lunes, 11 de octubre de 2021

¿Por qué nos polarizamos?

Es evidente que divisiones, grupos enfrentados y conflictos ha habido siempre. El fenómeno de la polarización no es comparable con ningún otro anterior por la existencia de las redes sociales. Es su distintivo más notable. Y también define el alcance, de carácter nacional y global. Pero, a todo esto, hay que añadir un elemento en el que poco se piensa: algoritmos y robotización digital. Me explico brevemente. 

Una persona accede al espacio público de las redes sociales. Comienza a interactuar y recibe también la acción de los otros. Entonces, se tiende a juzgar como exitoso aquello que recibe más aplausos y como menos exitoso lo que no recibe atención de nadie. Se reproduce hasta el punto de condicionar la acción de quienes actúan en las redes sociales. Si el impacto va siendo grande, se añaden más y más personas, crece la comunidad sin darse cuenta y sin poder controlar quién aplaude según qué comentarios o rechaza otros. 

Los algoritmos reparten contenidos a otras personas a través de las relaciones con otros usuarios y los contenidos repetidos que se van compartiendo y ejecutando. A mayor contenido en una dirección más localización y mejor se puede difundir si interesa a otros. Se va cerrando el círculo. La persona termina por ceder su vida ampliamente considerada al reducto de vida que interesa a los demás. Y a las opiniones que parecen cosechar más difusión. 

Según el momento y el contexto, además actuarán grupos interesados con sus robots interesados en fragmentar, dividir o insignificar discursos y posiciones buscando lo más llamativo, lo más vulgar, lo más destructivo, lo más raro, pero para mostrarlo como opinión general de un grupo concreto. La persona que se ha visto implicada tiende, además, a repetirlo, porque se ha visto reforzada en su discurso o tiene que defenderse dando más explicaciones y, de este modo, cierra sobre sí toda posibilidad de otro contenido. 

He escuchado que hay un grupo que ha convocado una jornada "contra la polarización (digital y luego social, no a la inversa)", sin darse cuenta, probablemente, que su posición ya es reflejo del sistema y que actúa dentro de él reforzándolo. Otras personas, que seguro que son muy agradables en la vida común y corriente más allá de las redes, no paran de lanzar mensajes unidireccionales con carácter provocador, si no agresivo, que justifican sus posiciones personales, sin darse probablemente cuenta de la imagen que están trasladando a quienes no les conocen de nada más y el uso mediático que están haciendo de "marcas" o "pertenencias" tan grandes como "Iglesia", "Catolicismo", "Cristianismo"... Otros, sin duda por motivos personales, participan activamente de redes que entremezclan todo tipo de problemas personales y sociales, dando visibilidad cada vez mayor al discurso más pedregoso y exigente... Y todo esto es lo que es la polarización. 

El reto de la polarización no es hablar de ella, sino la comunión, la vida común o como se quiera llamar a la participación respetuosa en un mismo espacio. Pero claro, sin el "calor" y el "dinamismo" que da la disputa y el enfrentamiento, las redes sociales no habrían llegado a tener el poder e impacto que ahora tienen, y por lo que son decisivas e interesantes para fuerzas que actúan en un marco global, tanto respecto a la economía como al poder, como la cultura y la ideología. 

Solo lo digo por ir pensando. Contra la polarización la única medida suficiente es regulación personal, no vivir ni de aplausos ni de insultos ajenos, pensar antes de escribir, comprender y procurar no enfrentar lo que, de suyo, probablemente no esté enfrentado. Y dejar a un lado polémicas de escasa profundidad para aprovechar este tiempo en lecturas de mayor hondura. Esto se dice fácilmente, pero cuando llegan las elecciones y las decisiones serias, todos votamos. 

Leo por ahí que la "opinión general" es probablemente uno de los objetos inventados más peligrosos de la historia de la humanidad. Y, aunque me pesa mucho, le doy la razón. Me gustaría que todo fuera de otro modo, que el diálogo enriquecedor fuera antes que nada lo que se diera y que la persona, siempre una y única, de carne y hueso y singular, fuera lo primero en todo. No sé si es una utopía, sin más, que como todas terminaría en excesos, pero como marco, para la vida corriente, me vale y me sobra. Se llama "amor", en este caso, "al prójimo". 




No hay comentarios:

Publicar un comentario