martes, 11 de enero de 2022

LISIS. Día 11. (Platón, 206a - 206b)

El impacto ha sido grande. Desconcertado Hipotales, pero dócil. De todo el discurso de Sócrates, del que ayer subrayaba una frase en concreto, se parte solo de su final. De hecho, de algún modo es una cierta extracción o derivada de lo anterior, una muy concreta. Por recordar: a los más bellos -no a todos, según parece-, cuando alguien los enlanza y alaba -o sea, reconoce su belleza y los elogia con sus palabras-, se hinchan de orgullo y arrogancia -es decir, se pervierten, se transforman en feos, se vuelven desagradables los que antes eran agradables-. 

καὶ ἅμα οἱ καλοί, ἐπειδάν τις αὐτοὺς ἐπαινῇ καὶ αὔξῃ, φρονήματος ἐμπίμπλανται καὶ μεγαλαυχίας: ἢ οὐκ οἴει;

Una palabra, la que canta Hipotales, apunta en una dirección. Decía el verbo en concreto que se "estira" en un sentido, que porta por tanto eso que nombra. Sin embargo, al final se usa otra comparación para referirse al efecto de las alabanzas: desbordan, se llenan en exceso, quedan sobrepasados, no pueden hacerse cargo de lo que se dice y los rompe. Dos imágenes. Dos tipos de palabras y dos actitudes, como dos también son, y no más de momento, los implicados: el amante y el amado. ¿Qué hace el amado con el amor que quiere tanto? Quedar superado y no saber qué hacer para recogerlo, lo que deriva en orgullo, un conocimiento extraordinario de sí o algo parecido, y arrogancia, es decir, que no sabe de dónde viene, que cree que tiene un origen superior. ¿Y todo esto porque recibe bonitas y bellas palabras, cantos elevados por su belleza, cantos exaltados por el amor del amante? ¿Así termina, siendo desagradable como persona quien es bello sin más en la apariencia o agradable en el primer trato? ¿Su destino, al ser amado, es entonces resistirse a sí mismo al ser amado con prudencia y recordando su origen, sin dejar de hacer pie en su tierra? 

Hipotales, que es muy dócil, ante la pregunta de Sócrates responde, sin más: 

Sí que sí, dijo. 

ἔγωγεἔφη.

O sea, el joven parece que sí que sabe más de lo que Sócrates ha supuesto antes y ya tiene algún tipo de experiencia en esto. Porque no lo duda. Su asentimiento fiducial es total. Está entregado. ¡Con lo que cuestan en tantas otras ocasiones las concordancias y aquí la tenemos al principio mismo del diálogo!

Sócrates remata. Ojo a la conexión. Porque igual que las palabras señalan, el amor, por sí mismo y todavía sin definir, parece ir derecho a un tipo de realidad concreta, y no a todas. No se resiste ante unas, se separa de otras. Quiere apegarse de unas, distanciarse y perder de vista otras. 

Por consiguiente, cuando más arrogantes son, más difíciles se hacen de agarrar. 

οὐκοῦν ὅσῳ ἂν μεγαλαυχότεροι ὦσιν, δυσαλωτότεροι γίγνονται;

Se ha perdido el orgullo, se ha quedado con la arrogancia. Pero ya no se habla, propiamente, de amor. Sólo de "agarrar", en la misma raíz de "verdad". No se llega a atar, no se llega a sujetar. Su "megalauchos" lo impide, lo hace inasequible, lo hace desproporcionado. Pero ha sido por la propia forma en la que parece que el amor se expresa libremente y sin ataduras, curiosamente. Uno se desata, el otro se disloca. 

La forma de la frase, que es una conclusión, no termina nada. Solo empieza, como en otros casos, con las comparaciones varias a las que estamos acostumbrados en los diálogos platónicos. Ahora bien, la temática cambia. 

¿Qué clase de cazador crees tú que sería el que asustase a la caza e hiciese, así, más difícil la presa?

Es claro que malo. 

¿Y no es el colmo de la torpeza utilizar el señuelo de los discursos y los cantos para espantar?

A mí me lo parece. 

ποῖός τις οὖν ἄν σοι δοκεῖ θηρευτὴς εἶναιεἰ ἀνασοβοῖ θηρεύων καὶ δυσαλωτοτέραν τὴν ἄγραν ποιοῖ;

δῆλον ὅτι φαῦλος.

καὶ μὲν δὴ λόγοις τε καὶ ᾠδαῖς μὴ κηλεῖν ἀλλ᾽ ἐξαγριαίνειν πολλὴ ἀμουσία: ἦ γάρ;

δοκεῖ μοι.

Qué desastre. Ahora es responsabilidad de Hipotales y está cargando con su culpa. Aunque no sé, a decir verdad, si está hablando del amor o de los sofistas y esto está siendo todo ironía y poco más, y lo estamos recibiendo aquí como palabras serias cuando es Sócrates jugando con el joven enamorado de Lisis. Qué duda. Por un lado, "parece". Por otro, "el discurso como sueño". Conclusión, el espanto. ¡Qué torpeza más grande!

Hipotales responde que es fácil lo que está diciendo Sócrates. Lo ve claro fuera de sí en sus palabras, no en sí mismo. 

Una palabra. Comparar al amante con un cazador dice ya mucho de la idea que hay detrás. Por otro lado, las armas son las palabras. Pero el cazador, atrapa o mata, o pierde. El mal cazador.  No se debería llamar cazador siquiera. 



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