martes, 4 de enero de 2022

LISIS. Día 4. (Platón, 204a - 204b)

Si de algo sabe la filosofía, y se aprende muy bien en los diálogos platónicos, es hacer preguntas. No cualquier pregunta, sino preguntas que decimos fundamentales y últimas, radicales y primeras. Y cuestionar así lo evidente. Es decir, recupera la pregunta para seguir su pista en la historia, sabiendo que en la pregunta misma hay ya mucho indicado, al menos un horizonte largo o corto desde el que comprender la realidad. No es algo que, por otro lado, se pueda aprender sin más. Diría que se reciben o se viven, o se va haciendo camino para, llegado un cierto momento, descubrir lo que se da en ellas. Sin duda, son transformadoras. Pero convendría señalar el lugar en el que impactan y qué es, por otro lado, lo que exigen. Grandes preguntas requieren paciencia. De ahí que el filósofo sea molesto, muy especialmente, con las primeras respuestas que quieren, como chiquillos, aplacar la inquietud y el desasosiego. 

Volvamos al diálogo. Hipotales, este joven que ha frenado, literalmente, el paso directo de Sócrates de la Academia al Liceo, quiere ahora invitarle a participar, tomar parte en la conversación con la que pasan el tiempo. "Diatriba" era la clave. Y pregunta así: 

¿Quieres, pues, seguirnos -dijo- y ver así los que están dentro?

βούλει οὖν ἕπεσθαι, ἔφη, ἵνα καὶ ἴδῃς τοὺς ὄντας αὐτόθι αὐτοῦ; 

La petición es muy respetuosa. Le pide a Sócrates que se deje entrar, como con docilidad, para ser uno más entre otros, bellamente dicho. Lo cual va a ser muy interesante, por la reserva que viene a continuación. Sócrates dice: 

Primero me gustaría oír para qué es para lo que entro y quién es vuestro favorito. 

πρῶτον ἡδέως ἀκούσαιμ᾽ ἂν ἐπὶ τῷ καὶ εἴσειμι καὶ τίς ὁ καλός

Muy claro y muy sencillo. Tomando distancia, antes de ser uno más con otros. Quiere saber, diríamos hoy, dónde se va a meter, con quién va a participar. Algo sumamente significativo, porque podría no aparecer esta indicación. Sin embargo, que esté así colocado, justo al inicio del diálogo, en el que todo parece escenificarse rápidamente, es fundamental. Porque no será Sócrates alguien que se deje llevar. Ha tomado una dirección firme y recta. Y le encantaría, como se dice en otras ocasiones, participar del diálogo. Pero no de cualquier manera. Quizá, habría que decir, no cualquier método o forma es válido. 

Lo primero, escuchar. Al que después tomamos como maestro de la palabra, primero escucha. Se sitúa en esa primera distancia, que ya es participación. Pero, como en otras ocasiones se muestra, la cautela del maestro que escucha es que sabe escuchar. Y sabe lo importante que es escuchar, tomar la medida, la temperatura. De estas cosas no se da cuenta un niño, a quien todo le va o todas las palabras le parecen igual. Tampoco lo percibe de igual manera un principiante, a quien muchas conversaciones quedarán siempre elevadas, sobre todo por falta de vida e implicación. Pero paciencia, nada más que paciencia e ir poco a poco. Los jóvenes ya sabemos que tienen conversaciones exaltadas y soluciones facilonas, creyendo saberlo todo. Así que, ¡alerta! Pero también ponerse a escuchar por otro motivo, para velar por el alma. 

Lo segundo, dos preguntas, que se dan en la escucha precisamente: saber sobre la finalidad, saber sobre el para qué, saber sobre el horizonte en el que están colocados, y sobre todo respecto a él; lo segundo, qué es lo que es considerado mejor, es decir, quién lo encarna especialmente. Estas últimas palabras no son, sin más, cualquieras palabras, sino la pregunta fundamental de la filosofía: ¿Quién es "el bien"? No qué, sino quién. 

Ambas preguntas, evidentemente, se pueden conectar entre sí. Tanto sobre el lugar que le corresponde, desde el que podrá situarse, a el quién es el bien, quién es lo mejor, quién es lo bello, quién transmite mejor la cuestión más importante. Esto es, un diálogo. Por una parte, Sócrates. Por la otra, el que se crea más sabio o sea tomado por más sabio. ¡Ya sabemos de dónde viene todo esto! 




No hay comentarios:

Publicar un comentario