viernes, 4 de marzo de 2022

LISIS. Día 44 (Platón, 213c - 213d)

La conclusión se presenta como absurda, incomprensible e ilógica. No tiene sentido entonces que el amigo surja de su propia acción y se haga a sí mismo, igual que el enemigo. Sería alguien que obra sin motivo alguno, por sí mismo. No hay nada más que sí mismo, no se contempla nada más. Entonces no tiene sentido. Sería amigo por el hecho de ser quien es y enemigo por el hecho de ser quien es. No hay nada más. Esto que, dicho así, resulta muy directo y bruto, en el fondo es la verdad misma de la conclusión de una acción que se contemple superficialmente carente de motivación más allá del sujeto que la realice. Es decir, que incluso en el caso de que la motivación y el querer, voluntad, deseo (palabras confusas todas ellas en el diálogo, al menos para mí) implican por ellas mismas alteridad, exterioridad, al otro, un otro, algo otro. Como se quiera decir. Pero no es el sujeto mismo quien se muestra simplemente en la acción, sino quien se hace respecto de su no soledad. De hecho, la acción implica por sí misma la necesidad en el tiempo de ese movimiento y devenir. Pero esto esto es otro cantar. Contemplarlo despacio es verlo en mayor profundidad. Incluso lo que sale de la persona misma no es solo la persona misma, y la persona que se ve no es una persona cerrada y completa de la que se pueda decir sin más una u otra cuestión. Nuestro intento de poner palabras al dinamismo corre el riesgo de romper el dinamismo mismo de la vida. Nuestro intento de decir las cosas en sí mismas no puede romper los puentes con todo lo demás y su complejidad, salvo que se asuma el riesgo de la destrucción de sí mismo. La apertura lo complica todo. Eso es verdad. Al menos para quien responde racionalmente. 

Así pues, ¿no nos acaecerá que por necesidad también tengamos que conceder lo de antes, a saber, que muchas veces se es amigo de quien no lo es, y otras muchas veces hasta del enemigo, cuando alguien ama al que no le ama, o incluso ama al que le odia?

-Es muy probable, dijo.

-¿Qué debemos hacer, dije yo, si ni los que se aman son amigos, ni los amados, ni los que, al mismo tiempo, aman y son amados, sino que entre otros que no sean éstos tenemos que buscar a los que llegan a ser amigos entre sí?

-Por Zeus, Sócrates -dijo él-, que no sé seguir.


οὐκοῦν ταὐτὰ ἡμῖν συμβήσεται ἀναγκαῖον εἶναι ὁμολογεῖν, ἅπερ ἐπὶ τῶν πρότερον, πολλάκις φίλον εἶναι μὴ φίλου, πολλάκις δὲ καὶ ἐχθροῦ, ὅταν ἢ μὴ φιλοῦν τις φιλῇ ἢ καὶ μισοῦν φιλῇ: πολλάκις δ᾽ ἐχθρὸν εἶναι μὴ ἐχθροῦ ἢ καὶ φίλου, ὅταν ἢ μὴ μισοῦν τις μισῇ ἢ καὶ φιλοῦν μισῇ.

κινδυνεύει, ἔφη.

τί οὖν δὴ χρησώμεθα, ἦν δ᾽ ἐγώ, εἰ μήτε οἱ φιλοῦντες φίλοι ἔσονται μήτε οἱ φιλούμενοι μήτε οἱ φιλοῦντές τε καὶ φιλούμενοι; ἀλλὰ καὶ παρὰ ταῦτα ἄλλους τινὰς ἔτι φήσομεν εἶναι φίλους ἀλλήλοις γιγνομένους;

οὐ μὰ τὸν Δία, ἔφη,  Σώκρατες, οὐ πάνυ εὐπορῶ ἔγωγε.

Qué ocurre aquí, si hemos llegado al aparente absurdo de afirmar que se es con frecuencia amigo de enemigos y enemigo de amigos. Qué está ocurriendo y en qué momento de la argumentación, si no al principio mismo, hemos tenido que cometer algún tipo de error. Porque parece absurdo. De primeras, al menos. Parece absurdo. Pero lo que está encima de la mesa es que no toda relación de proximidad es auténtica relación de proximidad y comunión en lo humano. No toda cercanía es, pese a lo que pueda parecer, verdadera amistad. Porque se puede vivir como si se fuera amigo de quien nos hace mal y a la inversa. Esta forma de inversión, que no está presente en la afirmación que viaja en paralelo arriba, sino que ahora va y viene, como si fuera de ida y de vuelta, es distinta. Sin embargo, viene de la anterior. Viene por deducción de la anterior. Si lo de antes es verdad, esto tiene que serlo igualmente. Aunque parezca locura. 

Pero no lo es tanto. A mí al menos no me salta a la vista el escándalo que está diciendo. Tratan algunos desde la amistad a sus enemigos. Es más, debería hacerse así siempre. Al menos en una ética determinada que me parece que es también en ciertos puntos la misma vida de Sócrates. Pero lo que no encaja es que la persona que ama a otra no se dé cuenta de que la otra le odia, es decir, se puede amar al enemigo, pero no con amor de amistad. Porque si quien ama no se da cuenta de que está amando a un enemigo, es porque no ama a su enemigo. Por lo tanto, no alcanza lo más elevado. El problema es, por repetirme, no en que se pueda amar a quien no nos ama, sino en la ignorancia de que no nos ama. Que creemos que somos "amigos", es decir, que vivimos unidos en un mismo destino humano. A la inversa, igualmente improbable. Pero no tanto como este. Cómo es posible que se odie a quien realmente nos ama. ¿Es posible? Absolutamente. Pero, ¿cómo es posible que alguien lleno de rechazo se dé cuenta de lo que significa el amor? En este caso, la ignorancia es más que probable. Muy, muy probable. 

La segunda pregunta, llena de confusión, tiene como parte principal el inicio de la cuestión, que no es el lío en el que se ha metido al observar la filia o el odio, sino qué hacer entonces ahora. ¿Cómo proceder viviendo una vez que hemos visto y entendido lo anterior? Y Menéxeno, con una honestidad digna de enmarcarse, llega a la gran conclusión: "No sé seguir." Repito: "No sé." Vivo, diría Menéxeno, pero ahora no sé cómo vivir, cómo dirigir mi vida, cómo proceder, qué hacer, cuál puede ser la acción que desempañe la nebulosa que se ha puesto delante de mí. Insisto, ¿qué es lo que no sabe? Lo que no sabe es qué se debe hacer al contemplar la verdad en la que vive, que es puramente confusión. Y esto lo dice delante de todos los demás, que son sus amigos aparentes y quizá haya por ahí algún enemigo igualmente aparente, o con sus amigos y enemigos verdaderos. Pero cómo seguir. No sabe. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario