viernes, 21 de enero de 2022

LISIS. Día 21. (Platón, 208a - 208d)

Estamos comenzando el encuentro con Lisis. Mucho que aprender por delante, al menos que replantearse. Pueden parece preguntas de jóvenes, cosas de las que se ocupan los que tienen menos edad y están empezando. O bien podemos verlo como una vuelta al origen, a revisar si están todos los pasos bien dados o, por el contrario, hemos tomado como verdad algo que no lo es y que no aparecerá nunca como tal. Respecto del amor, todo hay que decirlo, seguridad de partida no sé si puede haber. Pero una vez avanzado algo, que quizá sea esta la intención del diálogo, se pueda ver que no lleva, ni de lejos, tan lejos como algunas veces se propone bajo determinadas formas. 

Retomo. Si los padres aman a sus hijos, pero no les dejan hacer todo lo que quieren, ¿a qué se debe esto? Sócrates pregunta a Lisis si sus padres no le dejan el carro de caballos, ¿a quién se lo dejan? (Por cierto, indica el cierto nivel en el que algunos vivían allí). Sigue el diálogo, comienza Sócrates. 

¿A quién dejarían entonces?

Hay un auriga a quien mi padre da un sueldo. 

¿Cómo dices? ¿Confían más en un asalariado que en ti para hacer lo que quiera con los caballos, y encima le dan dinero?

Pero, ¿qué otra cosa?, dijo. 

Sin embargo, la yunta de mulos supongo que te la dejarán conducir, y si quisieras coger el látigo y servirte de él, ¿te lo permitirán?

¿De qué me iban a dejar?, dijo. 

¡Cómo!, dije yo, ¿A nadie les es permitido golpearlos?

Y mucho -dijo-, al mulero. 

¿A uno que es esclavo, o que es libre?

Esclavo, dijo. 

El tema es claro y quizá no haga falta mucha más explicación. Salvo la ironía. Que alguien la escuche y lo haga en serio. Porque a mí me da que los ejemplos que utiliza en muchos casos son para tontos y para dejar en ridículo. Sin embargo, nadie protesta en serio. Lo único que hace Lisis es seguir la corriente, respondiendo con un cierto humor, si no es estupor. Le sigue el juego. Hablar con Sócrates, ser interlocutor suyo en un diálogo, no debía ser cualquier cosa. Ya sabemos que buscaba a los que sabían. Mejor dicho, a los que decían que sabían. Lisis se debe sentir especial. Y aquí lo está dejando en ridículo. 

O sea, los padres que le quieren no le permiten hacer lo que quieren, ni llevando el carro de caballos, ni tampoco las mulas con el látigo. Si es que esto segundo lo quiere, también es cierto. El caso es que está meridianamente claro que si alguien te ama, según parece, no te dejará hacer lo que quieres. Por lo menos a cierta edad, por lo menos en esta relación. 

Sigo pensando que es un acierto que Sócrates comience con los padres, con la familia, en la desigual relación que se produce entre padres e hijos, siendo los hijos quienes más sumidos están respecto del mundo en su ignorancia. O más que del mundo, de sus deseos, podríamos decir. Aunque todavía no se ha dicho. 

En esta relación desigual incluye una nueva desigualdad que es la de la libertad y la esclavitud, la de la libertad y el dinero. Estas dos parejas de relación, presentes en el relato de forma palmaria, daría mucho que pensar. Porque, de algún modo, se está diciendo en negativo que el amor que une a padres e hijos, con su responsabilidad, no está del lado de la esclavitud, ni del dinero. Será una relación diversa, alejada de esto. 

Uno puede pensar que los padres no lo permiten porque aman más al carro y los mulos más que a sus hijos. Podría ser. No lo vamos a discutir. Pero podría ser, y esta suele ser la interpretación más inmediata, que no lo permitan porque el hijo no está preparado. No es que no se pueda confiar en él, es que él no sabe que no puede confiar en sí mismo para semejante tarea y, en su ignorancia, a lo mejor se lanza a hacer lo que no puede hacer y se daña. Para que no se dañe, los padres se lo impiden, se lo prohíben directamente. Y se lo confían a alguien que sabe, lo ordenarán a alguien que sabe, que tampoco lo hará porque quiere, sino por obligación y a cambio de dinero. La prueba será, adelantando mucho, que si hay amor, cuando el hijo sea capaz de dominarse a sí mismo, el hijo será entonces mayor y muchísimo más importante que toda otra relación, sea la de las cosas del mundo o la de las otras personas capaces para ello a las que ahora se paga. Y se dirá aquello de "todo lo mío es tuyo". Pero será entonces, no ahora, cuando todavía no puede. 

Seguimos. 

Después de esto, mucho más grave, como siempre, se vuelve el tercer ejemplo. A ver. 

