sábado, 15 de enero de 2022

LISIS. Día 15. (Platón, 207b - 207c)

Una conversación que comience con paz. Así, como al margen de todo. Esta cesura, ruptura en el diálogo nos coloca en un segundo momento de este diálogo llamado LISIS. Todo lo anterior ha sucedido a las puertas de la palestra, ahora ya están dentro. Antes, en pie y como conociéndose, ahora sentados juntos y tratando directamente temas. Dos situaciones completamente distintas o no tanto. Porque el escenario general no es capaz de explicar todo lo demás. De quien, de momento, no se sabe nada es de Micco. Se ha desvanecido el sofista. Ni se le nombra. Lisis ocupa su atención e Hipotales ha cobrado una relevancia que ahora oculta por vergüenza, aunque es su problema, que Sócrates ha hecho suyo, intentando mostrar algo de él. A ver si aparece, a ver si se muestra, a ver si funciona la convocatoria y lo llaman adecuadamente. 

Sócrates se vuelve hacia Menéxeno. Cambia de interlocutor. Por algún tema hay que comenzar. De nuevo, una comparación. Como como cuando se habló de Micco o como hace un momento se describía a Lisis. Más que una comparación, propiamente se busca lo que destaca, lo que es más significativo, lo que se ve con más claridad. 

Y yo, volviéndome hacia Menéxeno, le dije: Oh, hijo de Demofonte, ¿quién de vosotros es el mayor?

Siempre lo discutimos, dijo. 

καὶ ἐγὼ πρὸς τὸν Μενέξενον ἀποβλέψας παῖ Δημοφῶντοςἦν δ᾽ ἐγώπότερος ὑμῶν πρεσβύτερος;

ἀμφισβητοῦμεν, ἔφη.

Esto puede resultar extraño, pero Sócrates pregunta por una cuestión de cantidad y nada más. Algo sencillo de responder hoy, que nos preocupamos del nacimiento y apuntamos fecha y hora rigurosamente. Sabemos quién es el mayor con absoluta facilidad en todo lugar. Hasta los más pequeños podrían ordenarse de semejante modo. Pero no era así en el mundo antiguo. Se nacía, pero no se prestaba demasiada atención, ni se anotaba en ningún sitio. Salvo excepciones, desconocemos ampliamente este dato que conecta a quien está con su propio origen, con su momento de llegar o venir, de aparecer y presentarse, de salir. Y esto es lo que ocurre con Menéxeno, que ignora la respuesta sobre la cantidad, matemática, numérica. Por cierto, que para ser más irónico, lo que Sócrates pregunta es quién es el más anciano, quién es el mayor en ese sentido de 

La respuesta de Menéxeno va en la misma dirección que la pregunta. No es que no lo sepa, sino que es discutible, está entremedias, pertenece a unos y otros. O sea, que cada cual responde lo que quiere y dice lo que le conviene. Suponemos que, entonces, unas veces querrán ser como los mayores y otras como los pequeños. Son jóvenes. Es así. Sin hacer mucha psicología con esto, sin entrar en el alma, es ese tiempo que no pertenece ni a un lado, ni al otro, que se decantará por uno de los dos. O una vida hacia delante, o una vida hacia atrás. Tal cual. Y, aunque lo digo sabiendo que no es tan así, entonces la vida enseñaba rápidamente a volverse hacia la vida adulta y mirar al tiempo cara al futuro, no hacia atrás y pretendiendo volver a donde ya no se puede volver, como ocurre hoy, que los jóvenes pugnan por seguir siendo niños y los adultos por ser jóvenes. Perdón por el comentario, que tampoco viene tal al hilo. 

E igualmente, continuando la ironía, si se discute quién es el mayor, no digamos otras cualidades, precisamente no cuantificables. Algo también propio de la juventud, ligado más a la pregunta por el quién y la identidad todavía sin esclarecer. 

¿Y también discutiríais quién es el más noble?

Sin duda, dijo. 

¿Y, también, quién sería el más bello?

Los dos se rieron, entonces. 

οὐκοῦν καὶ ὁπότερος γενναιότερος, ἐρίζοιτ᾽ ἄν, ἦν δ᾽ ἐγώ.

πάνυ γε, ἔφη.

καὶ μὴν ὁπότερός γε καλλίων, ὡσαύτως.

ἐγελασάτην οὖν ἄμφω.

Cuando se lee noble, hay que leer bien nacido, de cuna, de origen: γενναῖος. Espero que se aprecie el matiz, que las palabras no son lo mismo. Mayor y origen tienen la misma procedencia. Una por cantidad y otra valorativamente, apreciativamente. Con la poca subjetividad que tenía entonces, no como ahora. La pregunta que hace Sócrates es para los antiguos algo que se puede investigar, que se puede aprender y recibir, que se puede descubrir. No está en la persona que valora, sino en el valor del otro, de la familia del otro. Pero los jóvenes, lo discuten: ἐρίζω. Lo discuten todo, lo cuestionan todo, lo problematizan todo. Una palabra común. Supongo que el "erizo" recibe el nombre de aquí, como también las Érides -las Discordias- de las que hablaba Hesíodo. Que si tocas al que vive así, salta y lo enturbia todo. En la falta de claridad máxima. Así de jóvenes son los jóvenes, así de pasionales. Aunque hoy por hoy los adultos sean más de lo mismo, prolongación de esta circunstancia vital fruto de la ruptura con la infancia.    

Pareciera que pasan todo el día discutiendo quién es más en unas cosas y otras. Porque las conversaciones son así. Para ganar y tener razón. Quizá el sofista esté escuchando por ahí en la multitud sin aparecer. Lo suyo es hacer fuerte al débil, como sabemos. Es decir, que no se muestre lo que es, sino lo que conviene, según las artes, según el momento, según la hipótesis del momento y del otro. 

Los dos se ríen. Es decir, Menéxeno y Lisis. Implicado en la conversación y dejando la admiración, la curiosidad y la atracción, y participando por primera vez, apareciendo cordialmente a través de la sonrisa. ¡Buen inicio! Dicen, además, que la sonrisa acompaña la belleza, trasluce más belleza aún en la persona. Y que la risa, que ha sido profundamente estudiada, la humanidad también se deja ver, como un gesto que, más que propio y único, es un movimiento del alma misma, una aportación de la vida a la vida misma. Aunque en el arte del teatro sea una deformación patética que da miedo. 

Último apunte. Sabiendo un poco de qué va a ir el diálogo en general, según los expertos filósofos de todos los tiempos, aquí tenemos a Menéxeno y a Lisis en discordia y concordia al mismo tiempo, con las palabras del alma y con las palabras del cuerpo. 




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