martes, 28 de diciembre de 2021

NAVIDAD. Proximidad

Como he tenido buenos maestros, he perdido el miedo a los grandes libros. Cierto es que mucho más allá del "ensayo" (qué nombre tan bonito para este tipo de literatura) no me muevo. Es un déficit, pero no tengo mucho más tiempo. Como le digo a un amigo por Instagram, son muchas relecturas las que se acumulan porque nos las entiendo del todo. Tampoco me amedrento. Es lo que me ha ocurrido repetidas veces con Estrella de la Redención, "la" Estrella. Este año 2021 es su centenario y yo, cada vez, más ignorante, aunque más reconciliado con el mundo. Hay textos hermosísimos y otros muy duros de masticar. Más allá de lo pequeño del texto o las partes que se me hacen oscuras, es una obra que recorre todo, paso a paso. No lo hace a las bravas y me temo que ni siquiera quiere hacerlo. Obra con paciencia. En este momento, casi lo eterno. Por cierto, que la vida de Rosenzweig es tremenda. No da igual leer este libro sabiendo cómo vivió. Provoca más admiración. En concreto, esta vez, se subraya excesivamente la proximidad, el prójimo. Llevo tiempo que me martillea. Prójimo, prójimo, prójimo. Igual que mi carne y huesos, su carne y sus huesos. No se puede leer "la" Estrella sin prójimo y sin amor. A los regalos de ayer se suma seguir leyendo con tiempo y haber doblado por fin la ropa y un breve tiempo compartido con los pequeños escuchando música y el rato de la noche de cuchicheo y haber escrito por fin, de nuevo, en Vida Nueva, y saber que sufro con quienes están pasándolo mal estos días. El covid no es lo único, aunque azota con fuerza. Las noticias sigo sin escucharlas. No hay tiempo. Me informo por ahí, un poco de pasada. Lo gordo realmente no se cuenta en las noticias. Se vislumbra con cierta distancia. La historia se está escribiendo para que el mundo quede trastocado. Me temo que no va camino de enfatizar la vida, sino lo contrario. El rumbo que llevábamos, con sus cosas, sigue exigiéndose. Falta entender que ni lo uno, ni lo otro, sino la Vida. Al debate sobre la objetividad de las humanidades en el que interviene un filósofo renombrado le hace falta abrir el imprescindible hueco de la subjetividad personal humana. Contra eso es contra lo que está el mundo y aplasta y guerrea con dureza, silenciando. Sufrimos más de lo que decimos. Y hacemos dolerse a otros mucho más de lo que vemos. En lo invisible hay una alianza establecida entre Dios y la persona, no a la inversa. En 2022 comenzaré el comentario libre del Lisis y, me parece, llega el tiempo de atreverme a balbucear algo sobre el evangelio de Lucas. Qué respeto me da meterme en esas cosas. No por mi ignorancia precisamente, sino por la ignorancia de quien lo pueda leer y crea que yo pienso que sé algo, en lugar de tomarlo como el trabajo de cada día para ir haciendo brecha en mí. No rendijas por las que se cuele la Vida y se exprese la vida. Necesito buenas brechas. Son las durezas de los años. Tengo, al menos, que intentarlo. El otro texto que quiero para 2022 sería Fedro. Por qué. No lo tengo claro. Suenan campanas, lo mismo que con Máximo el Confesor. Iremos viendo. De momento eso, Estrella y Levinas por aquí, Michael, Maurice y Adolph por allá, pizcas de unos y otros, como Bergon, Husserl, don Miguel, Balthasar, Rahner, Gilson, Hölderlin, Stein, Florenski, Kierkegaard, Teresa. ¡Hasta don Quijote! Y un libro de música recién llegado. Si saliera del ensayo sería por el interés que algunas biografías me despiertan. Pero sé lo que va a pasar con muchas de ellas. Serán exageraciones o discursos a medias. Quiero una biografía porque me interesaría la persona, pero una biografía sería quedarme con lo que otra persona ha dicho de esa persona. Así que casi mejor escuchar directamente lo que cree que ha tenido que decir. Este año ha sido muy fecundo y generoso. Sobre todo en personas cercanas. Estoy en deuda eterna y agradecido. Evidentemente, tanto don empieza por lo más próximo. No lo niego. Rezo dando gracias por ello. 



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