sábado, 1 de enero de 2022

LISIS. Día 1. (Platón, 203a - 203b)

Este diálogo breve es uno de los que primero leí, quizá por el tema del que se ocupa, y de los primeros que recomendé leer fuera de los grandes y más conocidos. De hecho, supone una sorpresa para muchos porque es tremendamente desconocido y asequible y sugerente en su lectura. Hay que andar con cuidado ante el peligro de resignificar palabras y seguir adelante como si tal cosa, en lugar de procurar esforzarse en su definición y ver qué atrapan, si es que son capaces de hacer tal cosa. Con el Lisis ocurre igualmente que se quiere oír en ocasiones lo que se quiere oír y no se tienen oídos suficientemente abiertos al problema. Ni de lejos es asunto fácil pese a que se viva cotidianamente. Siempre me he preguntado por qué el filósofo es tan incómodo y quizá aquí encontremos una buena respuesta. 

Marchaba yo de la Academia derecho al Liceo por el camino que, pegado a ella, va por fuera de la muralla...

ἐπορευόμην μὲν ἐξ Ἀκαδημείας εὐθὺ Λυκείου τὴν ἔξω τείχους ὑπ᾽ αὐτὸ τὸ τεῖχος:

Presenta un Sócrates en apariencia diletante, de un lado a otro. Nombra tanto la Academia como el Liceo, que serán memorables por sus dos grandes discípulos. Pero hay quien hace notar que esto no tiene nada que ver con aquello. Se trata, sin más, de alguien que va de un sitio a otro en busca de diálogo. El hecho de que vaya por fuera de la muralla y se quiera dejar claro es llamativo. Alguien que ama tanto la ciudad intentando escapar de ella. Siendo los muros tan importantes, tan protectores, tan nobles, por qué camina este hombre por el lado exterior, un paso más allá. El "límite" es visto aquí como por fuera. 

Una figura un tanto extraña. Un tanto raro este tal Sócrates. Me causó mala impresión esta sombra viajera que andaba como escondiéndose de los demás, sin dejarse ver. Porque me había parecido que era más bien lo contrario, según contaban. Mi sorpresa era mayúscula nada más comenzar, porque lo inesperado también le irrita y descoloca. El encuentro con Hipotales y Ctesipo y otros jóvenes que estaban reunidos le descoloca. 

La primera pregunta, se las trae. La situación es la siguiente. Hipótales se acerca a él y le dice: 

¿Adónde vas y de dónde vienes?  

καί με προσιόντα  Ἱπποθάλης ἰδών Σώκρατεςἔφηποῖ δὴ πορεύῃ καὶ πόθεν;

Lo cual es más que suficiente para que un filósofo, un buen filósofo, se entretenga un buen rato. ¿O no? Pero, como ridiculizándola, se repite lo que todo el mundo sabe ya: de la Academia al Liceo. Se invierte la pregunta en la respuesta, eso sí. Se le da la vuelta. A quien habla desde fuera le interesará más la intención y el destino que la partida, como es normal, puesto que se ha colocado en su trayectoria. Pero quien habla de sí con sentido común suele citarse como historia, con un recorrido que sale de un lugar con la pretensión de llegar a otro. 

En cualquier caso, supone estar en movimiento. Lo cual también rompe un tanto la imagen que se tiene del ilustre filósofo actualmente, sentado, con el codo en la rodilla e inclinado hacia adelante sujetando su cabeza en un puño cerrado. Al menos aquí uno se da cuenta de que la filosofía, por mucho que se dedique a las preguntas y a hacer preguntas, se vive o no se vive. Si se vive, a lo mejor, no hay que detenerse tanto a escribir y salir a las calles. Sobre esto se ha escrito mucho y hay bibliografía amplia. 

Sorprende igualmente que Sócrates responda. Así, sin más. De buenas a primeras, como si el tal Hipotales fuera un "policía" que hace guardia extramuros contra enemigos y malhechores, que seguro que elegían esta vía para sus rápidos movimientos.

Sea como sea, camina por el borde mismo de la ciudad. No por encima de él, sino por la parte alejada del centro. Evidentemente, también este lugar es Atenas. Pero esto ya lo sabremos luego. 

Hipotales le propone que se quede, que se desvíe, que se frene. Hay un "nosotros" que quiere incluirle y le reclaman. Y le enseñan un lugar en el que hay jóvenes excelentes, donde normalmente habitan los jóvenes excelentes. 



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