miércoles, 1 de diciembre de 2021

ADVIENTO. Lo de siempre.

Pues eso, lo de siempre. Un adviento más, como he escrito en un artículo reciente. Se vive la novedad de estos días con el peso de quien ya sabe de qué habla. De hecho, esta es la ironía. Que el adviento no deja de visitar a quien ya cree saberlo todo y no es capaz de esperar nada. Pero su esperanza no violenta, no fuerza, no puede imponerse. Si no, no sería esperanza. Por eso me resulta curiosa esta imagen, este detalle de Goya. El cuadro es más oscuro que este fragmento lleno de la luz del ángel. La sensibilidad, que nos daña tanto cuando es sensibilidad más allá de la estética y la apariencia y llega al corazón, toca despertarla. Abrir los ojos, los oídos, volcarse sobre la realidad, dejarse traspasar por ella. Si hay que celebrar lo de siempre, lo de siempre trae consigo una promesa, ya cumplida en otros: Dios habla, Dios se manifiesta, Dios se encarna, Dios se acerca. Y, para quienes no lo tengan tan claro, lo hace a través de muchas mediaciones, de forma muy diversa, casi fecundando toda la realidad con su presencia. Es más, para quien lo haya olvidado, ni el dolor, ni la muerte, ni el sufrimiento sirve de distancia suficiente. El amor lucha contra la muerte decididamente. Solo el amor es tan fuerte como la muerte. 





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