jueves, 21 de octubre de 2021

CRITÓN. Día 05. (Platón, 43d - 44b)

Sócrates tiene información "privilegiada". Es la ley propia de uno mismo. Como si los de fuera, que deberían estar pendientes y atentos, vieran menos que él. Por lo que sea. O como si se fiara más de sí mismo que cualquier otro que dice haber visto u oído cualquier cosa. Hasta el extremo de que un sueño, de que su propio universo onírico, fuera más real que lo que se toma comúnmente por realidad. Hasta este punto incluso. Algo que redunda, dicho sea de paso, en la consideración de Sócrates como un loco, en grado tal que agradece a Critón que no lo haya despertado, porque así ha podido comprenderlo. Si le hubiera despertado, no habría recibido este sueño. 

No me meteré con la cuestión onírica como revelación de destinos en la antigüedad y en la actualidad. Los soñadores son, en nuestro lenguaje, y esto sí conviene apuntarlo, muy diferentes de los soñadores del mundo antiguo, de los conocedores a través de sueños del mundo antiguo. La cuestión es que hoy, en el mejor de los casos, vemos el sueño como una liberación libre de ataduras sociales y de limitaciones de lo inmediato. Entonces, invitamos a la gente a soñar y soñar cosas, porque es una forma de despertar. En el mundo antiguo, sin embargo, se veía más al revés. Como una visita inesperada e incómoda, de una realidad igualmente inesperada e incómoda, con algo que decir y a lo que dar o no credibilidad. 

Sobre el sueño de Sócrates, con esta mujer bella de vestidos blancos, que se acerca, le llama y le dice que al tercer día llegará a "la fértil Ptia" no hay mucho más que decir. Salvo por la apropiación socrática, nuevamente, de un verso homérico. O platónica. Sea como fuere, el contraste es claro. Mientras lo inmediato accesible es el Critón y su mensaje, Sócrates elige lo otro. ¿Quién se va a quedar con Critón pudiendo elegir a la mujer bella? Si acaso, Critón mismo. Por supuesto. ¿Huida de la realidad o Sócrates, en la pluma de Platón, está ya fuera del mundo? No es el único relato de la antigüedad -ni de la modernidad o actualidad- en la misma dirección. Algo queda roto en el mundo. O hay una invasión ya de una realidad mayor que la inmediatez prohíbe. 

Critón se limita a subrayar que lo que cuenta el maestro es extraño. ¡Qué prudente! El tono es poco menos que de impasibilidad. Ahora es Critón el que no percibe lo que está ocurriendo, ni comprende. Él, que venía tan seguro de lo que iba a pasar, ahora está descolocado. No porque haya soñado, sino porque haya contado Sócrates su "onirismo". 

ἄτοπον τὸ ἐνύπνιον , ὦ Σώκρατες .

Lo que dice es "sin lugar". ¡Qué sueño tan "sin lugar"! Algo así como que no corresponde a nuestro lugar, no es propio de nuestro mundo, de la situación en la que estamos. Por eso, extraño, lejano, distante. Y dan ganas de preguntar a Sócrates dónde vive, si en el sueño o en lo real-inmediato. Porque no estamos jugando, en medio de proyectos maravillosos, sino ante la muerte misma, ante el final de su vida, de su acción, de sus preguntas, de su sabiduría. Lo cual muestra la gravedad del asunto sobradamente y que no tratamos los sueños en la inopia, en la invisibilidad de lo real. Queda por delante un acontecimiento insalvable e inmediato. 

Podríamos hablar mucho qué supone un día más en la tardanza del destino Socrático. Y la diferencia entre esto que se llama destino, como una imposición desde fuera, al deber, que proviene de la persona, de su libertad y por su acción. 

Critón, el realista amigo, sin entrar en más detalles se remanga y, ahora sí, revela a qué ha venido tan pronto, tan oscuramente y por qué ha entrado tan fácilmente en la prisión en la que Sócrates se juega la vida. Sin dilación, lo expone: 

Demasiado claro, según parece. Pero, querido Sócrates, todavía en este momento hazme caso y sálvate. 

λίαν γε, ὡς ἔοικεν. ἀλλ᾽, ὦ δαιμόνιε Σώκρατες, ἔτι καὶ νῦν ἐμοὶ πιθοῦ καὶ σώθητι: 

Después de hacer casi una confesión de fe en las palabras del maestro, cuya verdad es más una liberación, que una evidencia, y para demostrar que no quiere tomársela en serio, lo que viene a decir Critón es, en verdad, lo que está dispuesto a hacer. "¡Sálvate!" O, mejor dicho, deja que yo sea tu salvador. Critón ha venido a salvar a Sócrates de su muerte. Nada más y nada menos que de su muerte. Y cree que podrá burlarla a ella ahora mismo y a su destino. ¡Tal es su poder, que será el poder del dinero! 

Punto. 



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