martes, 25 de enero de 2022

LISIS. Día 25. (Platón, 209b - 209c)

Lisis está rendido al diálogo. También debe ser propio de su juventud. Lo que a Sócrates le debería estar llenando de un cierto respeto y temor, que no muestra. Solo pregunta y avanza, descolocando la posición inicial y ahora tejiendo un verdadero argumento. Lo que llega es una cadena de razonamientos, que aparentemente se pueden decir fácilmente, pero que no se pueden comprobar tan sencillamente en la vida. Esta distancia entre el discurso, capaz de entrar con aparente normalidad en el terreno de las intenciones como si fueran visibles objetos, y la vida misma es sorprendente. 

Si el impedimento no es la edad, cual es. Sócrates pregunta por la causa, por el origen, por la raíz de donde viene una acción, por lo que la pone en marcha y la motiva y mueve. No es la edad, no es un dato, no es un pasar. Entonces, qué es. 

Lisis responde: 

Porque pienso, dijo, que éstas las sé; pero no aquellas. 

ὅτι οἶμαιἔφηταῦτα μὲν ἐπίσταμαιἐκεῖνα δ᾽ οὔ.

Sobre unas tengo "episteme" y no sobre otras. Una distinción clara y rotunda, que se adquiere y se aprende. Quien sabe de algo, puede sobre ello. Así de siempre. El conocimiento es siempre poder, incluso para aceptar lo que no se puede dominar y no hacer lo que no se puede vencer. El conocimiento "epistémico" expresa un dominio, un ejercicio, una forma de vivir. Se sitúa por encima. Lo mismo da que sea sobre una zapatilla, un coche o un deseo. 

Este conocimiento es capacitante y se puede demostrar. Es compartido por otros o reconocido por otros. Incluso quien no lo tiene puede saber que tienes un conocimiento sobre ello. Aunque esto es extraordinariamente problemático dependiendo del tema y de quien lo diga. 

Es un conocimiento que no lo da la edad, que se adquiere. Y parece que es deseable, porque brinda la ocasión de vivir de un modo diferente, más libre y menos esclavo, más autónomo y menos dependiente, más social y menos infantil. 

Sócrates, que felicita al joven Lisis por el hallazgo, que seguramente ya sabía de antes. Sigue adelante. Hago notar la ironía, porque no le ha dado Sócrates la respuesta. Solo le ha ido bloqueando el paso de la contradicción y del sinsentido, para que no siguiera por ahí razonando sin pensar las cosas, y ha continuado con las preguntas. Se dice poco para lo importante que es esto, que el maestro no adelanta al discípulo la respuesta, sino que simplemente le guía como si no supiera nada, haciéndose el ignorante, pero sabiendo a dónde va y de dónde viene. El tema, por ahora, es lo suficientemente simple para que, leído ágilmente, una persona razonable se dé cuenta de los detalles y de su sencillez. No tanto de las implicaciones, pero sí pueda seguir una argumentación de este tipo. Es un trazo, de momento, grueso, que no ha entrado en el detalle y la auténtica problemática. 

Por eso, con una gran ironía, Sócrates le felicita por lo que ha dicho, no por lo que ha aprendido. Sencillamente, ya lo sabía y estaba claro. Lo que ocurre es que hablaba sin colocar "las letras convenientemente", sin sujetarse a una norma clara, la de la realidad comprensible. Todo lo anterior eran tonterías incomprensibles, que solo entendemos porque no somos "racionales" muchas veces y todo lo aceptamos como bueno de primeras, sin pensar. Pero Lisis topa con Sócrates, que no deja pasar una sin dar explicaciones, y va cayendo y cayendo en la cuenta de una y otra cosa. 

Sócrates continúa. 

Está bien, amigo, dije yo. No es, pues, tu edad lo que está esperando el padre para confiártelo todo, sino el día en el que piense que tú eres más listo que él; entonces se confiará él mismo a ti y, con él, te confiará todas sus cosas. 

Ya lo creo. 

εἶεν, ἦν δ᾽ ἐγώ, ὦ ἄριστε: οὐκ ἄρα τὴν ἡλικίαν σου περιμένει ὁ πατὴρ ἐπιτρέπειν πάντα, ἀλλ᾽ ᾗ ἂν ἡμέρᾳ ἡγήσηταί σε βέλτιον αὑτοῦ φρονεῖν, ταύτῃ ἐπιτρέψει σοι καὶ αὑτὸν καὶ τὰ αὑτοῦ.

οἶμαι ἔγωγε, ἔφη.

