miércoles, 5 de enero de 2022

LISIS. Día 5. (Platón, 204b - 204c)

La cuestión de ayer es fundamental, es la puerta real de toda filosofía posible más allá del academicismo en el que habitualmente se recibe, del cual solo proceden resúmenes y esquemas simples de las cosas complejas, o de la propuesta ramplona que la toma como pensamiento al servicio de una vida cotidiana que no deja de ser vida cotidiana, incapaz de elevarse un ápice de su mediocridad insignificante. La pregunta que toma distancia, que se separa junto con la vida de todo lo demás, que provoca el impacto definitivo sobre quien ya no volverá atrás, que ha quebrado un cierto modo de estar en el mundo con la ayuda inestimable del interrogante fundamental. Se puede hacer escuchar la pregunta radical en canciones y confundir fácilmente con un sentimiento de progreso adolescente, pero no será ésta, sino otra posterior, la cuestión definitiva. La pregunta filosófica es la disposición última de la vida a aprender la lección más clara de todas las que se pueden acoger. 

Es un gusto ver que es Sócrates quien la protagoniza aquí, sin que Hipotales siquiera se dé cuenta. Y que lo haga justo antes de entrar en la palestra, es decir, en el muro y por fuera del muro. Es precisamente antes de entrar, no entrando, ni mucho menos estando, cuando la filosofía comienza. Es antes y sin respuestas reales. Es su original manera de mostrar una ingenuidad, libertad y apertura imposibles de considerar por quien está ideologizado y no quiere salir, y de hecho no saldrá, de los presupuestos y prejuicios que jamás ha considerado. ¿Acaso no se sorprenderá Hipotales, aunque sea un poco, por esta actitud socrática que, en principio, rechaza el diálogo siendo el diálogo lo que más significa a Sócrates ante los suyos? ¿No se sorprenderá Hipotales, aunque sea un poco?

Queda dicho y vaya por delante. Lo que Sócrates hace es parar el ritmo en el que el joven quiere involucrarle. Y, al mismo tiempo, permanecer sin irse por otro lugar, atendiendo a la reclamación que le hace. De alguna manera, Sócrates ha comenzado a hacer lo que quiere hacer primero: Escuchar. Este verbo está puesto con contundencia y se deja oír por sí mismo. Primero lo primero. Y esto hacerlo no de cualquier manera, sino "con gusto", "gratamente". Es decir, no estar en la escucha como sin estar o estar con ellos por estar sin más. Todo lo contrario, "primero con gusto escuchar". 

Después lo demás, que es saber "quién es el mejor". 

Hipotales responde creando el caos y la confusión. El grupo no se aclara y dudo incluso del tono que emplea. Lo dice como con cierta gracia, aunque no la tiene. Allí hay lo contrario de la socrática búsqueda de "homologia". Es decir, el joven refleja la multitud de las opiniones, la falta de criterio y de unidad. Pero, insisto, no creo que lo diga ni con sorpresa o dolor siquiera. Porque de lo que ellos tratan es de "diatribar", de "dejar correr el tiempo", de "pasar de una cosa a otra" sin más. En esta situación no será, por tanto, anormal que nadie sea "el mejor" y que todo se confunda con todo. 

A unos les parece uno -dijo- y a otros otro, Sócrates. 

ἄλλος ἔφη , ἄλλῳ ἡμῶν δοκεῖ , ὦ Σώκρατες . 

A lo cual ha faltado añadir: "Según el día, según el ánimo, según nos levantemos." Sería una descripción ya completa de la pluralidad caótica y mal comprendida, donde las personas se confunden con sus opiniones y no hay verdad que pueda tomarse en serio. Triunfa la palabra vacía y la construcción de relatos. Para que nadie se ofenda, el premio se reparte entonces a discreción y todos vuelven a casa contentos y victoriosos porque no ha habido ningún combate, ninguna pelea, ningún enfrentamiento. Sin más, se reparten el trofeo de su pacífica coexistencia. ¡Que nadie los altere demasiado! 

