jueves, 20 de enero de 2022

LISIS. Día 20. (Platón, 207e - 208a)

La línea en el razonamiento es la siguiente: si te aman, buscan que seas lo más feliz posible; solo se es feliz haciendo lo que se desea; en conclusión, si te aman, harán o te dejarán hacer lo que deseas. 

Lisis es muy joven. Quizá desconozca tanto lo que es el amor, como lo que es el deseo, y el poder tanto del amor como del deseo. Es más, está claro que un joven a cierta edad no comprende siquiera lo que es el amor de sus padres. Pero es otro cantar. Y está despertando a sí mismo, movido por pasiones que ni es capaz de explicar, ni es capaz de dominar. La fantasía del amor es creer que se conoce por lo que se recibe y no por lo que se da. Cuando es más bien al contrario, que solo se conoce de verdad cuando se ama. Lo cual daría mucho para dialogar tranquilamente en torno a la esperanza, por ejemplo. 

Si los padres de Lisis le quieren, entonces...

Así, pues, ¿te dejan hacer lo que quieres, y no te reprenden ni te impiden hacer lo que te venga en gana?

Por Zeus, que sí, que me prohíben, y muchas cosas. 

ἐῶσιν ἄρα σε ἃ βούλει ποιεῖν, καὶ οὐδὲν ἐπιπλήττουσιν οὐδὲ διακωλύουσι ποιεῖν ὧν ἂν ἐπιθυμῇς;

ναὶ μὰ Δία ἐμέ γε, ὦ Σώκρατες, καὶ μάλα γε πολλὰ κωλύουσιν.

La pregunta de Sócrates se veía venir. Claro. Si alguien te ama es que te toma en serio y te cuida con el bien, no de cualquier modo. Si te dejan libre y te dejan hacer lo que quieres es la prueba mayor de que no hay amor, ni interés siquiera. Y en el caso de los padres, que lo asumen responsablemente aún más, todavía más. Los educadores irían algo detrás y, en estos tiempos, me temo que mucho detrás. Porque se ha convertido al profesor en alguien que no puede enseñar a sus alumnos, solo estar ahí por si acaso... Pero alguien que ama, como un padre ama, prohíbe y conduce, enseña desde el bien. Y, aunque no sepa mucho, sabe por la edad y la vida que hay muchos caminos y no todos son iguales, y que tomar uno o tomar otro depende en gran medida de ciertos detalles y de ciertas fortalezas. 

Lisis no lo sabe todavía. Sabe, sin conjugar, que no van de la mano. Al menos hasta aquí ha aprendido algo importante: que el amor suave de los poetas es para ciertos momentos de exaltación, pero en la conversación ética el asunto se vuelve mucho más serio y fino. Esta es su primera contradicción. Ya se libró de la anterior sobre el más justo y el más sabio. 

En la pregunta de Sócrates hay dos apartados. Uno positivo que sería "dejar hacer", "permitir" para que el joven "haga lo que quiera", "hacer a voluntad". Habría que detenerse y tratar este asunto con cuidado. El de la voluntad que está herida. El de la voluntad que quiere y, queriendo precisamente, no quiere exactamente lo que quiere, o ignora lo que quiere, o simplemente quiere pero no discierne en lo inmediato, o quiere con demasiada pasión e impacientemente. Sea como sea, de esa voluntad que está herida, por la que un joven no puede guiarse, bien por que desconozca la existencia, el mundo o la vida misma. Pero que tiene que aprender, por otro lado, a conocer y gobernar. 

El lado negativo está en la segunda parte, en la corrección y en el frenar. Diría que el primero afecta al rumbo y el segundo a la precipitación, como dos monedas vueltas hacia el vicio de lo que serían sus aliadas más virtuosas: la claridad y la paciencia. Pero esto sería otro cantar. Es importante reflejar que son tareas familiares y pedagógicas, en las que se va aprendiendo, con sufrimiento, a buscar lo mejor y desear lo mejor, y se fortalece a su vez la voluntad para luchar curiosamente contra sí misma más que ninguna otra cosa en el mundo. En la medida en que no hay voluntad propia en este grado, siempre aparece otra voluntad, ajena, que gobierna la persona. Y alguien dejado a sus deseos muy tempranamente es, en esta visión socrática, alguien que se esclaviza más de lo que se libera y que, por otro lado y no poco importante, desconoce el amor. 

