modo, ni siquiera es diálogo. No llega a serlo. No puede llegar a serlo jamás. Entre semejantes se da, por la amistad, un vínculo que suma alteridades. No las destruye. Si las destruyera, no sería la verdad. La mentira no permite que aparezcan personas. La persona es su enemiga, contra lo que combate. Mejor dicho, la humanidad. Lo humano se asienta estructuralmente, ontológicamente del lado de la amistad, en tanto que amor. La verdad se da, como se da el amigo. El enemigo se niega, no se da. Por lo tanto, hace hueco a la mentira. 

Seguimos con el diálogo. 

Así pues, ya tendríamos quiénes son amigos, porque nuestro discurso apunta a que lo son los que son buenos. 

Eso es lo que me parece, dijo. 

Y a mí, dije yo. Sin embargo, hay algo que me tiene inquieto en todo esto. Sigamos, pues, por todos los dioses, y veamos lo que estoy sospechando. El semejante es amigo del semejante en cuanto semejante, y en este caso, ¿son útiles el uno al otro? O mejor dicho: cualquier cosa semejante a otra cualquiera ¿qué beneficio puede traerle o qué daño causarle, que no se lo haga también a sí mismo? ¿O qué cosa sufrir que no lo sufra también por sí misma? Así pues, ¿cómo pueden tales cosas vincularse entre sí no prestándose mutuamente servicio alguno? ¿Es esto, de algún modo, posible?

No lo sé. 

ἔχομεν ἄρα ἤδη τίνες εἰσὶν οἱ φίλοι γὰρ λόγος ἡμῖν σημαίνει ὅτι οἳ ἂν ὦσιν ἀγαθοί.

πάνυ γε, ἔφη, δοκεῖ.

καὶ ἐμοί, ἦν δ᾽ ἐγώ. καίτοι δυσχεραίνω τί γε ἐν αὐτῷ: φέρε οὖν, ὦ πρὸς Διός, ἴδωμεν τί καὶ ὑποπτεύω. ὁ ὅμοιος τῷ ὁμοίῳ καθ᾽ ὅσον ὅμοιος φίλος, καὶ ἔστιν χρήσιμος ὁ τοιοῦτος τῷ τοιούτῳ; μᾶλλον δὲ ὧδε: ὁτιοῦν ὅμοιον ὁτῳοῦν ὁμοίῳ τίνα ὠφελίαν ἔχειν ἢ τίνα βλάβην ἂν ποιῆσαι δύναιτο, ὃ μὴ καὶ αὐτὸ αὑτῷ; ἢ τί ἂν παθεῖν, ὃ μὴ καὶ ὑφ᾽ αὑτοῦ πάθοι; τὰ δὴ τοιαῦτα πῶς ἂν ὑπ᾽ ἀλλήλων ἀγαπηθείη, μηδεμίαν ἐπικουρίαν ἀλλήλοις ἔχοντα; ἔστιν ὅπως;

οὐκ ἔστιν.

Han llegado a un punto crucial, destilando argumentos de todo tipo. Se trata de una definición profunda de la amistad en conexión con el bien. Por lo tanto, también del lado de la verdad. El uno aparece en la amistad. Lo que no termina de cuadrar, y que Sócrates avanza, es la semejanza. Si fuera pura semejanza sin alteridad alguna, situados en el mismo plano de la realidad, se destruirían o no aportarían nada. No se percibe la realidad de la amistad en dos planos diversos, sino solo en uno y uno. La amistad requiere de profundidad. Es decir, de un ámbito propio, más humano, más hondamente humano donde puede vivir. No es la planicie de las relaciones sin significancia, sino del encuentro mutuo. En el encuentro compartido, en la historia que es común y se da por supuesta, se construye algo más que el simple encuentro como encontronazo circunstancial. Se trata más bien de dar paso a algo más, propio. Esos dos planos dotan de profundidad a la amistad en tanto que presente, pasado y futuro. En las palabras compartidas de la propia tradición común. Es la apertura a algo más, a la mutua dependencia que no libra a cada cual de su autonomía. Los combates simples de unas contra otras en identidades fuertes no comprenden la persona en sus capacidad y dimensiones, en su potencial y posibilidades. La oportunidad del bien y de la verdad está encaminada a dar el siguiente paso en el que la persona se descubre a sí misma dotada de más, gracias al otro que reclama capacidad para ser acogido. Supongo que por aquí va la cuestión. 

Por lo tanto, lo que ahora empieza Sócrates lo comienza por el lado de la semejanza cuando tendría que empezar más bien por el otro lado, el de la diferencia, de la alteridad, de la novedad. Efectivamente, sin alteridad no hay novedad y se daría repetición de lo mismo. La nostalgia es el dolor de una herida vieja que cura esta novedad. 




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