La situación no está para que el medievalismo vuelva, aunque se le invoca en exceso. Por mucha lógica y filosofía analítica que se emplee, la demostración ya se hizo y siguen siendo repeticiones de lo mismo con formas más depuradas y actualizaciones en la expresión, el idioma o el soporte. Ya está dicho. Toca caminar.
Si la Iglesia debe retraerse continuamente a sus fundamentos no es para dar razón de ellos, sino para alimentarse y vivir. Punto. No hace falta nada más. Esto no se trata de volver a leer el Evangelio o la Escritura para saber qué decir a otros, como parece que se lee tan frecuentemente, sino para vivir de cara a Dios, en diálogo con Dios. Diálogo, dicho sea de paso, nada fácil. Y cara a cara con Dios, imposible de por sí. Que una cosa es vivir a cara a Dios y otra es tener encuentros cara a cara, como si fuésemos Moisés o Elías del XXI.
Por lo que sea, he vuelto a Tobías. ¡Qué sé yo qué caminos llevan a estos sitios! Pero Rafael le cura la ceguera. Ya sabéis.
Con todo, sigo leyendo a Heidegger. Es tremendo. También leo a Nietzsche, de quien hoy se ha publicado una traducción breve de una aportación de Jaspers. Nietzsche es para momentos de todo tipo. Da de sí para que caiga cuando caiga tengas motivos para alabarlo o discutir con él. Heidegger, salvo un puñado de muy iniciados, nunca llueve en torrente y hay que proceder con cuenta gotas. Por cierto, mientras media Europa se mataba de las formas más salvajes o moría de hambre y frío en rincones sin miramientos, Heidegger se dedicaba a explicar Nietzsche en la universidad. Conviene no olvidarlo. No sea que alguno vaya a pensar que...
Si los demás molestan es como si los matases ya. Otra cosa es que tengas que plegarte a hacer lo que los demás dicen que tienes que hacer. Son dos cosas diferentes. Una es permitir vivir, alabar la vida. Otra es, y se nos olvida, permitir vivirse a uno mismo, alabar también la vida. La herida del egoísmo no fue por un roce. La proximidad del otro en tanto que otro hace sufrir siempre. Quien diga lo contrario, miente. Hay personas rodeadas de gente a cuyo alrededor no hay nadie y solo mantienen conversaciones o consigo mismas o con anónimas personas disfrazadas de alguien concreto.
El orden es fundamental. Permite ver todo aquello que no vale para nada. Te pones a ordenar y descubres lo que molesta, lo inútil, lo que no deja crecer, lo que sigue como siempre y, por tanto, es más que inútil.
Respecto de un artículo que se publicó recientemente, comentándolo con el autor, volví a insistir en la amplitud de la Iglesia. Estamos en tiempos de hipersensibilidad. No hay nada más que sensibilidad para lo propio. Si la teología está depauperada no es por la teología, sino por los teólogos mismos o quienes juegan a tales. Tres cuartas de lo mismo ocurre con el pensamiento en general o la filosofía. La falta de pensamiento profundo no hace que todo sea superficial, sino que no haya pensamiento de ningún tipo. No diría que las ocurrencias sean pensamiento.
Citar un documento tiene su aquel. Sobre todo cuando son importantes y conocidos y breves, de los que se estudian y repasan de vez en cuando. Porque te das cuenta de que hay quien de varias páginas es capaz de, con un buen bisturí, rescatar solo aquello que quiere que el documento lea. Al ser una cita, pocos van más allá. Les pasa a todos los grandes. Con Platón, Aristóteles, Levinas es frecuentísimo encontrarse por ahí frases que no tienen igual sentido en el contexto ni de lejos, pero suenan bien, aunque digan nada. Y como no se aporte el lugar exacto, ni te cuento. Cualquier cosa bajo cualquier nombre.
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