Sócrates, entonces, sin esperar y sin cumplir lo dicho, se inmiscuye donde no le llaman. 

Pero a ti, Hipotales, ¿quién? Dímelo. 

σοὶ δὲ δὴ τίς , ὦ Ἱππόθαλες ; τοῦτό μοι εἰπέ . 

Como en otras ocasiones, aparece la vergüenza, el rubor, la corporalidad de la filosofía, la implicación personal. Es una conversación a espaldas de todos los demás, de quienes no sabemos si Hipotales es solo un emisario, o si ha salido del grupo a propósito con Ctesipo y sin que nadie más lo notara. Simplemente siente Hipotales la fuerza de la pregunta sobre la belleza y el bien. ¿Quién es el más bello de todos los que están? ¿Quién es el más agradable? E Hipotales responde con el cuerpo. Es el que habla, porque su compañero sigue mudo. 

Se queda sin palabras y Sócrates sale en su ayuda. Con un consejo que nadie le ha pedido, como si fuera mentor o monitor de él por iniciativa personal, pese a todo lo que ha dicho de los maestros. Una especie de consejero inmediato que asalta en la situación adentrándose por la brecha herida. 

La presentación de Sócrates es crucial y habla más de sí que de otro. 

Oh, Hipotales, hijo de Jerónimo, no tienes por qué decirme si estás o no enamorado de alguno. Porque bien sabes que no es que hayas empezado ahora a amar, sino que ya vas muy adelantado en el amor. Negligente y torpe como soy para la mayoría de las cosas, se me ha dado, supongo, por el dios, una cierta facilidad de conocer al que ama y al que es amado. Oyendo todo esto, se ruborizó más aún. 

καὶ ὃς ἐρωτηθεὶς ἠρυθρίασεν. καὶ ἐγὼ εἶπον: ὦ παῖ Ἱερωνύμου Ἱππόθαλες, τοῦτο μὲν μηκέτι εἴπῃς, εἴτε ἐρᾷς του εἴτε μή: οἶδα γὰρ ὅτι οὐ μόνον ἐρᾷς, ἀλλὰ καὶ πόρρω ἤδη εἶ πορευόμενος τοῦ ἔρωτος. εἰμὶ δ᾽ ἐγὼ τὰ μὲν ἄλλα φαῦλος καὶ ἄχρηστος, τοῦτο δέ μοί πως ἐκ θεοῦ δέδοται, ταχὺ οἵῳ τ᾽ εἶναι γνῶναι ἐρῶντά τε καὶ ἐρώμενον. καὶ ὃς ἀκούσας πολὺ ἔτι μᾶλλον ἠρυθρίασεν. 

La escena es un poema. Pero reservemos estas palabras con las que Sócrates se dice de sí mismo detective del "eros" por voluntad del dios. Un "fácil" (de taxus) conocedor del eros. Lo cual Sócrates subraya, sin mérito alguno de su parte, dada su simpleza (faulos) y su torpeza (achrestos) con "la mayoría" en contraste con esa intuición cuasidivina para identificar al que ama y al que es amado. Más allá de todo lo que ahora pueda parecer a simple vista, en el contexto de una homosexualidad que se conoce y está muy estudiada, lo que está claro es que quedan separadas dos grandes regiones. La de "las muchas" cosas y la que es propia de los dioses, que afecta incomparablemente a la personas en tanto que las convierte en amantes y amadas. Respecto de lo primero, que va como todo junto, se emplean expresiones más de ámbito práctico, mientras que en las segundas, en las que ya se ve una separación nítida e inconfundible, se da una indicación de tipo teórico, aunque aquello a lo que se dirija esté tan poseído por el dios como el que lo intuye proveniente de otro lado de esa realidad divina. Amar es aquí, insisto en la palabra, una especie de divinización de la persona, pues se nutre de Eros o de lo que Eros provoca. Igual que, en lo teórico, es el dios quien promueve y dona tal proximidad e identificación en el mundo. 





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