miércoles, 19 de enero de 2022

LISIS. Día 19. (Platón, 207e)

Por recordar algo importante, Lisis no está solo frente a Sócrates. Aunque Menéxeno haya tenido que ausentarse, la forma de este diálogo entre dos es asamblearia. Hay testigos que escuchan con curiosidad y atienden con amor. El caso es que están mano a mano. Sócrates ha hecho presa. Lisis responde con agilidad, aunque también pregunta sorprendido. En su ingenuidad da por supuesto el amor de los padres como aquel amor que busca la máxima felicidad para su hijo, porque parece que los padres son sabios en muchos temas. Pero no entremos en detalles. Porque si preguntásemos a los padres, que no es el caso, puede que ellos manifiesten poco más que un deseo y, a la par, una excesiva ignorancia, pese a todo lo que hacen. Es mejor decir que los padres hacen lo que pueden. Aunque los hijos no se den cuenta de ello y confíen plenamente en todo lo que están recibiendo. 

Así que vamos a ello. Dado que Lisis no ve todavía problema alguno, Sócrates insiste por otro camino. 

¿Te parece que sería un hombre feliz el que es esclavo y no puede hacer nada de lo que desea?

No, por Zeus, no me lo parece, dijo. 

δοκεῖ δέ σοι εὐδαίμων εἶναι ἄνθρωπος δουλεύων τε καὶ ᾧ μηδὲν ἐξείη ποιεῖν ὧν ἐπιθυμοῖ;

μὰ Δί᾽ οὐκ ἔμοιγε, ἔφη.

Más problemas, y como si fuera una especie de test de nivel, Lisis está en una situación de excesiva vulnerabilidad. Va respondiendo sin atender a las palabras y se deja llevar por ellas. Ahora le pregunta Sócrates por la "servidumbre", por aquello a lo que está atada una persona, y si tal atadura puede conducir a la felicidad. Sin decir, es verdad, qué es tal felicidad, que se puede leer de múltiples formas y aquí no están aclaradas. Pero parece que repugna a la razón que alguien pueda decirse feliz siendo esclavo de otro, se vuelve contradictorio porque merma su plenitud y la capacidad para obrar por sí mismo. Sin embargo, si le damos la vuelta y decimos que una persona actúa atada y siendo esclava de su sensibilidad y deseo, entonces sí que nos parece que puede alcanzar felicidad, siendo la libertad el ingrediente decisivo, el factor clave por el que comprobamos que alguien pueda ser feliz. Olvidamos entonces el criterio del bien. Y nos parece que si alguien actúa bien pero no lo hace por sí mismo, no es tal. Luego el hijo que obedece al padre, en el sentido común ordinario, se ve que no es feliz. Entonces, los padres no buscan la felicidad del hijo porque le obligan a obedecer. 

Lisis ha entrado en este problema desde su misma ignorancia, desde su impaciencia, desde su respuesta a la ligera. Aclaramos: respondiendo por sí mismo, atado a su sensibilidad, esclavo de su pasión y deseo. Lisis ha quedado, por otro lado, esclavo del discurso, presa de él. No responde lo que quiere y habla de lo que quiere, sino que está siendo enseñado por Sócrates. Y en la lógica anterior tendríamos que decir que Sócrates no está buscando la felicidad de Lisis porque no está dejando que obre según su deseo, sino atado a las preguntas que le está haciendo. Y Lisis no tiene escapatoria. Y diríamos lo mismo respecto de la vida, a la que toda persona está atada, aunque se pueda pasar la mayor parte del tiempo sin reconocer tal cosa y a lo suyo. 

