martes, 14 de diciembre de 2021

ADVIENTO. Flexibilidad mental

Lo llaman "plasticidad" cuando se refieren al "cerebro" y destacan que los niños vienen con tal apertura y sed que no tiene freno. Sin embargo, a medida que va creciendo, se va cerrado y petrificando. De ahí que, de vez en cuando, convenga volver a ser como niños. No niños, claro. No se puede. Pero sí "ser como", "parecerse", "ser semejante a". Lo fundamental es esa relación para la apertura, para la frescura, para la flexibilidad. Con los años me doy cuenta de que, para escuchar de verdad, cuanto más sé y cuanto más quiero decir con las mismas palabras y en poco tiempo, más esfuerzo necesito. Tanto para recibir, como para dar. Es impresionante y puede parecer mentira. Pero sí, requiere esfuerzo. Tanto para comprender a quien no puede escoger demasiado las palabras que utiliza y en las que vive, porque son los límites de su mundo, como para hablar siendo capaz de escoger bien las mejores palabras que otros pueden comprender para que su realidad siga siendo densa y dinámica. No solo es cosa de esfuerzo, dicho sea de paso; es verdad que no depende de mí exclusivamente, porque no me salvo a mí mismo, porque mi razón está emparentada a la Palabra, pertenece a su mundo y se enraíza en él. Sino que, para ser como niño, hay que volver en cierta espontaneidad y libertad, en cierta apertura y confianza. Estas dos cuestiones abiertas, para el adulto, se emparentan y se viven con grandeza y desbordamiento en la fe y en el amor. Palabras, las dos, que nuestro mundo se ha esforzado en dinamitar. Y, con ello, se han reventado para muchos los puentes para volver a ser como niños. 



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