miércoles, 26 de enero de 2022

LISIS. Día 26. (Platón, 209c - 209e)

Tengo un libro firmado por su autor al que tengo mucho cariño. No tengo muchos así. Nunca me ha importado, ni le ha dado mayor valor. Pero en ese libro pone algo que escuché en un momento crucial: "No abandones." Y recordé ese mismo día algo que no me ha abandonado. Desde entonces nos hemos visto muy pocas veces.  

He pasado unos días volviendo a leer con más cuidado el diálogo, dándome cuenta de lo mucho que no sé, de cómo pasan rápidamente las palabras y del peligro de creer que entiendo más de lo que entiendo. Porque en esas burlas que se hacen de Lisis está contenida gran parte de la humanidad que vive así, porque realmente piensa eso, y es difícil salir de ahí, de esa inmediatez y del cambio constante sin nada fijo. Y, sin embargo, está presente algo fijo que nos hace entender el diálogo y despertar a través de él. La sacudida socrática está en provocar una razón y agitarla hasta que se dé cuenta de que hay verdades. Y que quizá no sea las que pensamos sino las que vivimos y en las que queremos vivir. Algo que, para quien no lo haya entendido, ha quedado dicho que no es cosa de tiempo, no es un tema de la edad, ni se puede esperar de ella. Porque ocurren tantas cosas de las que no aprendemos que darse cuenta resulta escandaloso. Cuántas oportunidades perdidas y en cuántas cosas estaremos obrando mal y haciendo mal a otros. Vendrá la siguiente generación a echarnos en cara que hemos puesto nuestra vida en algo más de lo que nos estamos dando cuenta, en algo más que nuestra destrucción de la creación, nuestro abuso del otro, incluso del pequeño, del desprecio a la mujer, de la esclavitud alienante al consumo. De esto nos damos cuenta, pero cuántas no estaremos ni viéndolas mientras las realizamos. Suma y sigue. Dentro de unos años nos acusarán. Y tendrán razón. 

A Lisis se le hace la boca agua al pensar que los demás le confiarán su vida. Le parece maravilloso. No lo está viviendo y cree que llegará el día, ese día. Y que su crecer será linealmente hermoso, sin responsabilidad. Le ha puesto Sócrates delante todo eso, salvo la culpa que tendrá que asumir y el riesgo. Por no hablar del olvido que está provocando de él mismo al pensar en otro tan ligeramente. No solo su padre, sino el vecino y la ciudad misma. Todos, como en "urbi et orbe". Todos, sin ausencia de nada. Todos, cuando se den cuenta de lo mucho que sabe, le confiarán la vida. Y lo harán alegremente. Aunque lo que Sócrates sabe, y no poco menos Platón, es que al que busca el bien y se sale de lo común para cuidar lo común y ser de verdad un amante del prójimo y del otro, a ese le espera un destino que no imagina un joven. El joven no se ha enterado de lo que significa seguir al bien mismo, sin ser el bien mismo. 

Lisis afirma complacido que confiarán en él. No digamos nada. A lo mejor lo que hay que hacer con los jóvenes es despertar, con afecto ordenado y sincero, su contemplación del bien, antes de cualquier otro mal, para que se asiente bien en él, para que pueda permanecer, para que esté suficientemente injertado hasta que no le resulte extraño ser parte de siendo ya familiar, un brote o un fruto. Y poco más, pero del bien. 

Así que: 

Y bien, ¿no crees que los atenienses te confiarán también sus cosas cuando perciban que eres suficientemente sensato?

τί δ᾽Ἀθηναίους οἴει σοι οὐκ ἐπιτρέψειν τὰ αὑτῶνὅταν αἰσθάνωνται ὅτι ἱκανῶς φρονεῖς;

Esta expresión es apabullante.  No lo tengo claro, pero noto una especie de derrota y vencimiento de la misma Atenas, una confianza poco libre y muy impuesta, una dura esclavitud a lo que, aunque no lo entiendo bien, se está llamando la prudencia de Lisis, a su buen hacer. A lo mejor es porque estoy despistado y no me entero, pero va más deprisa que Alejandro Magno avanzando sobre territorios con su "hacer", con su "sabiduría práctica", y esta sabiduría así descrita y que Lisis posee y domina, más que poseerle a él, consigue una superioridad sobre otros que en nada les beneficia porque les expulsa de su propia paternidad, de sus propios bienes y de su propia tierra. No puedo entender así la "phrónesis". Hay algo aquí que no encajo. Los otros han dejado de ser atenienses y padres en presencia del sabio. No tiene sentido. Y más cuando el que se está imaginando con esta sabiduría, reflejo de que no la tiene, sigue adelante recibiendo y recibiendo, eliminando y eliminando, totalizando y totalizando. 

