miércoles, 13 de octubre de 2021

Tal y como yo lo veo

Últimamente uso mucho esta expresión. Como si se tratara de una muletilla o coletilla que, en lugar de usarse al final de la frase, advierte desde el principio y encabeza todo lo que llega detrás. Tiene su gracia. Porque es una toma de posición, la conciencia de la propia perspectiva que, y solo es posible así, ayuda a superar la propia perspectiva y todo forma de especticismo. A lo mejor quien la escucha no se da cuenta de lo que quiere decir, pero quiere decir exactamente eso que quiere decir y no otra cosa. Que las cosas son aquello que yo veo y que tal y como yo lo veo en estos momentos es como explico a continuación. 

Ese realismo mágico e insustancial que cree que se pasea por el mundo entre cosas y significados hechos y que puede diferenciar tranquilamente entre real y no real según le parece a él, me excede. Como también me cansa enormemente el subjetivismo, el pesimismo idealista de quien ni siquiera ha hecho el esfuerzo por pensar -mejor dicho, vivir- algo en serio. Evidentemente a unos y otros, tan volcados sobre el mundo y el existir cotidiano, todo les resultará blanco o negro y pedirán exigiendo calma en otros, no tomarse nada tan en serio, si no es el dinero, el mantenerse en el mundo, el satisfacer o soportar algún que otro deseo o capricho, mientras todo vaya como sigue yendo. Lo suyo es tan conservarse en la vida que el insisto básico es supervivencia, mera supervivencia y nada más. Y, por su supervivencia en eso poco que viven, no temerán ofender, dañar, hacer sufrir o condenar a otros. Directamente incluso, sin pestañear. El mundo es lo único que existe y no hay nada más que considerar: ni a uno mismo como vida, ni -por supuesto- a otro. Suma y sigue. 

Una cierta sensibilidad siempre hay. La que aplaca la conciencia. La que se escandaliza morbosamente en el regusto narcisista que ofrece en sacrificio al otro. 

Tal y como yo lo veo significa que me esfuerzo por poner delante las cosas, por verlas. Tomo conciencia de ello. No aplaco, ni me canso en ese esfuerzo. Las mantengo más allá de los fogonazos y las sigo considerando una y otra vez. Vuelvo sobre ellas, sin darlas por sabidas e intento pasar la mirada una vez más a ver si encuentro algo que explique en ella por qué es como es y no es de otra manera. Es decir, captar eso esencial que ciertamente se da libremente y que yo estoy teniendo dificultad para recibir, para comprender, para hacer mío, para entrar en ello como se merece. 

Vuelvo y, tal y como yo lo veo, lo cuento. Contarlo es necesario. Ese filtro es necesario. La explicación es necesaria. Esa liberación es importante. Ponerlo en común. Ganar, si no objetividad, sí una cierta universalidad de comprensión o una familiaridad con la cosa. Contar para ver en común, para construir mundo común, para ajustar palabras como se ajusta la llave inglesa para apretar la tuerca, para modelar y moldear. Para seguir. 

Tal y como yo lo veo no es una expresión más entre otras. No la repito por repetir. Me la repito para repetirme, para hacerme un cierto camino en todo esto. Que no es lo mismo relativo y relatividad que relativismo. Que lo relativo puede ser relativo a mí y por tanto, si me engloba, algo personal, o racional y, por racional, compartido con otros. Que lo relativo solo dice que se pone en contacto con, que trata, que se relaciona, que hay dirección, que hay vínculo. Lo relativo a al persona será por tanto personal. El peligro es tratarse al revés. Y que relativo, descubrir lo relativo, puede ser la mejor manera de empezar a hablar en serio de absoluto, de lo absoluto, del absoluto mismo. Antes, a decir verdad, sería una barbaridad hacerlo, cuando todavía hay solo relativo o relatividades, sin haber descubierto algo absoluto en lo relativo, aunque sea la afirmación misma de lo relativo o la capacidad misma de captar lo relativo. 



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