lunes, 22 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 37. (Platón, 49e - 50a)

Hasta ahora no se había dicho, pero se dice y se nombra por fin "la ciudad". Que no es precisamente un lugar, sino la gente de ese lugar, la gente reunida en ese lugar. Por exagerado que parezca, creo que solo en los tiempos modernos cabe hablar de otro modo. Mi afirmación puede parecer precipitada. O no. La ciudad configura un modo de vivir, de hacer. La ciudad nos hace presentes como humanidad en medio de la humanidad. La ciudad nos conduce a vivir con otros irremediablemente. Algo que es esencialmente humano, pero que se concreta. Y por ciudad aquí no podemos entender, que es lo que he querido decir antes, lo que hoy entendemos comúnmente por ciudad. Aquí es una comunidad de personas. Precisamente como comunidad se mantienen y mantienen un discurso sobre el mundo, la humanidad, Dios y todo lo demás, incluido el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Lejos, muy lejos, de lo que hoy comprendemos meramente como espacio habitado, que puede ser habitable o no. 

A partir de esto, reflexiona. Si nosotros nos vamos de aquí sin haber persuadido a la ciudad, ¿hacemos daño a alguien y, precisamente, a quién menos se debe, o no? ¿Nos mantenemos en lo que hemos acordado que es justo, o no?

ἐκ τούτων δὴ ἄθρειἀπιόντες ἐνθένδε ἡμεῖς μὴ πείσαντες τὴν πόλιν πότερον κακῶς τινας ποιοῦμενκαὶ ταῦτα οὓς ἥκιστα δεῖ οὔκαὶ ἐμμένομεν οἷς ὡμολογήσαμεν δικαίοις οὖσιν  οὔ;

Vamos a ver. Sócrates pide a Critón, y con él a cualquiera que haya llegado aquí, que "reflexione" obligado por el principio. No lo hemos recordado mucho, pero el diálogo entero gira en torno al "deber". Porque, en el caso de que alguien descubra algún "principio", el "principio" mismo se convierte en obligación. De "eso mismo" que ha sido reconocido como tal "surgen obligaciones", se derivan o se integran o como quiera decirse. Pero la verdad descubierta es tal si es vivida, es tal si demanda vivir. Si no, por mucho que se diga, no es verdad de ningún modo. Será otra cosa, pero no "principio" como verdad. 

Esto puede parecer exagerado. O no. Qué más da. 

El contenido de la pregunta es muy interesante. Conviene leerlo con cuidado. Si no se convence a la ciudad, ¿se hace algún daño y, por lo tanto, se comete injusticia? Hay que pensárselo bien. El acento está puesto en que la ciudad, por un lado, es capaz de dialogar y, por lo tanto, es susceptible y capaz de cambiar de discurso, puede ser "convencida". Dentro de la ciudad, también es justo reconocerlo, no todos son iguales; de hecho, aquí están los inocentes, los más débiles, "a quien menos se debe hacer daño", si es que, bien pensado, cabe esta distinción sociológica. 

Es curioso ver cómo se expresa la pregunta en dos tiempos. "Si nos vamos de aquí" puede ser entendido como huida, según la propuesta de Critón, que tenía todo preparado, o como muerte, según lo que Sócrates contempla igualmente como inmediato. Este "irse" es "fuga", para que pueda verse mejor su conexión temporal. Se juega en el tiempo. El alejarse, el separarse, el distanciarse son, de igual modo, ambiguos en el lenguaje muchas veces. Se pueden vivir de modos diferentes. 

En cualquier caso, el "irse" que se quiere examinar es el "irse sin haber persuadido a la ciudad". Difícil tarea. ¿Sócrates pretende decir que es acaso posible enseñar a a la ciudad la verdad que él mismo ha descubierto? ¿No ha dicho, precisamente justo antes, que lo que se provoca es una separación y distancia respecto a los muchos, saliendo de su familia y definición y límites? ¿No es una contradicción con todo lo que ha ido exponiendo anteriormente? ¿Hay que enseñar algo a la ciudad? ¿Es Sócrates quien tiene que hacerlo? ¿Es esto enfrentarse a la ciudad sin cometer injusticia, aunque se reciba como contradicción y como denuncia? No sé bien cómo expresarlo, pero está aquí algo contenido que es nuclear para entender a Sócrates, al Sócrates que comienza a dialogar y que esconde el motivo por el que ha comenzado precisamente a hacer preguntas a sus convecinos convirtiéndose en tábano incómodo para todos, especialmente para los que sostienen la estructura de la ciudad como mundo en el que se integran todos los que llegan a ella, sin derecho alguno más que los recibidos de la ciudad misma. Algo válido tanto para los extranjeros, como es de suponer, como igualmente para toda vida nacida en el interior del mismo grupo. Algo, esto segundo, que se olvida comúnmente, como si la ciudad fuera estática y estuviera en algún momento sistemáticamente completa y terminada, carente ella misma de vida y movimiento. 

No me entretengo más, por mucho que quiera. Lo importante: ¿Sin persuadir se hace mal? ¿No cometer mal incluye persuadir a la ciudad? ¿Hay que permanecer, no solo en el discurso, sino en la misma ciudad, pase lo que pase? Es lo que Sócrates está preguntando, tanto a Critón como aún hoy. ¿Es permanecer una forma de "mantenerse" en lo justo? ¿Esto se ha entendido? ¿Esto es débil o fuerte, valiente o cobarde? ¿Es heroico y, por tanto, un modo del orgullo humano? ¿Por qué tanto énfasis en el otro, por qué preocuparse por la ciudad, por la gente, por la comunidad en la que se está, si ya se está asentado en la verdad? ¿Qué tiene que ver la verdad vivida con el otro?

Y Critón, para hacernos volver sobre esto, se sincera. Se ha quedado confundido con el Sócrates que ahora se plantea la huida. 

No puedo responder a lo que me preguntas, Sócrates; no lo entiendo. 

οὐκ ἔχω, ὦ Σώκρατες, ἀποκρίνασθαι πρὸς ὃ ἐρωτᾷς: οὐ γὰρ ἐννοῶ.

Es bello, muy bello, que Critón, siendo hasta ahora un sabio capaz de entender los principios más altos a los pueda llegarse, se reconozca ahora un ignorante de su concreción y derivadas, y sin miramientos responda que no entiende cómo pueda ser eso porque ni siquiera comprende lo que Sócrates está preguntando. Lo mismo que tantos otros, que viven cómodamente entre las ideas cuando son propias y dibujan un mundo apacible y tranquilo, y sufren con todo lo demás ajeno a su propio mundo. Pero los principios son para hacerlos. Y se hacen "en la ciudad" y con el otro, que jamás de los jamases es cómodo, tranquilo, sereno, fácil. La acción no es fácil, en tanto que no sea engañosa. La acción engañosa es fácil. La respuesta de Critón, a decir verdad, no lo es. Y refleja que él, al menos él, está situado en esa singular posición en la que la persona quiere decir la verdad que vive. Y su verdad es tan dura como que no entiende siquiera la pregunta de Sócrates, cuando todo lo anterior parecía que sí lo comprendía. Así de sencillo. Así de fuerte. Así de valiente. Así de verdad. 

Otros no lo reconocerán, pero se lo reconozco a Critón. ¡Gracias! 

Si Sócrates no miente, la ignorancia reconocida de Critón no será el final de un camino en el que se quede solo. Más bien al revés. Si Sócrates no ha mentido en su propia pregunta, ahora tendrá que estar más cerca que nunca de Critón, precisamente para no cometer injusticia. 






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