No puedo con todo. Pero vamos. Le llama "excelente", que traduce por "amigo", cuando todos sabemos, incluido el traductor, que es mucho más fuerte la palabra usada y más confusa en el tema del diálogo. Por otro lado, en cuanto al contenido, se descarta la edad, rescatando una cierta referencia a su juventud, y se da el salto a la "confianza" que es más bien "entrega" frente al poder de la "episteme". Son dos palabras que pueden sonar bastante cercanas. Quizá un juego, sin más, de palabras, para quien quiera escucharlo. Y, por último, la objetividad del saber, como dominio sobre las cosas, queda desprestigiado al máximo, porque el padre se pone a sí mismo, es decir, a su subjetividad y valor, como la medida a partir de la cual dará en paso a entregarse a sí mismo y todo lo demás. O sea, que la episteme, ese saber sobre las cosas, también es saber y dominio sobre las personas. No hace falta decir mucho más para expresar su riesgo, el riesgo del poder y de la medida de las personas como criterio aplicable a todo lo demás. 

Por otro lado, lo pernicioso que queda el tema en los labios de Sócrates, aunque suene razonable, es el mejor modo de mostrarle a Lisis que aquello no ha terminado, sino que acaba de empezar. Un padre que no confíe más que cuando es superado, en el fondo no confía, sino que tiene a su vez una episteme sobre la episteme del otro, que incluiría al otro y al saber. Y ya he dicho antes que eso es extraordinariamente arriesgado usarlo así. 

Lo de la edad está claro. No es la edad. No es esa objetividad. Aunque, como bien sabemos, y ante la dificultad de aplicar el criterio sensato de Sócrates, termina por haciéndose valer realmente la edad. Por igualar. Porque meterse en eso que dice Sócrates y que parece tan prudente resultaría extraordinariamente confuso y complicado. Un mismo padre, como de hecho ocurre, al tomarse él mismo como medida de cuándo sí y cuándo no, puede hacer con un hijo una cosa y con otro otra complementa diferente. Su contradicción delata que su saber no es tal saber. No digamos, si esto ocurre entre un padre y sus hijos, qué puede suceder más allá de las relaciones cuyos vínculos no los da la exigencia de la sangre, sino otras relaciones más sospechosas, dudosas, con intenciones más ignoradas. 

Pero Sócrates avanza. También el vecino confiará en él. Se entregará. E insisto en que confiar no es tanto recibir como entregar. 

εἶενἦν δ᾽ ἐγώτί δέτῷ γείτονι ἆρ᾽ οὐχ  αὐτὸς ὅρος ὅσπερ τῷ πατρὶ περὶ σοῦπότερον οἴει αὐτὸν ἐπιτρέψειν σοι τὴν αὑτοῦ οἰκίαν οἰκονομεῖνὅταν σε ἡγήσηται βέλτιον περὶ οἰκονομίας ἑαυτοῦ φρονεῖν αὐτὸν ἐπιστατήσειν;

ἐμοὶ ἐπιτρέψειν οἶμαι.

Se está excitando el deseo de Lisis, un joven. Ahora no solo puede tener lo que su padre le ha prohibido desde la infancia, sino que amplía su mirada hacia los bienes del vecino. Con el saber se le abren las puertas del poseer. Lo que el vecino tiene puede ser suyo si muestra su habilidad y domina de este modo el conocimiento del vecino haciéndole creer que él sabe más, que es mejor, revertiendo la desigualdad en la que ha ido creciendo, como en una venganza. Su casa puede ser suya. Sin robarla, sin aparente violencia. Solo mostrando su episteme, que es mejor. 

La desigualdad... Ay.... La desigualdad aparente...

El conocer de Sócrates en los oídos de Lisis suena a poder. No sobre sí mismo, para controlar sus deseos, sino sobre otros. ¿Dónde puede llegar? Y Sócrates continúa. A la ciudad. La ciudad misma se puede entregar rendida a tus pies si consigues que te adoren por tu saber. 

τί δ᾽Ἀθηναίους οἴει σοι οὐκ ἐπιτρέψειν τὰ αὑτῶνὅταν αἰσθάνωνται ὅτι ἱκανῶς φρονεῖς;

Este joven está acumulando imaginariamente poder y se está viendo casi como rey, como señor de todo. ¿Violentamente, por la fuerza? No. Se lo imagina pacíficamente. Los demás, que son buenos y reconocerán en él su sabiduría, confiarán su propia vida. 

Si no se capta la ironía de Sócrates, o quizá el dolor de Platón por la muerte de su maestro, condenado por la ciudad, no nos estamos enterando de nada. Lisis cree que ha dicho algo interesante. Y solo está paseando al lado del precipicio. Casi mejor haberse quedado en la edad, sin seguir dando pasos. Porque puede, sin duda alguna, caer y morir. 



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