De momento, "no me lo parece". Una respuesta en negativo a una pregunta amplia que incluye una afirmación y una negación a la par. ¿Será posible alguna otra vía? ¿Es el mismo ejemplo de Sócrates, en su aparente sencillez, una reducción de todos los casos posibles a uno, el más común en la comprensión humana? ¿Podría darse que ambas voluntades, la del siervo y la del señor, estén buscando lo mismo? ¿Se puede dar el caso en el que el encuentro entre personas, aunque sea siempre como en este caso asimétrico y marcado por un rol social, se unan en la búsqueda del bien común? ¿Todo esto no está aquí apuntado porque se trata de dirigir el pensamiento a algo concreto, o por una evasión de la amplitud del problema del amor? ¿Qué pasaría si el señor se vuelve amante de la debilidad en la que está el siervo? 

Asentada esta primera pregunta, Sócrates continúa. 

Por tanto, si tu padre y tu madre te aman y desean que llegues a ser feliz, es claro que cuidan, por todos los medios, de que lo seas. 

¿Cómo no iba a ser así?, dijo. 

οὐκοῦν εἴ σε φιλεῖ ὁ πατὴρ καὶ ἡ μήτηρ καὶ εὐδαίμονά σε ἐπιθυμοῦσι γενέσθαι, τοῦτο παντὶ τρόπῳ δῆλον ὅτι προθυμοῦνται ὅπως ἂν εὐδαιμονοίης.

πῶς γὰρ οὐχί; ἔφη.

Evidentemente, lo más claro de este diálogo es la juventud de Lisis que habla solo como hijo y no puede ver las cosas de otra manera. La pregunta de Sócrates es una afirmación, escandalosamente simple. En primer lugar, que da asentado y dado ya por supuesto que el amor es la búsqueda de la felicidad del otro. Un criterio exigente para hablar del amor, lo cual me parece estupendo. No está en sí, sino en otro. El amor no es amor para sí mismo. El amor a sí mismo es una contradicción en sí mismo que necesita ser curado para ser sano. En segundo lugar, Sócrates el amor no es solo deseo, sino que pasa a la acción y es, por tanto, cuidadoso descendiendo a los medios que logran la felicidad del otro. Si se lee con atención se perciben estas dos cuestiones. El motor, la finalidad y los medios. Los dos primeros son singulares, aunque el tercero sea múltiple. No reparamos habitualmente en ello, pero quedan en el origen y en el final dos grandes palabras que ignoramos, pero de los medios, es decir, del camino, sabemos mucho más. Para unir el amor y la felicidad harán faltan muchas, muchas acciones concretas sin que se pueda decir de cada una de las acciones que son plenamente amor o motivadas por el amor, ni que conduzcan o se identifiquen plenamente con el fin, que es la felicidad. Es decir, que no siendo capaces de atrapar ni el amor, ni mucho menos la felicidad, que nos es más desconocida aún todavía que el amor, en lo que sí estamos diariamente es en los medios. Hay que hacer antes muchas cosas, muchas por la persona a la que amamos para llegar a tener claro algo de los otros dos puntos: amor y felicidad. Insisto, muchas cosas que no son plenamente ni amor, ni felicidad, que están a distancia del amor y de la felicidad. Insisto. Lo repetiría más veces, muchas más veces. Porque nuestro mundo está enloquecido con esto. 

A Lisis le parece bien. No puede pensar de otro modo. Las palabras de Sócrates son para él todavía algo incomprensible. Supongo que un padre y una madre, siendo estos diálogos algo que no son para jóvenes ni para niños propiamente, sabe de qué estamos hablando. Toda persona que ama sabe que debe hacer por quien ama muchas cosas que no son puramente amor, ni felicidad, ni nada de esas grandes glorias que pretendemos alcanzar tan fácilmente y a la primera, y que se resisten. Sin embargo, si están presentes, se notará o no, pero no se identificarán plenamente con ellas. Es más, puede que no se parezcan en nada ni al amor, ni a la felicidad tal y como las tenemos en "la cabeza" montadas e imaginadas. 

Dicho más claramente, el camino del amor y hacia la felicidad es duro, exigente y sacrificado. Tiene relación con la vida, en que la pide. Y con la felicidad solo en cuanto la espera, pero no la puede alcanzar. Lisis es todavía joven. Como yo. 



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