El punto fundamental está en cómo Lisis conocerá que alguien le ama y, por tanto, sabrá qué es el amor. Y es en la preocupación e interés de otro, en la responsabilidad que otro asume respecto de su vida. El amor siempre es culpable. Se puede decir más suavemente, pero no más verdaderamente. El amor siempre es culpable. Si se ama, se es culpable. No queda otra. Viene como una imposición. No es una tarea o un compromiso, sino una reclamación de la propia responsabilidad, una exigencia, un mandato. 

Lisis responde como corresponde. Tiene muchas prohibiciones. La lista es enorme seguramente. Y más de lo que le parece a él probablemente. Desconoce e ignora lo grande que es esta lista. La limitación y el límite es el gran misterio con el que está emparentado la libertad, que es elección, es decir, libre esclavitud y determinación, esto es, poner término a algo. La libertad no es otra cosa que el ejercicio de la propia determinación, la acción sobre sí mismo antes que sobre cualquier otra realidad. 

Imagino que "lo prohibido", que produce en cierta literatura fascinación y despierta el interés por superarlo, está alimentando en nuestro tiempo algo que entonces se vivía de otro modo. Aquí es, en una época en la que la persona quiere superarse a sí misma y le incomoda ser humano como en nunca probablemente, un reto. Entonces, "lo prohibido" tenía mucho que ver con la ley y con la tradición, con la experiencia de otros y con la destilación de lo mejor de los mejores, con la concreción de un marco de expresión personal conjugado con la convivencia. Una sociedad que se educa a sí misma, por tanto que se hace responsable incluso estructuralmente de otros. Y no teme decirlo. Orgullosa de este modo de sus prohibiciones. 

El cambio en el culpable respecto a la prohibición ha sido grande. Ya no es culpable quien ama. Da vergüenza reconocerlo y decirlo, asumirlo con todo lo que supone. Queremos que otros hagan lo que quieran lo antes posible para liberarnos así de la responsabilidad. Solo el amor lo impide y lucha contra la muerte. 

Sócrates entonces, con la mayor de las ironías, responde. Se puede escuchar el tono en las palabras.

¿Cómo dices?, le dije. ¿Quieren que seas dichoso y no te dejan hacer todo lo que quieres? Explícame entonces esto. Si te viniera en gana subirte en uno de los carros de tu padre y llevar las riendas en una competición, ¿te lo permitirían, o más bien, te lo impedirían?

Por Zeus, me dijo, que me lo impedirían. 

πῶς λέγειςἦν δ᾽ ἐγώβουλόμενοί σε μακάριον εἶναι διακωλύουσι τοῦτο ποιεῖν  ἂν βούλῃὧδε δέ μοι λέγεἢν ἐπιθυμήσῃς ἐπί τινος τῶν τοῦ πατρὸς ἁρμάτων ὀχεῖσθαι λαβὼν τὰς ἡνίαςὅταν ἁμιλλᾶταιοὐκ ἂν ἐῷέν σε ἀλλὰ διακωλύοιεν;

μὰ Δί᾽ οὐ μέντοι ἄν, ἔφη, ἐῷεν.

Pocas veces reparo en la siguiente imagen. Todo el discurso es Sócrates contando todo el diálogo. 

El ejemplo que pone Sócrates, muy de niños, sería hoy igual con un coche. ¿Por qué un padre no deja a su hijo pequeño un coche? Se pueden dar muchas respuestas que terminarán siempre, como en cadena, en el amor que le tiene, en la no indiferencia hacia él, en la igualdad con él, en que hacérselo a él sería hacérselo a sí mismo. Solo les distancia el cuerpo. Pero en el amor las almas van de la mano. Toma poética. A cambio de lo de arriba. 

La radicalidad del "todo" asusta. Bajo ningún concepto ese "todo" puede determinar con claridad algo positivo. No es algo de educación, sino de capacidad. De qué no es el niño capaz todavía. No solo no es capaz de conducir un coche, tampoco lo es de comprender el amor. En cierto modo. ¿O sí? ¿O de eso sí?





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