Demasiados acompañantes para tan pocas compañías. Eso dice alguien de Iglesia, con la larga experiencia que da la historia reciente. Que es lo mismo que notan muchos profesores, por lo que han dejado de aprender. Para qué tanto si luego hay que dar más bien poco y cada vez menos. En ese caso, el profesor, en lugar de seguir aprendiendo y ser de esta manera testigo de lo bueno que es saber y lo que ayuda el saber, confirma con su pliegue hacia "la ignorancia del suficiente y del cinquillo" que con el mínimo basta para ir tirando en la vida. Es pernicioso. Casi diabólico. Pero habitualmente la crítica es hacia otros. La Enciclopedia, con la que hoy termina esta aventura pública de recuperar la pregunta por Jesús, ha sido un buen viaje. La leí hace un año aproximadamente. Se lee fácil, pese a que sean muchas páginas. El formato no es el mejor para moverse por ahí o para el sofá, eso es verdad. Pero merece la pena tener una edición cuidada. He destacado la composición coral y las muchas voces. Aunque lo cierto es que algunas son incómodas. Sirve de radiografía de la iglesia y de la sociedad. No todos son teólogos, ni cristianos, ni creyentes siquiera. El conjunto, por otro lado, es el de la imposible indiferencia ante él. Se puede decir de muchas maneras, pero reconocer la relevancia de Jesús para la historia de la humanidad y para la fe y la espiritualidad y el compromiso es indiscutible. A mí no deja de asombrarme, ni me permite costumbre. Se cumple que mayor conocimiento, mayor desconocimiento como apertura y pregunta; es una ignorancia diferente de la ignorancia que se ignora. Además, ¡en qué poco tiempo! El contemporáneo Jesús Resucitado sale al encuentro y hoy, aunque suene extraño, como acompañante que se deja acompañar. Es el Siervo, más que el Maestro. Aunque a mí me pueda esa proximidad con Él en la que todo se revuelve y queda trastocado.
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