jueves, 6 de enero de 2022

LISIS. Día 6. (Platón, 204c - 205a)

Toma la palabra el compañero de Hipotales, Ctesipo, quien habla por el amigo que se ha quedado paralizado y ruborizado. Lo cual, para él, no deja de ser extraño porque, según parece, Hipotales está todo el día con el nombre en la boca, enamorado, componiendo canciones y poemas. No deja de hablar y hablar de él, de Lisis. Contrasta Ctesipo el silencio ahora con el exceso continuo en el que vive, sin solución de continuidad. Todo o nada. Aunque no se pueda decir ahora que calle realmente. Pero insistiría en "ruborizarse". La corporalidad de la expresión es algo común en los diálogos socráticos, algo que esclarecer por otro lado, pero que se presenta en la verdad. La vergüenza reiterada, lo que despiertan las palabras en quien las escucha. 

Sócrates desconoce a Lisis. No sabe de quién habla. La razón es que debe ser muy joven. Si no, al parecer, ya lo conocería. ¿Tan pequeña es Atenas?

Es joven, al parecer, ese Lisis, le dije. Lo deduzco de que al oírlo ahora no me suena su nombre. 

ἔστιν δέἦν δ᾽ ἐγώ Λύσις νέος τιςὡς ἔοικετεκμαίρομαι δέὅτι ἀκούσας τοὔνομα οὐκ ἔγνων.

Deducción. Un juicio a partir de lo escuchado. Una acción que hace quien escucha extrayendo de ella un contenido que no aparece directamente en lo escuchado. Al contrario que Hipotales, que deduce rápidamente, corporalmente, Sócrates no encuentra en el nombre nada que le diga nada. En esa definición de la persona que es, en ese concepto no encuentra nada a lo que agarrarse. No significa para él nada. Solo puede decir eso. Ese nombre no le conduce a ningún lugar. A diferencia, insisto, de lo que ocurre en otras ocasiones, que al escuchar "algo" ese algo dirige hacia otro lugar, pone delante otra realidad. Es lo que decimos habitualmente con la forma "significar", que aquí se traduce por "deducir". Pero con forma de cierta aventura, porque habrá que estudiar la conexión, la relación entre uno y otro, el salto que se da. Por un lado, desapego de lo que se presenta y, por otro, atención a lo que no se presenta más que a través de la realidad presentada. No es un juego de palabras, sino una situación continuamente vivida, de lo más cotidiana, en la que no reparamos. Sea como conexión, relación, asociación o vinculación, o como quiera decirse. Habría que estudiar todas las posibilidades que van desde algo a algo más, aunque lo que aquí se subraya es la conexión con nada. El signo que no significa. Lo que debe ser examinado. 

Acto seguido, se aclara la situación. No es su nombre común. Lisis no es conocido por tal, sino por el nombre de su familia. Es decir, que el opaco nombre lo es porque no es utilizado. Pero Ctesipo está convencido de que Sócrates lo conoce. Y, por tanto, podríamos decir que no es tan joven. 

Es interesante, en cualquier caso, que se "nombre" una realidad "por otro nombre". El lenguaje que se intercambia, que se usa de distintos modos para distintas realidades y que no proviene propiamente de la realidad, sino que actúa en conexión con ella. Pero que, de algún modo, funciona con una racionalidad propia y un mundo propio. Las palabras no son exactamente las realidades directamente nombradas. Actúan como signos y significando. De ellas se deduce, o no. De ellas se extrae, o no. De ellas nace la relación, o no. Esto será fundamental en todo el diálogo. Lisis no es, sin más, la excusa. Sino una personalización del diálogo posterior. Aquí se enuncia el problema. Como en una clase cuando se trata de conectar y hacer presente a los alumnos un problema vivido. 

Sócrates, con curiosidad, pregunta. Para saber si sí o si no. Y la respuesta (que no sé bien ya quién la ofrece) es: 

De Demócrates, del demo de Aixoma; el hijo mayor. 

Δημοκράτουςἔφητοῦ Αἰξωνέως  πρεσβύτατος ὑός.

Esto es difícil de entender para quien no lo haya vivido. Porque sitúa en la raíz familiar, cultural, en donde nace. Nace en un mundo humano. Su conexión más profunda está ahí y lo significa. No es conocido por sí, sino en relación con otros. Lo mismo que las palabras nuevas, que no pueden ser recibidas sino en un mundo. Y la novedad será, por tanto, la obligación de reconstruir todo lo demás. No puedo explicarlo más. Esto es decisivo. Una singularidad capaz de redibujar y redistribuir todo lo demás. No hay alternativa. Si hay novedad, se dará el cambio. Si no hay novedad, será más de lo mismo. Y así se conoce. Pero lo nuevo, de algún modo, puede ser ocultado, tal y como aparece en el texto. Puede quedar sin mostrarse en las palabras. ¡Pero no en la vida! 

Hay que tener cuidado con lo que se habla, por tanto. Y más importante será, de esta manera, vivirlo. Vivido, todo cambia. La vida es, de algún modo, siempre nueva. No acepta su incorporación anodina a todo lo demás. Se da siempre una transformación. No pequeña. Lo que ocurre es, por el contrario, que otras veces es mayor, más grande, más impactante, más transformadora. Las palabras, de esta manera, no son del todo decisivas, siempre que se viva. Pero sí que deberá haber una buena adecuación entre ambas. 

Dice Sócrates entonces, al saber de quién hablan, ahora sí. 

Y bien, Hipotales, dije, vaya un noble y limpio amor éste que te has echado. Vamos, muéstrame a mí lo que has mostrado a éstos, para que vea si sabes lo que tiene que decir el amante sobre su predilecto, bien sea a él mismo o a los demás.

εἶενἦν δ᾽ ἐγώ Ἱππόθαλεςὡς γενναῖον καὶ νεανικὸν τοῦτον τὸν ἔρωτα πανταχῇ ἀνηῦρεςκαί μοι ἴθι ἐπίδειξαι  καὶ τοῖσδε ἐπιδείκνυσαιἵνα εἰδῶ εἰ ἐπίστασαι  χρὴ ἐραστὴν περὶ παιδικῶν πρὸς αὐτὸν  πρὸς ἄλλους λέγειν. 

Ctesipo se extraña: 

¿No irás a dar importancia, Sócrates, dijo él, a todo lo que está diciendo?

τούτων δέ τιἔφησταθμᾷ Σώκρατεςὧν ὅδε λέγει;

Lo primero, que Sócrates pide directamente a Hipotales que se muestre, como si fuera un auténtico consejero amoroso, un ligón experto y experimentado. Parece que sí tiene Sócrates algo que enseñar y en lo que ser maestro. Quizá, como un juego de niños. O solo para empezar. Por otro, la pregunta de Ctesipo, que es de lo más "cínica", de lo más "escéptica", y que desconecta radicalmente lenguaje y realidad. Para uno y para otro, para Sócrates y para Ctesipo, evidentemente Hipotales está poseído -imantado- y no es propiamente él. Y lo que para Sócrates puede ser "amor" (eros), para Ctesipo son solo cuentos y fantasías, una especie de locuras. 

De todo de lo que se habla aquí es de "eros", de esa atracción, de esa vinculación directa amorosa con el otro, que efectivamente actúa como "posesión de sí" para otro. Un "eros" que actúa como fuego, como empuje, que se resuelve abarcando todo, que separa sin dejar tregua a la unión. Un amor, en cierto modo, posesivo pero no poseyente. Por mucho que en la cultura actual se presente y se hable de él en otras formas, el "eros" no posee, está en la distancia, pero permanece unido. 



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