lunes, 10 de enero de 2022

LISIS. Día 10. (Platón, 205d - 206a)

Directamente al tema. Hipotales se ha quedado sorprendidísimo. Con lo contento que estaba con ese amor tan fecundo que le inundaba y le hacía componer y cantar poemas. Curiosamente, mientras él piensa que se está olvidando de sí mismo al estar tan centrado en otro, viene Sócrates y se lo desmorona todo. Lo que vive, según el maestro con el que él mismo ha querido dialogar, aunque no de esto sino de otras cosas, para pasar el tiempo, le dice que lo suyo solo es un engañoso amor a sí mismo. Y eso, se llamará de muchas formas, pero no es amor propiamente hablando. El argumento que lo tumba todo es que no hay amor real porque no hay otro, solo un sí mismo. Ego en expansión. Hoy se dice amor posesivo. Quizá lo han leído aquí. En la historia de la filosofía se llama amor propio, que de amor tiene tan poco como de exceso en la apropiación. 

Sócrates le cuenta a Hipotales, que no entiende lo que quiere decir: 

Más que a nadie, dije, apuntan a ti esos cantos, porque si llegas a conseguir un muchacho de esta clase, va a ser tú el que salgas favorecido con tus propios discursos y canciones, que serán como un encomio al vencedor, a quien la suerte le ha deparado tal muchacho. Pero si se te escapa, cuanto más encomios hayas hecho a él tanto más ridículo parecerás por haber sido privado de tales excelencias. El que entiende de amores, querido, no ensalza mucho al amado hasta que lo consigue, temiendo lo que pudiera resultar. Y, al mismo tiempo, los más bellos, cuando alguien los ensalza y alaba, se hinchan de orgullo y arrogancia. ¿No te parece?

πάντων μάλισταεἶπονεἰς σὲ τείνουσιν αὗται αἱ ᾠδαίἐὰν μὲν γὰρ ἕλῃς τὰ παιδικὰ τοιαῦτα ὄντακόσμος σοι ἔσται τὰ λεχθέντα καὶ ᾀσθέντα καὶ τῷ ὄντι ἐγκώμια ὥσπερ νενικηκότιὅτι τοιούτων παιδικῶν ἔτυχεςἐὰν δέ σε διαφύγῃὅσῳ ἂν μείζω σοι εἰρημένα  ἐγκώμια περὶ τῶν παιδικῶντοσούτῳ μειζόνων δόξεις καλῶν τε καὶ ἀγαθῶν ἐστερημένος καταγέλαστος εἶναιὅστις οὖν τὰ ἐρωτικά φίλεσοφόςοὐκ ἐπαινεῖ τὸν ἐρώμενον πρὶν ἂν ἕλῃδεδιὼς τὸ μέλλον ὅπῃ ἀποβήσεται. καὶ ἅμα οἱ καλοίἐπειδάν τις αὐτοὺς ἐπαινῇ καὶ αὔξῃφρονήματος ἐμπίμπλανται καὶ μεγαλαυχίας οὐκ οἴει;

Recordemos la breve conversación anterior sobre las palabras y los significados, porque aquí se dice algo más. Que todo lo que ocurre apunta en una dirección. Evidentemente, en el caso de las palabras, como signos, está claro que significan algo, que señalan, que muestran o ponen delante algo. Pero igualmente las acciones, como tantas otras cosas cotidianas, se tienen a sí mismas y más que a sí mismas. Dice el verbo que se estiran, que se alargan, que ceden. Y logran alcanzar algo más allá. Aquí, en el caso de Hipotales, diríamos que se han estirado tan poco que solo llegan a sí mismo, a envolver al sí mismo, a ser "autos". Es lo que tiene el amor propio, que esta solo. 

Lo siguiente es igualmente interesante. Como el canto que entona Hipotales habla de lo que no se posee, en el caso de que llegue a poseer lo que con tanta altura ha proclamado, quien quedará bien será él mismo. Porque el amor, insisto, aquí es posesivo. Quien ama, tiene, conquista y gana. Es igualmente lo propio de los himnos de los juegos y de los héroes. El contenido no es el amor, sino el amado, el objeto, convertido en objetivo, al que se pretende conquistar llamando la atención con las palabras y otras formas, destacando en el baile celoso de todo lo demás y exaltado. 

Un amor posesivo. Que pone a la persona que ama en juego, en la rueda de la fortuna de la que solo se puede salir o victorioso o perdedor, sin opción intermedia. A lo que se añade, por el modo de proceder de Hipotales, que ha sido hecho cuestión pública, a la vista de todos. Hipotales no tiene más opción para salir de allí que una u otra. Está en medio, delante de la batalla que decidirá su fortuna. O la gloria o el ridículo. 

Esto es así, y se aprende algo con la vida según Sócrates, que el que se sabe en medio de la batalla aprende con el tiempo a callar en paz. No se la juega ante otros. Conoce igualmente cuál es el término. Siempre ridículo, por otro lado y haga lo que haga. Porque incluso alcanzando al "amor de su vida", cuando lo tenga, quedará aún mucho más por hacer. O se habrá engañado a sí mismo. Es decir, que con el tiempo, con la experiencia en la vida, la moderación se impone. Porque ni es tanto lo que se siente, ni es tan alocada la pasión. Pero con el tiempo. Algo que Hipotales no tiene, ni puede tener. No se le puede imputar culpa alguna, si se aprende de la vida y del tiempo. 

Quien ama, en definitiva, aprende igualmente a temer. Solo quien entiende de amores, quien sabe. Amor y temor, pronto van de la mano. Es la frase que he subrayado arriba, la más compleja. Los amores se mezclan y van dividiendo, lo mismo que el saber sobre el amor y el saber sobre lo que se teme. Descubre el amor, en quien vive el amor, una zona de sí que no estaba igualmente a la luz, una precariedad mayor que comienza a luchar, no solo fuera de sí. 

Además, y el final puede ser muy importante considerarlo, ensalzar y alabar termina por deformar. O sea, lo contrario de lo que pretende. En lugar de poner de relieve y a la vista de todos, destruye lo que canta y engrandece. Justo al revés. Lo cual, por aquello de las palabras y los significados, implica algo mucho mayor respecto del poder de lo que se dice y de la precariedad en la que se recibe comúnmente, que no se ve de primeras, pero está. 



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