sábado, 6 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 21. (Platón, 47b)

Ayer terminé haciendo examen de Sócrates, lo que no deja de ser curioso. Escudriñando entre sus palabras lo que tengo presente de muchos otros textos igualmente. Es cierto que la imagen reciba importa tanto que la guía no se cuestiona suficientemente. Sí pienso y lo pienso sinceramente, que Sócrates en la pluma de Platón es un acierto de la humanidad, cuando igualmente pienso que la humanidad es incapaz de dirigirse a sí misma por sí misma, si dentro de la humanidad no se contempla como corazón la razón en tanto que la razón es más que ella misma siempre que actúa. 

Sócrates pasa ahora a sus comparaciones habituales y el interlocutor va asintiendo progresivamente. Son preguntas fáciles, podríamos decir. Imágenes ya trabajadas, que para alguien que hubiera escuchado a Sócrates tratar a otros sabios incluso -por decirlo así- resultan machaconas y un tanto repetitivas. Qué le vamos a hacer. Así que, el gimnasta salta a la palestra para actuar una vez más. 

Veamos en qué sentido decíamos tales cosas. Un hombre que se dedica a la gimnasia, al ejercitarla ¿tiene en cuenta la alabanza, la censura y la opinión de cualquier persona, o la de una sola persona, la del médico o el entrenador?

φέρε δήπῶς αὖ τὰ τοιαῦτα ἐλέγετογυμναζόμενος ἀνὴρ καὶ τοῦτο πράττων πότερον παντὸς ἀνδρὸς ἐπαίνῳ καὶ ψόγῳ καὶ δόξῃ τὸν νοῦν προσέχει ἑνὸς μόνου ἐκείνου ὃς ἂν τυγχάνῃ ἰατρὸς  παιδοτρίβης ὤν;

Efectivamente, tiene algún "sentido" hablar de esta manera. Sin dejarse impresionar demasiado por la opinión de los muchos y prestando sólo atención -y atención, porque va a ser un problema en sí mismo- ajustarse a lo que dicen los sabios, casi en exclusiva. Es decir, los que saben. O, al menos, diría yo, en algunos temas prestar atención al menos a quienes saben que hay que proceder con prudencia. 

En tiempos de Sócrates podría ser un problema, pero no tanto. Al menos no se enfrentaba a los millones de opiniones diarias como aquí ocurre. O a expertos que surgen por doquier para tratar temas de una amplitud bestial. Reconozco abiertamente que todo el discurso sobre la "ciudadanía global" me provoca más bien pánico, cuando no desazón, por el olvido real de lo más cercano y -con mis palabras- la muerte del prójimo, que es la muerte derivada de la muerte de Dios. Pero esto es otro tema. 

El gimnasta "trabaja" sobre el cuerpo. Se hace a sí mismo físicamente. Se ejercita y vive de un modo peculiar que no sería si no trabajase el cuerpo como lo trabaja. Es tremendo el esfuerzo, el sacrificio y el dolor que comporta. El tiempo entregado a una acción dejando muchas otras posibles. Y esto en aquella época, en la que el cuerpo, tan vinculado todavía a la naturaleza, estaba presente en la vida concreta de las personas. En ausencia de médicos que pudieran "paliar" los males de una vida socialmente enferma, solo quedaba "cuidarse" y "trabajarse" a uno mismo. Además, estaba en juego -aunque no se diga- la vida social tanto de la especie, como de la ciudad. Esto está más claro ahora, pero era intuitivamente conocido ya entonces, y mucho antes. 

El gimnasta, pese a que lo suyo está directamente implicado en la materialidad, no puede alejarse de la opinión, de la razón. Y, por tanto, es capaz de escuchar de todo. Trabaja el cuerpo y la materia, pero no sin espíritu, no sin otros. De modo que, hasta en estas, nos las vemos con el "logos" que todo lo penetra e inunda. Sin duda, su escucha le capacita para algo más que sí mismo y su materialidad. Y, por supuesto, todos hablan y todos quieren hablar, incluso de evidencias como las directamente materiales. Y opinan. También aquí están los muchos gritando, sea para alabar o sea para criticar. Pero, ¿a quién debe hacer caso el gimnasta que realmente quiera aprender de lo suyo? ¡Al médico y al entrenador! ¡Solo a ellos!

No podrá, también es cierto, cerrar los oídos y hacer como si nada ante la opinión y el griterío de los muchos. Impactará sobre su vida. Indiscutiblemente. No queda otra. Sin embargo, en medio de todo, deberá fijarse mucho, muy por encima de todo lo demás haciendo el silencio imprescindible para ello, en quien sabe realmente. O, mejor dicho, en quienes saben: médico y entrenador. ¡Es muy interesante que sean dos y no solo uno! ¡Y mezclados! 

El médico y el entrenador pueden participar y ser de la opinión de los muchos en muchas otras cosas, salvo en lo que saben. En lo que saben, se supone que serán capaces de separarse de la opinión general, precisamente porque han aprendido. Y, en lo posible, podrán demostrar que saben de lo que hablan. Es por lo que se han convertido en lo que son, gracias a la confianza depositada en ellos, gracias a la necesidad que tenemos las personas de depositar nuestra vida en quienes realmente saben. ¡Con el inevitable riesgo que supone siempre!

Critón, pese a todo, responde: 

La de una sola persona.

ἑνὸς μόνου.

Vuelvo atrás, porque esta "una persona" de la respuesta de Critón enfatiza lo que Sócrates antes ha unido y desdoblado. Pero, insisto en ello, no se trata de una única persona, sino la persona que sabe y que, en tanto que sabe, está contacta a otras y participa y es con otras un saber encarnado. Volverá a insistir en ello. En el tema de la unidad, en esta comunión en el saber. Porque lo que buscamos al atender al médico o al entrenador, en tanto que médicos y entrenadores, no son a ellos mismos, sino propiamente al logos que portan en relación con nuestra propia búsqueda. Algo tienen que necesitamos, algo tienen que es fundamental para "actuar" de un modo u otro. De ahí esta confianza fundamental, este compromiso. 

Se dan en el entrenador y el médico un servicio derivado de su mediación y conexión con el "logos" que se traduce también en conexión con el "otro" necesitado de saber, de vida. 

Sócrates insiste. 

Luego debe temer las censuras y recibir con agrado los elogios de aquella sola persona, no los de la mayoría. 

οὐκοῦν φοβεῖσθαι χρὴ τοὺς ψόγους καὶ ἀσπάζεσθαι τοὺς ἐπαίνους τοὺς τοῦ ἑνὸς ἐκείνου ἀλλὰ μὴ τοὺς τῶν πολλῶν.

El impacto afectivo del "saber" es importante. El saber verdadero y auténtico puede presentarse tanto en su vertiente de temor como en la de bendición. Y viene de "uno" mismo, según viva quien lo recibe. O, mejor dicho, aportado a la persona que vive según lo que vive, pero dirigido a ella. No es una búsqueda, sin más, de la persona que "se ejercita" en el vivir, sino algo dirigido al vivir de la persona, venido de fuera y no precisamente como complacencia, sino como enseñanza. Sea en el caso del miedo, sea en el caso de la bendición. 



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