lunes, 1 de noviembre de 2021

CRITÓN. Día 16. (Platón, 46b - 46c)

A lo largo de la historia la palabra "coherencia" ha tenido "prensas diversas". Por un lado, la no negación, la pura afirmación, fiel y permanente, sin someterse a cambio alguno. Por otro, justo lo contrario, la negación de la afirmación para adecuarse a lo otro. Son dos polos que entran en conjunción o se cruzan. De una parte, el yo aplasta cualquier realidad ajena a sí mismo, pero por la otra el yo se somete a la realidad dejando de ser algo distante y lejano, para introducirse en el mundo, que siempre encuentra caminos para llegar a él mucho más hábilmente que al contrario. 

"Los argumentos que yo he dicho en tiempo anterior no los puedo desmentir ahora porque me ha tocado esta suerte, más bien me parece ahora, en conjunto, de igual valor y respeto, y doy mucha importancia a los mismos argumentos que antes."

τοὺς δὴ λόγους οὓς ἐν τῷ ἔμπροσθεν ἔλεγον οὐ δύναμαι νῦν ἐκβαλεῖνἐπειδή μοι ἥδε  τύχη γέγονενἀλλὰ σχεδόν τι ὅμοιοι φαίνονταί μοι καὶ τοὺς αὐτοὺς πρεσβεύω καὶ τιμῶ οὕσπερ καὶ πρότερον:

Sócrates expone que ahora no puede "desdecirse" de lo dicho en otros momentos, si es que este desdecirse es por causa de las circunstancias que le ha tocado vivir. No se trata de que Sócrates no acepte refutación, sino más bien todo lo contrario. Expone y vive con sus razones. Si sus razones son refutadas, cambiará. Si no lo son, si no son refutadas, si no se muestra algo mejor, no cambiará, permanecerá. Esa es la clave. No es que se cierre a la vida, sino que la razón se abre a ella, muy por encima del mundo. Que la vida mueva la vida, pero que la vida no abandone su lugar para negarse a ser lo que es, haciéndose, sin más, mundo o circunstancia o algo sobrevenido. 

Es importante meditar en esto. En lo que llega del mundo a cada cual. En las muchas circunstancias que se dan hoy en el mundo, en las que las personas viven o malviven o intentan sobrevivir. Y cómo muchas de ellas son claras asfixias a la dignidad y se oponen radicalmente a la vida. 

La vida, como se quiera llamar, lo tiene difícil para abrirse paso. Muy difícil. Y más en muchos casos en los que la filosofía parece no pensar, aunque esto último no sea así, ni de lejos. Personas variadas y variopintas, desconocidas para todos los demás, cuyo existir es puro compromiso con la vida y que se hacen con las circunstancias sin dejarse someter a ellas, por duro que sea el combate. También otros, no pocos, que no tienen fuerzas para resistir y se pliegan. La mayoría, con ciertas vidas lanzadas desde el inicio a no pensar siquiera, haciendo cualquier cosa, sin pensamiento ni reflexión. La vida del otro, la responsabilidad es la que te saca del mundo propio para buscar algo de belleza en la realidad, para crearla si es necesario, para ir en contra. 

Sócrates permanece. Está dispuesto racionalmente a no desdecirse inhumanamente, a no rebajar la exigencia que lo ha sostenido y que le ha hecho ser Sócrates, aunque sea Sócrates juzgado y condenado a muerte. Lo suyo ha sido vivir de un modo bien distinto al habitual conocido. Una radical toma de posición en las circunstancias contra toda circunstancia, tomándose en serio que hay un muy bien posible en la historia, para el presente y para este instante. Un muy bien que se puede abrir y descubrir racionalmente, pero que sobre todo llega como obligación, como necesidad de la vida misma. 

Ya sé que algunos no lo han visto así. Que lo que entienden que hay es negación de la realidad, demasiada razón, una racionalidad inhumana e impropia del animal que somos en forma de niño. ¡Qué sé yo! ¡Qué les puedo decir! 

Sócrates está dispuesto a no desdecirse, porque lo que habló fue palabra dicha sincera y oportunamente, sobre todo examen y pregunta, sobre todo definición e identificación. Tal es su situación. Le da mucha importancia a lo dicho, tanto como a lo que va a decir. ¡Será tozudo! 

No es que se niegue a negarse, insisto. Se trata de algo mayor a sí mismo. Se trata de la racionalidad de una vida encaminada al bien. Que no es solo inteligencia, claro. Al modo como entendemos hoy la razón limitadamente a verdades de carácter intelectual o inteligencias capaces solo de certezas. Se trata de un órgano distinto en la persona que, desde la razón, se empuja al bien y a sostener así una vida de verdades vividas, no dichas sin más, no pronunciadas en discursos que se pueden cambiar o borrar. 



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