No solo el padre, el vecino y la ciudad. ¿Y el Gran Rey? 

¡Por Zeus!, le dije. ¿Y qué pasará con el Gran Rey? ¿Confiará a su hijo mayor, al que corresponde el mando de Asia, le confiará, digo, mejor que a nosotros, cuando estuviste cocinando la carne, que echase a la salsa lo que quisiera, en el supuesto de que llegáramos junto a é y le mostráramos que somos mejores que su hijo en cuestiones de condimentar comida?

Es claro que a nosotros, dijo. 

πρὸς Διόςἦν δ᾽ ἐγώτί ἄρα  μέγας βασιλεύςπότερον τῷ πρεσβυτάτῳ ὑεῖοὗ  τῆς Ἀσίας ἀρχὴ γίγνεταιμᾶλλον ἂν ἐπιτρέψειεν ἑψομένων κρεῶν ἐμβάλλειν ὅτι ἂν βούληται ἐμβαλεῖν εἰς τὸν ζωμόν ἡμῖνεἰ ἀφικόμενοι παρ᾽ ἐκεῖνον ἐνδειξαίμεθα αὐτῷ ὅτι ἡμεῖς κάλλιον φρονοῦμεν   ὑὸς αὐτοῦ περὶ ὄψου σκευασίας;

ἡμῖν δῆλον ὅτιἔφη.

Aquí se introduce algo distinto que a mí me apasiona cada vez más y que está menos aprendido, pese a los grandes avances en el conocimiento, que los primeros peldaños del amor. Lo que aquí se dice es que hay diferencias en algo que es uno. Y que conocemos las diferencias tanto como lo uno. Y que conocemos que vivimos en esas diferencias tanto como en lo uno. Lo uno y sus diferencias, que se presenta siempre con una dificultad extrema, igualmente provocadora, hace que le demos vueltas y vueltas hasta lograr entender algo. 

El caso es que todos, absolutamente todos, incluso "el rey de reyes", por decir de otro modo "el gran rey", se someterá. Lo cual deberíamos pensar. Porque ahora la posición de cada uno queda no definida por el origen, sino por algo diferente al origen y la relación entre ellos con algo más que ellos, que es una verdad que afecta a la vida. Me encantan, aprovecho para decirlo, los paralelos entre el logos y el alimento, entre la razón y el vientre, entre la verdad y el cuerpo. Y similares. 

Aquí hay "el Rey de Reyes", y "su hijo mayor", y un "nosotros", mezclando términos imaginarios y términos reales. Perdón por el comentario, pero se me hace luminoso lo del uno y las diferencias incluso en los personajes. Van unidos Lisis y Sócrates. Y ellos serán, si saben de comida, dignos de confianza respecto de la comida. Lo cual muestra que "el Rey de Reyes" sabe igualmente de la importancia de la comida sepa o no cocinar, es decir, que sabe de alimentarse y sus consecuencias aunque ignore cómo se prepara lo que recibirá. No podrá vivir entonces, y esta es la debilidad mayor del Rey de Reyes al parecer, sin depender de otros, por grande que se crea. A la hora de comer, uno más y muy ignorante. 

En tal situación y sometimiento a la realidad, la corona vale de poco e importa mucho más el saber, un cierto saber propio de esclavos. Y está en relación con la vida. Si Sócrates y Lisis son capaces de presentarse de tal manera que "muestren que son mejores", ese mismo mostrarse será tener la vida del Rey de Reyes, del Hijo y de todos los comensales en su mano. 

Y Lisis no nota responsabilidad alguna. Ni la huele. Se le hincha el corazón imaginándose como un esclavo. 




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