martes, 12 de octubre de 2021

¿Dónde podemos aprender a ser (mejores) profesores?

Unos amigos me preguntaban estos días qué les recomendaba para aprender a ser profesores. Son antiguos alumnos que se inician en institutos y ya comienzan a sentir, porque son inteligentes, que algo les falta. Ni con máster, ni sin máster se soluciona este problema. Pero me alegro mucho, y así se lo dije, que no hayan terminado su formación antes de empezar a dar clase. Porque los primeros años son cruciales.

Primera recomendación, aprender de lo recibido. De los muchos profesores que han pasado por sus vidas, cuál siguen recordando y por qué. En el mejor sentido, claro. Qué ocurría en sus clases, cómo les trataba. Segunda recomendación, aprender de sus compañeros. Fijarse ahora en quienes tienen más cerca y hacer departamento con ellos. Muchos institutos tienen una vida de claustro pobre, pero departamentos ricos. Otros tienen departamentos pobres, pero claustros ricos. Ya les adelanté que, a mi modo de ver, esto es fundamental. Tercero, que pregunten y pregunten y sigan preguntando. Y, en lo posible, vayan buscando siempre los mejores profesores. Al principio, para evitar deslumbramientos, mejor que ciertos libros “mágicos” y “fantásticos” no se lean, porque no se pueden ubicar en la realidad. Lo primero, a la realidad. Después, para cuidar y velar por la esperanza, algunos libros. Pero primero, la realidad.

Pasando al capítulo “sí mismos”, que no dejen de formarse en aquellas materias que son “lo suyo” y que amplíen horizontes a otras. Pero que no olviden las suyas y sigan profundizando. Lo mejor sería no dejar nunca la universidad. Hoy, con las tecnologías de nuestro lado, es fácil seguir vinculado de una u otra forma. En torno a las universidades hay mucha vida académica e investigación. Creo que en el futuro el puente será muy directamente entre docentes de uno y otro lado y, probablemente, proyectos comunes. Puede ser interesante. Dejar de formarse es la antesala del papel amarillento.

Y, como todos los que llevan un tiempo ya saben, que miren mucho por los alumnos y los conozcan. Al principio, como la distancia es corta, tienen mundos afines y conexiones que lo hacen de suyo. Pero espero que se den cuenta pronto de que conocer a un alumno no puede ser una tarea circunstancial, ni hablamos de “su entorno” e intereses, sino del alumno como alumno, como persona, como joven. A partir de aquí se darán relaciones académicas y personales que harán de la escuela ese lugar de antifabricación de personas y serán la resistencia, en primera línea, de una humanidad que no se apague.

Aunque he intentado proceder con orden, todo se mezcla. En realidad, lo que les dije, para resumir todo esto, es que hay algo que el buen profesor tiene desde el inicio y que va descubriendo con ayuda de sus alumnos y con pasión por enseñar y que aprendan, por abrir ventanas, por ver avances, por rescatar a los que van dejándolo, por dedicar tiempo fuera de todo tiempo, por preparar, por tantas cosas… Pero que ya lo tiene quien empieza y solo hace falta alguien, combinación de compañero y alumno, que lo saque a la luz y, al principio, le dé horizontes amplios y lo cuide.

Con todo, me entristece que no se den buenos pasos para cuidar a los jóvenes profesores que llegan a las aulas. Porque ellos pasarán allí muchos, muchos años. ¡Ánimo y adelante! ¡A buscarse la vida! (En el mejor sentido de la palabra.)




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