¿Y a un esclavo tienen en más que a ti, su hijo, y le dejan sus cosas antes que a ti, y le permiten hacer lo que quiere, mientras a ti te lo impiden? Dime todavía algo más, ¿dejan que tú te gobiernes a ti mismo, o ni esto te permiten?

¿Cómo, pues, me lo iban a permitir?, dijo. 

Entonces, ¿te gobierna alguien?

El pedagogo éste, dijo. 

¿Un esclavo, tal vez?

Desde luego, y además uno nuestro, dijo. 

Resulta raro, dije yo, que uno que es libre sea gobernado por un esclavo, ¿y qué es lo que hace este pedagogo para gobernarte?

Llevarme adonde el maestro. 

¿Es que son estos, los maestros, quienes te gobiernan?

Pienso que sí. 

καὶ δοῦλον, ὡς ἔοικεν, ἡγοῦνται περὶ πλείονος ἢ σὲ τὸν ὑόν, καὶ ἐπιτρέπουσι τὰ ἑαυτῶν μᾶλλον ἢ σοί, καὶ ἐῶσιν ποιεῖν ὅτι βούλεται, σὲ δὲ διακωλύουσι; καί μοι ἔτι τόδε εἰπέ. σὲ αὐτὸν ἐῶσιν ἄρχειν σεαυτοῦ, ἢ οὐδὲ τοῦτο ἐπιτρέπουσί σοι;

πῶς γάρ, ἔφη, ἐπιτρέπουσιν;

ἀλλ᾽ ἄρχει τίς σου;

ὅδε, παιδαγωγός, ἔφη.

μῶν δοῦλος ὤν;

ἀλλὰ τί μήν; ἡμέτερός γε, ἔφη.

ἦ δεινόν, ἦν δ᾽ ἐγώ, ἐλεύθερον ὄντα ὑπὸ δούλου ἄρχεσθαι. τί δὲ ποιῶν αὖ οὗτος ὁ παιδαγωγός σου ἄρχει;

ἄγων δήπου, ἔφη, εἰς διδασκάλου.

μῶν μὴ καὶ οὗτοί σου ἄρχουσιν, οἱ διδάσκαλοι;

πάντως δήπου.

El tema se las trae. No hace falta decir que vivimos en mundos diferentes, en cuanto a la organización social. La presencia de esclavos, dicha con tanta normalidad, no deja de escandalizar. Además, se reitera en numerosas ocasiones. El número de esclavos es elevadísimo, según oficios. O a lo mejor no ha cambiado tanto el tema. No entremos en detalles escabrosos. 

Centrándonos en lo filosóficos, que también afecta a la esclavitud, indiscutiblemente, se vierte ahora sobre la capacidad para gobernarse a uno mismo. O, mejor dicho, en qué momento una persona se podrá gobernar a sí mismo a tenor de sus padres. O, un poco más allá, en qué medida tanta esclavitud se supone que engendrará, de alguna manera, alguien libre. Es decir, si para la libertad alguien puede capacitarse y, en ese caso, cuál es la participación de la esclavitud propia y ajena en toda esta faena. Con la mejor de las intenciones. Queda dicho. En principio, se antoja complicado que alguien, creciendo en un entorno así, pueda realmente pasar a la libertad. Salvo que la libertad sea esa parte de libertad que el sistema en su esclavitud permite. Pero que no será libertad propiamente, sino una parte de la esclavitud encargada, eso sí, de gobernar la esclavitud propia y ajena. Es decir, al revés de como se piensa habitualmente. Por no ser condescendiente de primeras con Sócrates en todo esto, sobre lo cual no hay habitualmente escándalo. 

Si la pedagogía y el magisterio son hoy todavía esclavos, o no, sería fundamental preguntarlo. En el mundo de la Atenas de Sócrates, al menos allí, esto estaba claro. Tanto eso como el fin para el que están en marcha. Lo cual quizá se ha oscurecido voluntariamente en nuestro tiempo. No lo doy por terminado. 

Sea como sea, lo que está claro es que hay un juego de "capacidades" en el que la persona entra en funcionamiento y que, en el mejor trato con otros, se acrecientan o empobrecen. No hace falta que sea un esclavo, sino un otro o la capacidad de un otro. El mero crecimiento de la persona, su fluir en el tiempo, aportará algo, sin duda. Hace de las suyas, que se dice en español para ese cierto automatismo que no sabemos por dónde saldrá. Pero para que haya algo que se desarrolle rápida y plenamente en la persona, nada mejor que el trato con otro que ha pasado por ese mismo camino con éxito, con virtud, con cierta excelencia. A mayor excelencia, mejor. No insistiré más en esto. Porque queda por ver qué es aquello que, en la persona, al desarrollarse desarrolla la persona. Espero explicarme. Es decir, el pedagogo y el maestro no se limitan a "desarrollar", sino que también se esfuerzan en que no se desarrollan algunas otras capacidades. Se da forma. Se va cogiendo forma y, a esta forma, se llama o se juzga como desarrollo. O no. 

Mañana más. 







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